El zombi como metáfora política

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El peligro del zombi no reside en su inteligencia ni en su velocidad (aunque ahora la industria cinematógrafica está revitalizando el género con zombis atléticos que corren), sino que reside en su número y en su voracidad… esta premisa clásica de la definición del zombi puede resultar muy adecuada como metáfora del consumidor contemporáneo y de la actual sociedad de masas.


El tipo de zombi más arraigado en nuestro imaginario colectivo es el puesto en escena por George A. Romero en La Noche de los Muertos Vivientes (1967), si bien dentro de la industria cinematográfica las referencias a la figura del zombi datan de los años 30, de películas como White Zombie o Yo anduve con un zombi ya en los años 40.
La película de Romero fue desde el principio interpretada en una clave política: desde una proclama antiracista en un contexto de lucha por los derechos civiles por parte de la comunidad negra, ya que el personaje más destacado es un joven hombre negro que toma refugio dentro de una granja durante la noche y logra sobrevivir para finalmente ser abatido por equivocación por una partida de cazadores de zombies, hasta una visión surrealista de la descomposición de la sociedad estadounidense en el contexto de la guerra del Vietnam. Sin embargo Romero ha negado la elección de Duane Jones como actor negro, argumentando que él simplemente dio el papel a la mejor audición y que su pretensión no era plantear ninguna metáfora política sino hacer una película de terror. Pero es en la secuela Zombi (Dawn of the dead, 1978) , cuya promoción rezaba «Cuando ya no hay sitio en el infierno, los muertos caminarán sobre la Tierra», donde la lectura política del zombi se hace más evidente. Un grupo de supervivientes logra hacerse fuerte en un centro comercial, en el que cuentan con provisiones y refugio seguro hasta que los zombies comienzan a volver al edificio, tal como hacian en su vida, como un acto reflejo, como una reminiscencia de su vida de consumidores. Pero tembién se hace explícita la inoperancia de los vivos para llevar a cabo un proyecto común que asegure su supervivencia, lo que les llevará finalmente a acabar devorados por los zombies debido a su falta de cooperación. En definitiva, se nos presentan dos sintomas de la sociedad contemporánea: el individualismo competitivo del capitalismo frente al gregarismo del consumo… comportamientos aparentemente contrarios pero que hacen parte de un todo.
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Desde Consonni se está dando lugar al proyecto Quedénse dentro y cierren las ventanas, que explora la fascinación que ejerce en la cultura popular la figura del zombie, organizando desde hace unos años ya las Marchas Zombies (en Barakaldo y Madrid), y plantea una serie de reflexiones sobre la potencia de la figura del zombie como metáfora política, contando con diversas colaboraciones, entre otros de Jordi Costa y Jaime Cuenca.
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Marcha Zombie Madrid 2009
Que estamos viviendo un momento en el que la figura del zombie está siendo sometida a nuevas interpretaciones lo atestiguan no solo el proyecto mencionado anteriormente, sino también nuevos productos como la serie de televisión Dead Set. Que nos plantea una pandemia Zombie en el escenario de un reality-show . Dónde la casa de Gran Hermano resulta ser refugio seguro para sus participantes y parte del equipo de producción del programa durante un ataque zombi. Sin duda el gran acierto se da cuando la narración centra su foco de interés en las dinámicas psicológicas de los personajes para establecer patrones de inclusión/exclusión en una situación en la que la expulsión del grupo se traduce no ya en la eliminación del concurso sino en una muerte segura.
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Y para terminar este acercamiento al icono del muerto viviente en nuestros días, señalar que la última sorpresa ha saltado en el campo de la literatura con la aparición del manuscrito z, la versión zombi de «La Casa de Bernarda Alba» de Federico García Lorca. Según se cuenta en el blog How I Learned to Stop Worriying and Love the Bomb:
Esta nueva versión de La casa de Bernarda Alba ofrece lo que el subtítulo de la obra promete: «un drama de mujeres en una España llena de zombis». La introducción que la acompaña da respuesta a las preguntas que desde hace un año se han estado haciendo las pocas personas que ya conocían el texto, algunos avezados internautas y unos pocos estudiosos de Lorca como Ian Gibson. El «manuscrito z», como se denominó en círculos filológicos al texto de La casa de Bernarda Alba zombi, es obra de Pepín Bello, uno de los mejores amigos de Lorca en la Residencia de Estudiantes, y capitán intelectual del genial trío compuesto por Lorca, Buñuel y Dalí. Lo más sorprendente, como nos cuentan los autores de la introducción, es que en realidad, este «manuscrito z» es la forma que tenía originalmente la obra que al final acabó publicando Lorca con su nombre.
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En la introducción a esta edición de La Casa de Bernarda Alba Zombi podemos leer:
Por Pepín Bello sabemos de la profunda impresión que una película titulada La legión de los muertos sin alma (White zombie, 1932) produjo en Federico García Lorca. Se trataba de una película de Béla Lugosi que tiene la peculiaridad de ser la primera obra de ficción en que aparece un zombi denominándoselo como tal. La insistencia con que el término «zombi» se repite en el manuscrito «z» no es, por lo tanto, anacrónica y la autoría de Lorca queda en parte justificada por el dato proporcionado por Pepín Bello… si es que estaba diciendo la verdad.
Ahora bien, los zombis de La legión de los muertos sin alma son muy diferentes a los que vemos en el manuscrito «z» de La casa de Bernarda Alba o en películas posteriores. Hoy en día, gracias a las investigaciones de Zora Neale Hurston y, especialmente, las de Wade Davis, sabemos que la zombificación de un ser humano se provocaba mediante las prácticas haitianas de vudú utilizando una combinación de tetrodoxina (o veneno de pez globo) y de un extracto alcaloide de la planta de estramonio, que posee propiedades disociativas (Davis, 1985: 23). Al ingerir este compuesto, quedan suprimidas todas las funciones volitivas, aunque el sujeto retiene su capacidad motriz, así como un estado superficial de conciencia que le permite seguir órdenes (algo que nos recuerda a los métodos empleados por Hasan Ibn as-Sabbah y su secta de asesinos). En la práctica del vudú se hacía beber a ciertos seres humanos el compuesto descrito antes con el objeto de convertirlos en esclavos. La idea de una criatura sin mente gobernada por la voluntad de su maestro se acerca, pues, a la realidad histórica del zombi, y ése es precisamente el tipo de zombi representado en La legión de los muertos sin alma.
El problema es el siguiente: a pesar de que en el manuscrito «z» se utiliza más de una vez la expresión «los sin alma» (expresión que parece, sin duda, inspirada por el título en castellano de la película), el carácter de los zombis lorquianos resulta muy diferente al de los de la película de Lugosi.
Algunos filólogos se han apoyado en este hecho para cuestionar la atribución a Lorca de la autoría del manuscrito «z». Los zombis de La casa de Bernarda Alba no tienen dueño; andan por los campos a sus anchas, sin dirección ni concierto, y no parecen haber sido transformados en lo que son por obra de ningún veneno, sino por la mordedura de otros zombis o, a lo sumo, por contagio. Si el tipo de zombi que había en el imaginario popular de los años treinta era el del zombi envenenado, es decir, los zombis de Haití o los de la película de Lugosi, ¿de dónde surgen las criaturas sin dueño de Lorca? Para Ian Gibson la respuesta es clara: de George Romero.
¿UN TIPO ANACRÓNICO DE ZOMBI?
En efecto, los zombis que nos encontramos en el manuscrito «z» de Bernarda Alba son semejantes al tipo popularizado por las películas de Romero, desde La noche de los muertos vivientes (1968), hasta El diario de los muertos vivientes (2007). Un ser humano no se convierte en zombi mediante un acto de dominación, sino como consecuencia de la cadena trófica; dicho de otro modo, a pesar de estar muertos, los zombis necesitan alimentarse para sobrevivir y el componente primario de su dieta es la carne humana. Al ser mordido por un zombi, el humano se convierte, a su vez, en uno de ellos. El zombi de Romero no es, por tanto, una metáfora del poder, sino una metáfora de la condición humana: al seguir un mero instinto de supervivencia desprovisto de conciencia moral, el ser humano (y el zombi) extiende este mismo comportamiento hacia sus semejantes, que lo imitan perpetuando un modo de vida deshumanizado y mecánico.
La lectura política de esta metáfora es evidente tanto en la obra de Romero como en el manuscrito «z», máxime si tenemos en consideración la Guerra Civil. Gibson se basa en esto para afirmar que no debemos buscar en Lorca la autoría del manuscrito «z», sino en algún autor posterior al estreno de la primera película de Romero (Gibson, 2009: 78). Por plausible que nos parezca la teoría de Gibson, los nombres que aventura como posibles autores del manuscrito «z» (Vila-Matas, Juan Manuel de Prada) son, cuanto menos, discutibles, pese al gusto del primero por la falsificación literaria con objeto lúdico, y la acusada tendencia del segundo hacia el revisionismo histórico. Si Gibson está en lo cierto y el manuscrito «z» es una versión alterada del original lorquiano incorporando elementos de La noche de los muertos vivientes, tendríamos que buscar al autor de los añadidos en Pepín Bello. Sus declaraciones acerca de la afición de Lorca por los zombis (Castillo y Sardá, 2007: 48) son anteriores al descubrimiento del manuscrito «z», lo cual implica que Bello bien pudiera haberlas hecho mintiendo en la esperanza de que alguien las usara para atribuir a Lorca la autoría del manuscrito que dejó bien a la vista dentro del primer cajón de su escritorio. La redacción de este manuscrito sería, por tanto, una broma literaria (o quizá algo más) de Pepín Bello, nuestro «arquetipo genial de artista sin obras», como lo definió Vila-Matas, dando, al hallarse el manuscrito «z», un último retruécano a este oxímoron imposible: cuando, por fin, se descubrió que había dejado una obra, la hizo pasar por la obra de otro.»

El libro completo se puede descargar en pdf de aquí: http://rapidshare.com/files/236033227/la_casa_de_bernarda_alba_zombi.pdf

4 responses to “El zombi como metáfora política

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