Lenguaje gráfico, condicionantes técnicos y alfabetización visual protagonizan la evolución del diseño de interfaz hasta un momento actual en el que grandes compañías, mediante gestos aparentemente altruistas como la liberación de entornos de trabajo funcionales, consiguen distribuir su presencia de forma universal.
Cuando salió la tecnología flash (creo que SVG ni siquiera existía. Macromedia compró el formato en el 96 y hasta 2001 no se incluyó SVG en la recomendación W3C) a mí me dio un subidón la primera vez que lo vi, comprendiendo el potencial que encerraba. Después de diseñar con vectores durante años para la industria editorial parecía un avance importantísimo (y lo era) en diseño web. Luego, entre la decodificación por hardware y lo cerrado del sistema, la cosa fue bastante perversa, tanto desde el punto de vista legal como funcional. Sin embargo, yo estuve haciendo mi página web con Flash durante mucho tiempo, perdiendo notoriamente capacidades semánticas, de indexación, de posicionamiento, etc, etc, sólo por el hecho de poder pensar y diseñar un interfaz como a mí me daba la gana y con mis capacidades de programación del momento (casi inexistentes).
He rescatado dos de mis páginas de aquel momento, la primera data de 1998, en la portada se me puede ver a mí con el número 76 en la camiseta, con mi madre y mis hermanos entrando al zoo de Madrid.
http://www.e451.net/viejuno-1/
http://www.e451.net/viejuno-2/
Hay que subrayar la incongruencia del metadiscurso sobre lenguaje gráfico en el tránsito desde el primer diseño al segundo, que paso a explicar:
En el primer caso andaba yo metido en la idea de rechazar el racionalismo y el diseño aséptico y tecnificado que tan bien había resultado a las diferentes industrias. Mi referente era, en aquel momento, una especie de retrofuturismo al estilo del capitán Nemo, muy en consonancia con las tendencias posmodernas del grafismo en la época.
En el segundo caso, cuando fue evidente que las estéticas posmodernas no habían impulsado procesos de emancipación individual sino, más bien, todo lo contrario y, por extensión, se hizo evidente que el diseño gráfico en sí mismo era una disciplina que no se podía sustraer a su dimensión mercantil, al menos en el ámbito profesional ampliamente dominante, giré radicalmente hacia una gráfica que trataba de suprimir el estilo, dejando que la función tomara las riendas del resultado estético, muy a menudo de corte feísta. Prescindir del estilo en un trabajo de diseño es imposible, aunque es interesante intentarlo, debido a los procesos que revela. Pero la contradicción a la que me refiero no es esta, sino otra. La segunda web que os enseño tenía la particularidad de utilizar la tipografía Times(a pesar de ser estéticamente repugnante) sólo por el hecho de estar presente en todos los ordenadores del mundo, lo que añadía una reivindicación de lo funcional que entraba en profunda contradicción con la incapacidad de la tecnología utilizada en el diseño web (Flash) para engranar semánticamente con la totalidad de internet. Era una página claramente disfuncional. La fealdad del diseño tipográfico ayudaba a subrayar esta reivindicación implícita de la función llegando incluso, este feismo que reivindicaba la función, a ser más importante que la propia funcionalidad de la página. Como ejemplo señalaré que los enlaces de texto están en color negro y en negrita en lugar de adoptar las convenciones de la época sobre enlaces (subrayado, color azul) ¡llegando incluso a advertirlo en una nota de texto al inicio de la página! «Los enlaces están en negrita». En fin…
En este escenario se vé cómo la función simbólica y la función instrumental en el ámbito del grafismo son inseparables (y recursivas), más que en otras disciplinas, porque en diseño gráfico la función instrumental está integrada en la función simbólica. Con otras palabras, transmitir unos determinados valores y connotaciones por medio del estilo es un objetivo del diseño gráfico, es su función.
Un amigo me decía en aquella época que era mejor evitar el diseño de interfaces con flash y yo lo defendía para casos especiales. El argumento se basaba en una comparación entre diseño de interfaz y diseño editorial. Igual que tenemos publicaciones que se salen de la norma, formatos raros, difíciles de coger, de leer o que no caben en la estantería (siempre son un fastidio), era posible hacer un diseño de interfaz poco funcional en internet pero con un perfil identitario completamente diferenciado.
Diferenciarse es, por lo general, incompatible con otro tipo de funcionalidad. Son dos cosas excluyentes: o eres diferente o eres funcional. El caso de los libros es ilustrativo. Todos los libros se parecen y los que no se parecen no caben en la estantería o son difíciles de leer, lo que pone de relieve la influencia de la función en el resultado estético. En el terreno del diseño de interfaz la cosa puede parecer ligeramente distinta, porque con un elevado nivel de excelencia técnica se puede conseguir, a la vez, diferenciación y funcionalidad, pero no. Los avances en diseño de interfaz, desde el punto de vista del estilo, están profundamente ligados a la alfabetización visual y el gusto predominante se consolida a la par que estos avances.
Para explicar este recorrido podemos pensar en cómo el diseño de interfaz ha evolucionado desde un estadio inicial, la imitación de un libro, un diseño plano, hacia el auge del skeumorfismo. Cuando los diseñadores de interfaz se dan cuenta de que pueden explotar las capacidades sensoriales más allá de la planitud con la que estaban acostumbrados a expresarse, empiezan a construir metáforas de objetos tridimensionales con texturas y volúmenes, imitando las cosas que podemos ver y tocar en nuestra realidad cotidiana. El hallazgo fue importante y desembocó en su uso descontrolado, sobredimensionado, produciendo un movimiento de reacción en contra que se ha llamado «flat design». Pero, curiosamente, el «flat design» no es en absoluto plano. El «flat design» es plano en algunas de sus formulaciones, pero aprovecha también la alfabetización visual derivada del skeumorfismo, integrando sutiles degradados de luz y efectos de volumen de distinto tipo aunque de una forma más comedida. Parecería que el «flat design» recoge la posibilidad de aprovechar las capacidades sensoriales y cognitivas que exploraba el skeumorfismo pero diciendo «sólo cuando sea útil para la función».
La diferenciación identitaria de cualquier diseño deberá circunscribirse estrictamente al ámbito del escenario conformado por la alfabetización visual y los hallazgos en diseño de interfaz, que evolucionan al unísono. O sea, uno puede ser diferente, pero sólo hasta cierto punto.
El problema, en el ámbito de internet, viene de la sofisticada autoorganización que impone su complejidad. Las personas perfilamos nuestras formas de interacción con los objetos que se presentan en la pantalla, pero también se va matizando la manera que tiene la información de relacionarse entre sí en la red y de adaptarse a diferentes dispositivos. Todo ello configura un escenario de engranajes que hace muy difícil el diseño de un interfaz totalmente funcional, con todo tipo de objetos con los que interaccionar, que deben adaptarse a distintos dispositivos, dedos de las manos, ratones, etc. Diseñar un interfaz totalmente funcional se ha convertido en una tarea titánica sólo abordable para grandes compañías. Y es aquí donde entran en juego grandes proyectos como Bootstrap o Material Design, ambos deudores del «flat design». Es gracias a la inversión de recursos de grandes empresas, Twitter y Google en este caso, que se puede desarrollar un sistema modular de diseño de interfaz totalmente funcional.
Aquí la jugada maestra, a nivel empresarial, es la liberalización del trabajo. No es que se libere el código para reutilizarlo, sino que se ofrecen todo tipo de herramientas para su comprensión y uso de forma que cualquiera puede desarrollar proyectos con Bootstrap o Material Design*. Por un lado, frameworks como Bootstrap (hay varios distintos) permiten una estructura de página funcional y Material Design permite el uso de un lenguaje gráfico con todas las convenciones visuales adaptadas a la alfabetización visual predominante en usuarios de internet.Y explico por qué es una jugada maestra.
Unamos ahora las conclusiones que hemos sacado anteriormente:
1) Por un lado, que la función determina en gran medida el resultado estético.
2) Por otro, que la funcionalidad total de un interfaz en internet es un desarrollo complejo inabordable para un pequeño proyecto.
Pues bien, estas empresas, al desarrollar marcos de trabajo que pueden ser utilizados libremente para cualquier proyecto, ponen al alcance de cualquiera estas cualidades funcionales inalcanzables para el populacho, pero están también diseminando su propia identidad de una forma que hasta ahora no se había hecho. ¡Están distribuyendo su propia identidad mediante proyectos que les son completamente ajenos! Algo completamente radical a la vez que totalitario. Las consecuencias de esta práctica aún están por ver. El poco tiempo que lleva Material Design en el aire ha producido ya muchísimas adopciones. No sé, serán millones o cientos de miles, todas ellas con su tufillo a la estética de Google.
Más allá de preguntarse en qué medida es aconsejable utilizar o no estos marcos de trabajo yo me preguntaría, lanzando un guante, si la comunidad que defendemos la producción distribuida no seríamos capaces de abordar este tipo de trabajo. ¿Se puede desarrollar un proyecto de este tipo y envergadura en colaboración? Ya sabemos que en otros ámbitos, fuera del diseño, sí es posible.
* Por ejemplo Polymer es una implementación modular de Material Design https://www.polymer-project.org/
Material design: http://www.google.com/design/spec/material-design/introduction.html
Bootstrap: http://getbootstrap.com/
«Grandes compañías, mediante gestos aparentemente altruistas como la liberación de entornos de trabajo funcionales, consiguen distribuir su presencia de forma universal». Muy bien visto.
Planteas los claroscuros de la «cultura abierta» y el open source cuando éstos se abordan desde una perspectiva empresarial, y no comunitaria. Google poliniza con su Material Design, facilita que sus esporas vuelen lejos y que broten muchos proyectos compatibles con su ADN…. y por tanto cultivables en su propia plataforma. Monsanto hace algo así con los transgénicos: el polen vuela, fecunda otros campos, y los convierte en híbridos estériles, creando dependencia. Lo significativo es que mientras Monsanto se impone por la fuerza (con la irreversibilidad de la genética), a Google o Twitter les basta con la comodidad: siempre puedes trabajar de otra manera, todo será que te tomes el trabajo extra de hacerlo.
Habrá empresas que lo hagan por pura filantropía, pero siempre hay un retorno, aunque sea en forma de notoriedad. Y en el caso de Google, el objetivo es claramente la adopción de su «ecosistema» al completo, la penetración seductora de su presencia en cada vez más ámbitos de la vida. Y lo que asusta es que hace tiempo dejaron atrás su lema de «Don’t be evil».
El problema no es que se adopte extensamente un enfoque de diseño, una librería o un framework, sino que se adopten los de una empresa particular de dudosos intereses. En proyectos comunitarios me parece algo fantástico y muy necesario.
«La funcionalidad total de un interfaz en internet es un desarrollo complejo inabordable para un pequeño proyecto.»
Aquí es donde veo la esperanza. No conozco mucho el caso del diseño web, pero diría que un sistema operativo completo es similar en complejidad, ¿no? Pues no sé si consideras elementaryOS un pequeño proyecto, pero empezó siéndolo (3-4 personas) y se ha convertido en una de las distribuciones de GNU/Linux más exitosas del momento. ¿Cómo? Haciendo justamente eso:
– Proponer un diseño cuidado y consistente, seductor para cierta comunidad harta de usar o programar en entornos poco gratificantes en cuanto a diseño.
– Desarrollar unas Human Interface Guidelines.
– Desarrollar su propio IDE (entorno de desarrollo integrado) para facilitar aún más el desarrollo.
– Liberar plantillas en .svg para facilitar el desarrollo incremental de propuestas por otros diseñadores (joe, si ¡hasta yo mismo me animé!) creando visiones que a su vez animan a programadores a convertir eso en código.
A su vez, Elementary no habría sido posible sin apoyarse en librerías anteriores: básicamente, el trabajo desarrollado por Gnome y por Ubuntu con los mismos principios y herramientas.
Lo curioso es que Canonical es una empresa y hace lo mismo con Ubuntu, pero la comunidad es capaz de tomar esos recursos y hacer algo distinto (elementary) apoyándose en ellos.
Pue sí, Elementary es un buen ejemplo. A eso me refería con proyectos «fuera del ámbito del diseño». ¿Sería posible hacerlo dentro del ámbito del diseño? El trabajo de MD consiste básicamente en desarrollar una semiótica de interfaz consistente en todos los aspectos, desarrollando estructuras de signos genéricos pero, a la vez, personalizables y estructuras funcionales en los distintos dispositivos de salida y entrada. Es una tarea enorrrrrme… De hecho, la sensación que tengo, después de ver el trabajo de google, es que no se puede hacer de otra manera, que no se pueden encontrar significantes estilisticamente distintos a los que ha diseñado google y que sean igual de funcionales. O sea, que han encontrado una forma de universalizar su estética o de asociar la únca estética posible en nuestro tiempo con la de google. Google zeitgeist.
¿Por qué consideras elementaryOS fuera del ámbito del diseño? Para mí sus HIG están tan dentro del ámbito del diseño como el Material Design de Google.
Es verdad, pero están calcadas de OSX. Me pregunto si se pueden diseñar unas HIG originales en una estructura de trabajo en colaboración, sin el respaldo de una gran corporaión que las financie, como es el caso de Apple. La pregunta sigue en pie 😉
La cuestión es que Elementary surge como la necesidad de tener en SL un interfaz con la calidad de OSX. O sea que ha sido Apple la que ha instituido la semiótica en la alfabetización visual colectiva.
“Grandes compañías, mediante gestos aparentemente altruistas como la liberación de entornos de trabajo funcionales, consiguen distribuir su presencia de forma universal”
Bootstrap (hablo sobre Bootstrap de Twitter, por hablar de un caso) es software libre, por lo que se puede usar para cualquier propósito y de cualquier manera: el que quiere usarlo tal cual, lo usa tal cual. El que quiere modificarlo y personalizarlo hasta hacerlo irreconocible lo puede hacer también. Funciona sobre estándares, de manera que se puede combinar con cualquier otro framework, añadirle funcionalidades que no tenga o sustituir otras que tenga pero no nos gusten. Al ser software libre todo el trabajo que ha hecho Twitter se puede usar y se usa para construir ese proyecto que preguntas si se puede construir de manera colaborativa y distribuida, y lo bueno es que Twitter es uno de los actores que colaboran: solo en Github hay más de 5.000 repositorios que tienen que ver con bootstrap: la comunidad lo adapta, lo modifica, lo usa, lo integra en otras plataformas…
Sobre si bootstrap ayuda a crear un ecosistema web más homogéneo hay mucho debate… En otros contextos en los que se han introducido herramientas de software libre que democratizasen su uso, la oferta de soluciones se ha diversificado, se ha alejado de la homogeneidad: sistemas operativos, impresión 3D, gestión de contenido web, internet de las cosas… No hay por qué pensar que con el diseño sería diferente, ¿no?
Entonces, ante la pregunta «¿Se puede desarrollar un proyecto de este tipo y envergadura en colaboración?» Sí, y además creo que Twitter Bootstrap favorece esa creación comunitaria, porque participa siguiendo las reglas del juego: abriendo el código.
Para mí el problema está, no tanto en una apropiación por parte de Twitter de un estilo, o un conjunto de funcionalidades o lo que sea, sino en la atribución por parte de todos nosotros, de manera inconsciente o no, de ese estilo, esas funcionalidades o ese lo que sea a Twitter. Bootstrap es diseño plano, pero el diseño plano ya se usaba antes de bootstrap; bootstrap es diseño responsive pero los que empezaron a hablar de diseño responsive no fueron los de twitter; Elementary utiliza una estética que previamente ha usado Apple, pero no se la atribuyamos a Apple.
Hay que reivindicar estos estilos, estos sistemas, estas funcionalidades como creación colectiva, que es lo que son: no es que estemos usando el estilo twitter, es que twitter es uno de los usuarios del estilo que hemos creado colectivamente.
Alfonso, gracias por sumarte. Creo que puedo suscribir casi todo lo que dices y son cosas que deben ponerse sobre la mesa en este debate. No obstante, algunas matizaciones:
Sobre el grado de imposición estética que se da en estos entronos de trabajo. Es más fácil defender el argumento de la personalización si se aplica Bootstrap (bien elegido ;))porque, aunque parte desde una estética concreta, es un framework que enfoca, sobre todo, cuestiones estructurales y de organización visual de la página. Con Material Design sería más difícil sostener el argumento ya que es una normativa estética propiamente. Evidentemente, los dos entornos de trabajo son personalizables desde el punto de vista estético, uno más que otro.
El asunto es que, por una parte, la propia organización estructural produce un resultado estético que se mezcla con distintos grados de personalización. Por otra parte tenemos el hecho de que el grado de personalización es directamente proporcional a los recursos invertidos. Es decir, aunque Bootstrap facilita muchísimo cualquier trabajo de implementación front-end y permite una personalización profunda, aún es necesario invertir energía y conocimiento para conseguir un mayor grado de diferenciación identitaria.
Entonces, y esto es crucial desde el punto de vista de la imposición estética, tenemos un eje de posicionamiento con la personalización total en un extremo y la estética de twitter Bootstrap en el otro. Nótese que una empesa ha acaparado uno de los extremos del eje de posicionamiento en el que se sitúan el 85% de los proyectos web que usan frameworks http://tech.wpgpl.com/CSS_Frameworks (gracias por el enlace). El resultado es que, en mayor o menor medida, el ecosistema huele a Bootstrap por todas partes. Y para constatar esto no hace falta siquiera este razonamiento, basta con acudir a la propia intuición.
Luego mencionas la cuestión, más bien subjetiva, de considerar o no las estéticas como propias de una u otra corporación, en donde haces una recomendación. Bien, aquí la cuestión es que son cosas que no podemos decidir voluntariamente. El enlace que podemos encontrar en el imaginario colectivo, que relaciona una estética determinada y una corporación, no puede modificarse meramente por una recomendación: «mejor piensa esto o piensa lo otro». Ese enlace es el resultado de una correlación de fuerzas en gran medida historiográficas. En el caso de Bootstrap, a pesar de haber liberado el código y formado una comunidad de desarrollo, el inicio del proyecto y su desarrollo principal se da en el seno de Twiter inc. y de una inversión centralizada de recursos completamente vinculada a Twitter.
Hay que reconocer, como dices, que ciertas estéticas, estructuras o métodos que se van estandarizando no son propias de una empresa, sino que son un resultado lógico del escenario actual en el que intervienen alfabetización, tecnologías, dispositivos y costumbres. Es cierto, pero lo interesante del caso es que las empresas encuentran un camino para establecer un enlace (más o menos fuerte dependiendo del punto el ecosistema) entre la estética y la empresa.
Podría parecer, después de estos comentarios, que estamos en desacuerdo, pero no. Estoy de acuerdo en lo que dices, aunque creo que estás enfocando las partes positivas de los frameworks, ampliamente reconocidas por la comunidad (y por mí). Este comentario trata de enfocar los posibles puntos oscuros para emitir una alerta sobre ellos, que es lo que estoy echando en falta en el debate. Uno de ellos es la dificultad que entraña la construcción de un framework funcional y, como consecuencia, el papel de las corporaciones que podrían estar empezando a capitalizar el escenario identitario global.
Me ha encantado el post, y me parece interesante el debate en comentarios.
Yo estoy un poco en línea con Alfonso: Bootstrap es libre, puedes usarlo «as is» o puedes personalizarlo. Ahora bien, el mismo hecho que hace que quieras usar bootstrap seguramente sesga y podemos presuponer que tienes pocos recursos (tiempo, o dinero, ergo tiempo, porque el dinero compra tiempo de trabajo) para hacer una personalización muy fuerte de bootstrap. Pero igual que hace 15 años sólo hacía falta que una persona hiciera un script para que una miríada aprovecharan un bug, ahora sólo hace falta que un grupo de trabajo con menos recursos que Twitter hagan lo mismo. Pensad en Cyanogen, convertido en distro de culto de Android.
A mí, más allá del altruismo o de si estas empresas ayudan a potenciar su propia marca mediante esta dispersión de webs y apps que usan sus líneas gráficas me surge una cuestión que precede a la eclosión de estos frameworks.
Cuando yo empecé a usar Internet (1998, cuando llegué a la universidad) cada web era un mundo. Hablo de su estructura: no había estructura dominante, cada uno había resuelto lo que quería, todo era caótico. En ese aspecto, al no haber precedentes ni consensos previos, todo el que quería una web debía tomar sus propias decisiones. Ser resolutivo, sí, pero sobre todo ser creativo. Como cuando hiciste esa web buscando romper con todo (la de la foto con la camiseta del 76).
Ahora mismo, sin embargo, estás escribiendo un post para resaltar la parte negativa (o menos positiva) de estos frameworks desde una web que contiene una cabecera, y dentro de esa cabecera un menú de navegación primario y una caja de búsqueda, con el contenido principal de la página a 2/3 del ancho de la misma a la izquierda, con una barra lateral a modo de «aside» a la derecha (1/3 de ancho) en la que aparecen módulos con enlaces a posts previos y comentarios recientes, con una sección de comentarios que se muestra bajo el contenido principal (2/3), …
Tu página tiene una distribución funcional de elementos similar al 80% de las webs, y similar al 95% de los blogs. No haría falta bootstrap para que tu página fuera cognitivamente muy similar a toda una mayoría de webs. Es posible que en ausencia de Material Design, Bootstrap o cualquier otro framework de estilo se vea un poco diferente. Pero es narcisismo: buscar diferencias entre dos páginas que por lo demás son prácticamente idénticas, aunque los botones tengan formas y colores algo diferentes. Porque los botones hacen lo mismo, y están exactamente en el mismo sitio.
La web, con la maduración del medio, sufrió de por sí un proceso «uniformizante» del que quizá estos frameworks no sean una causa sino un síntoma: al ser todas las webs parecidas, de repente me renta (como empresa) mantener un proyecto que oriente el diseño gráfico de las mismas hacia donde a mí me interesa, porque la población objetivo es numerosa y la experiencia me dice que buscan soluciones parecidas (porque veo sus páginas, y son todas «iguales»).
Como digo, excelente post, y mejor debate.
Hombre, Jose, qué alegría verte por aquí. Pues creo que das en el clavo, especialmente en el último párrafo, al referirte a los frameworks como un síntoma en lugar de una causa. Bien visto. Está en la línea de Alfonso cuando dice que los estilos no son propiedad de las empresas porque están generados de forma colectiva. En efecto, tienen algo de causa y algo de síntoma al mismo tiempo. Pero (sí, ese maldito «pero» de nuevo) independientemente de la correlación de fuerzas que desemboca en un resultado estético concreto, en la que pueden intervenir muchos actores distintos incluyendo el trabajo de las empresas sobre frameworks, el hecho de que el framework se pueda diseñar sólo desde el ámbito corporativo establece una ventaja competitiva a la hora de consolidar una asociación interesada entre estética y corporación en el imaginario colectivo. O sea, ese vínculo, que se expresa en forma de «aroma a Bootstrap y Material Design» de la www en general, existe.
Un abrazo y gracias por participar.
A mí esto me recuerda aquel poema/cuento de Grant sobre la máquina de hacer pan de Tom Smith y el quitar el hambre al mundo. Hay puntos de vista para todos los gustos, y el discurrir más probable sobre el devenir de estos productos originariamente altruistas es el que aparece narrado, y probablemente – aunque dicho con todas las reversas – la mejor protección contra ese fin sea que sigan capitalizados privadamente, en lugar de por un comité – Bonaparte dixit.
Para mí una parte de la cuestión es simple, un framework está para aligerar una parte del trabajo, vía reutilización; es una aproximación de ingeniería sobre las necesidades básicas de elementos básicos de construcción, lo que hagas con ellos y forma que tomen, es cosa de cada cual.
La compleja es que la apariencia de las cosas no está necesariamente asociada a esas necesidades funcionales básicas, y pueden exigir tanto esfuerzo como el desarrollo de framework, a riesgo de resultar incomprendido. Volviendo al mundo real del trabajo diario proponer algo absolutamente innovativo ( de ser aceptado ) suele acabar en una guerra de trincheras asediado por las de soluciones de compromiso, las fechas de entrega, las obligaciones presupuestarias y las otras hierbas que todos conocemos y que hacen que las cosas sean como son. Básicamente una cuestión de pragmatismo.
Moraleja (y nota mental), no editar texto sobre la marcha en el formulario de comentarios.
Acabo de ver Code rush, la historia del último año de Netscape como compañía independiente. El documental cuenta la carrera de los programadores de la compañía para liberar el código del navegador.
Muy ilustrativo de lo que cambia un sector, el de los navegadores web en este caso, cuando irrumpe el código abierto, de lo que puede pasar cuando una empresa libera su trabajo y su producto.
Downloading…
Muy rápido lo he dicho. Se la encargué al mediacenter, pero no la encuentra.
Está en youtube completo, en el enlace de mi comentario anterior. En torrent no hay seeds 🙁
Exacto vivimos en un » Cárcere cibernético» donde toda nuestra creatividad esta servicio de quén copia nuestros dadas y queda-se con nuestro contenidos, sin pago.