Acoso laboral

Contra el miedo a la carencia, al sometimiento, a no poder negarse, a no poder escupir (rebelarse), y de la misma manera que haría un hámster, nuestras glándulas parótidas (conductos salivares), como en un gesto inconsciente de resistirse a tragar y, por tanto, de guardar ante la carencia, se obstruyen con adenomas (tumores benignos) y literalmente, no podemos comer. 

El hipotálamo, que es el regulador central de las funciones viscerales autónomas, endocrinas y nerviosas de nuestro cuerpo, desde el cerebro organiza conductas fundamentales tales como la liberación de hormonas de la hipófisis, la conservación de la temperatura corporal y la organización de conductas como la alimentación, ingesta de líquidos, apareamiento, agresión, etc. Ante una amenaza o riesgo, estamos diseñados para prepararnos para un ataque o una huída y, para tal fin, activamos y nos proporcionamos la mayor cantidad de energía posible. El hipotálamo, entonces, estimula una alarma que combina señales nerviosas y hormonales. Los diferentes sistemas de nuestro cuerpo aumentan la sensación de alerta, enfocan la atención, reducen la sensación de dolor, controlan el hambre, el sueño, los deseos sexuales, etc. Las glándulas suprarrenales liberan cortisol y adrenalina. El cortisol, aumenta la cantidad de combustible en la sangre (carbohidratos, glucosa y grasas) necesario para reaccionar a una respuesta . La adrenalina aumenta los latidos del corazón, eleva la presión de la sangre y aumenta la producción y utilización de energía. Cuando el cuerpo deja de percibir una amenaza, se regula automáticamente y la alarma se desactiva. Pero cuando el cuerpo está sistemáticamente enfrentado a situaciones estresantes (el acoso psicológico en el trabajo, o mobbing, es considerado un severo estresor psicosocial) la alarma permanece activa y el cuerpo funciona todo el tiempo en estado de alerta. Su activación nerviosa y hormonal constante deteriora el organismo generando diversas patologías fisiológicas. Cuando un sistema es afectado, todos lo son.

Todas nuestras convicciones acerca de la invulnerabilidad e ilusión de control personal,  de visión de un mundo afectuoso, justo y con significado, nos proporcionan sensación de estabilidad y control y, este equilibrio, es necesario para nuestro sistema conceptual. Pero cuando nos encontramos expuestos a estrategias de acoso de forma sistemática, cuando sentimos atacada nuestra dignidad de manera sistemática, recibimos un tipo de información incompatible con los modelos mentales existentes de comprensión del mundo. Ese ataque a nuestras creencias básicas, puede derivar en una intensa crisis psicológica o en la desintegración de nuestra comprensión de la realidad y de nuestro mundo interior. Esta ruptura cognitiva contribuye a generar en nosotrxs un profundo estado de desesperanza e indefensión, ya que los esquemas válidos previos nos resultan ineficaces para interpretar la situación de acoso. En este punto, desarrollamos trastornos de estrés postraumático, o reconstruimos un nuevo mundo con un sistema de creencias más adecuado a la nueva situación.

Libre descarga: Guía básica de autodefensa

Imagen en Rayos X de hámster comiendo


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