Carta abierta a la #OcuppyBiennale: ¿los contextos artificiales distorsionan las réplicas?

Ahora mismo nos encontramos dando los toques finales del próximo número de la revista Nolens Volens, esta vez sobre las relaciones entre el arte y el 15 M.

A modo de sneak preview, os adelantamos el siguiente texto, que ya fue publicado en inglés en takethesquare.net sobre la invitación que hizo la pasada Bienal de Berlín a los diferentes movimientos indignados a ocupar la Bienal. Su autora es Carolina de Acampada Sol.

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Carta abierta a la #OcuppyBiennale: ¿los contextos artificiales
distorsionan las réplicas?

Carolina Garcia

Han pasado unas cuantas semanas desde que comenzó la #OcuppyBiennale
(#OcupalaBienal). El marco fue/es un marco difícil: una exposición de arte
contemporáneo, probablemente la más famosa de Europa, en la que la mayoría de los
artistas pagarían por asistir con tal de añadir una línea más a su CV que incluya la
Bienal de Berlín. Sin embargo, los movimientos #occupy y #15M fueron invitados, no
por sus habilidades artísticas, sino por el proceso político que están viviendo en todo el
mundo.

Hubo bastante controversia a la hora de participar en un evento artístico, el miedo a ser «expuesto», el miedo a ser engullido por un evento «comercial», cuando el arte se transforma en un artículo de consumo y olvida su función de cuestionar la realidad y cuando la trasgresión vende incluso más que el arte; parece ser que la «gente» se aburre tanto en la sociedad que necesita «aventuras», así pues el arte tiene que vender aventura. Este fue el punto de partida de la Bienal, los visitantes del #15M/#occupy esperaban compartir una «aventura», la misma que miles de personas están viviendo en sus plazas, un proceso de desobediencia civil que continua en nuestros tiempos. Ese era el riesgo y el reto que se pretendía superar cuando al final aceptaron la invitación.

El afirmar que el movimiento #15M/#occupy ha sido un éxito en todo el mundo es difícil de mantener. España ha demostrado que el #15M ha cambiado a la sociedad, quizá los cambios no son todavía visibles, pero son tan profundos que suponen un punto de inflexión en la sociedad española, ya que no hay vuelta atrás a la situación que existía previamente. El movimiento #Occupy, extendido por todo Estados Unidos, puede que haya tenido el mismo efecto: el despertar de una sociedad que recupera la conciencia de la gente y su capacidad para decidir por sí mismos, cosas que antes parecían muertas o aletargadas. Pero en la mayoría de los demás países, ha sido un movimiento «bien intencionado» que no ha conseguido un gran apoyo popular ni ha alcanzado logros concretos.

No obstante, el reto era muy difícil: se necesitaba tener una motivación clara e ideas contundentes, y fue particularmente complicado encontrarlas en un entorno artificial, con un objetivo artificial, sin un grupo principal que pudiera favorecerlas y sin ningún vínculo verdadero que pudiera unir a la gente en la #Biennale square (#la plaza de la Bienal)

 

La institución

 

Cuando no participas en un movimiento, y ves cómo se desarrolla durante unos minutos o unas cuantas horas, no captas la idea de cómo surgió; no tienes ninguna pista que te indique que el espectador no es un espectador, sino que forma  parte del espectáculo. Uno puede imaginarse a sí mismo construyendo un muro (qué irónico resultaría esto en Berlín) ladrillo a ladrillo, y construirlo como una separación de lo que no queremos (corrupción, dominación, esclavitud mental, explotación de lo remoto, de lo desconocido, manos corruptas invisibles), y también como un nuevo medio de expresión (pintura, escritura…)

 El hecho de suponer que la gente que vino a la exposición no «observaría» el espacio del movimiento #15M/#occupy con la expectativa de que algo «sucediera» fue una forma equivocada de enfocar la participación del público en la Bienal. Fue un error creer que la gente participaría simplemente por sentir la necesidad de hacerlo, esperar que una construcción pudiera reproducir el proceso de las plazas como espacio público, pensar que las cosas «sucederían» de forma natural cuando el proceso en sí mismo era artificial, no en un sentido peyorativo, sino sólo para describir que la participación particular de la gente que ocupaba el espacio era necesaria. Esta participación o fuerza impulsora, se desarrolló de forma orgánica, la gente se organizó en las plazas como si hubiera una motivación política o moral (quizá hasta incluso material).

 Al mismo tiempo, la intención de los comisarios de la exposición de permanecer al margen  del proceso no funcionó como se había planeado. No es posible jugar en ambos bandos, y presentar un espacio autogestionado con limitaciones porque éste en realidad pertenece al marco de la exposición; la relación de poder entre el comisario y el movimiento «ocuppy» no se puede debilitar, de vez en cuando, ésta aparecía en escena y ni siquiera se produjo ninguna reacción ante esa situación.

 

Las Asambleas

 

La locura de la Asamblea, como algo intocable, inflexible, inmodificable, la creencia de que una Asamblea es algo más que una herramienta (entre otras cosas) de coordinación y toma de decisiones. El pretender que en una asamblea sea necesaria la presencia de todas las personas que han participado en las anteriores es excluyente. Cualquiera que pase por allí puede tomar una decisión, y no hay necesidad de esperar a una persona «especialmente implicada» como si fuera el «líder». Si la gente puede asistir, estupendo, y si no, tienen que asumirlo, lo que a veces provoca situaciones difíciles, pero es así como funciona una plaza, de acuerdo con la creencia de que todos pueden participar y formar parte de ella. Otra cosa esencial es la confianza. Se deben tomar decisiones aunque no estemos presentes, hay que confiar en el grupo, en las decisiones que se adopten durante la Asamblea donde la gente intercambia opiniones, y aporta argumentos y matices. No podemos fosilizar las decisiones con respecto a lo que se decidió en el pasado, la construcción de una plaza es algo vivo, en constante movimiento y al igual que las decisiones cambian, necesitamos un cambio, no hay nada que pueda garantizarse para siempre excepto el re-pensar cualquier decisión.

 En la Bienal, las asambleas programadas durante las primeras semanas no se respetaron. Nadie asistió, lo que nos da una pista del compromiso hacia un proceso de construcción colectiva, nadie tuvo la necesidad de hablar sobre los conflictos, sobre la situación  internacional,  de buscar soluciones o de cualquier otra cosa, aún así no se aceptaron decisiones en nombre de las asambleas.

 

El fascismo

 

Aunque pueda parecer increíble, hubo cierto comportamiento fascista entre algunos de los supuestos ocupantes que no representan lo que en realidad sucede en las plazas, donde el respeto y la escucha activa tienen cabida. Por el contrario, nos encontramos con una falta total de respeto e incluso las personas que se habían unido a esta plaza «artificial» se sintieron atacadas, lo que dificultó, en lugar de hacerles partícipes en el juego de la exposición, que permanecieran allí y se involucraran de verdad. El resultado de esta actitud fue que la gente se marchó de la #OccupyBiennale, hubo sentimientos de hostilidad, invitaciones a abandonar la plaza, un ejemplo fue la lista de correos electrónicos en la que se incluía un correo cuyo asunto era: «Exclusión del invitado ocupante antisocial, arrogante, antiartístico, y anti-individual».

 

Seguido en parte por:

 

«Las personas que provoquen conflictos constantemente,  que no acepten la decisión de asambleas previas, que digan tonterías, que mantengan una actitud arrogante e inflexible deberán marcharse. Necesitamos a gente constructiva y no a gente conflictiva. Estamos en Alemania donde reina la ley y el orden. Hasta en el movimiento alemán Occupy  existen leyes y órdenes que se han decidido en asambleas anteriores. Si no estás dispuesto a aceptarlas, es mejor que te vayas».

 

Una semana después y debido a la presión, explicaron que se trataba de «sarcasmo». ¿Resulta creíble? ¿Quién puede aceptar este tipo de comportamiento? ¿Dónde está el sarcasmo? Durante todo el proceso de la #OccupyBiennale, observamos algo que estuvo presente en la gente que vino como «invitados», «visitantes» e incluso a los que se les trató como «enemigos»: la existencia de ideas contundentes y de un «nosotros», a ese «nosotros» pertenecen los mejores, los ganadores, así es que la #occupy en vez de ser un espacio sin identidades, sin discriminaciones, se manifestó como una identidad exclusiva más.

 

Esto demuestra que el fascismo está presente, cuando permanecemos callados y no hacemos nada con respecto a este tipo de comentarios, y en particular, en un país con un historial repleto de deportaciones, fronteras, donde todavía resurgen viejas heridas y donde ciertos temas resultan delicados. Pero el problema no es que haya un fascista, hay muchos, y tendremos que plantarles cara, el problema es que nadie reacciona, ¿miedo?

 

El miedo

 

Este miedo nos lleva a adoptar una serie de comportamientos extraños: a permanecer callados cuando se produce un comportamiento intolerable, a respetar los roles establecidos por ser «invitados de una institución» y tener que respetar las reglas a pesar de no tener ningún sentido en nuestro contexto, a tener miedo de discutir y debatir  cuando existe una censura sobre ciertos temas de los que se habla, a restringir ciertos debates sólo a los alemanes porque los «foráneos» no comprenderíamos el contexto alemán. En lugar de entender que la construcción de un proceso global significa explicar los contextos, decodificar las ideas que pueden ser obvias para la población local pero no para el resto, sin embargo, un muro surgió de nuevo. Se creó un «nosotros» y un «vosotros», el diálogo dejó de fluir, uno tiene razón, el otro está equivocado, no es posible un intercambio, las posiciones son inamovibles. Esto no puede formar parte de una #plaza, donde no existe un razonamiento real  previo, donde está todo por hacer, donde todo se puede cuestionar y donde las soluciones se conciben a partir de los debates.    

 

¿Un proceso colectivo o individual?

 

Otra cosa que ocurrió durante la organización del «evento» fue que no hubo ningún pensamiento orientado a la construcción de lo común: un espacio común, un lugar de trabajo común, un objetivo común. La plaza era un contenedor, un registro de proyectos que se presentaban de forma individual en una exposición. ¿Cómo y por qué sucedió esto? Quizá no sea fácil responder a esta pregunta, mientras se nos llena la boca de palabras como colectivo, colaboración, nuestras practicas se alejan mucho de su significado. Por último, hubo falta de madurez política en el grupo, la tensión entre formar o no formar parte de toda la exposición generó una situación en la que al final se mostró a los «visitantes» una exposición, un modelo de lo que se supone que es una plaza que dista bastante de la realidad.

 

La gente que pertenece al supuesto movimiento occupy, con más voz que el resto, parece estar en su mayoría interesada en escribir sus nombres en las paredes de una exposición de arte famosa que les garantizará un beneficio adicional al incluirla en su CV mientras se olvidan de que uno de los principios básicos del movimiento es evitar cualquier lucro personal.

 

Las redes sociales presentan una perspectiva fundamentalmente histórica en la que se incluye a la gente y sus relaciones. El éxito de la Spanish Revolution (Revolución Española) se cimenta en el tejido social de la población. No se puede  decidir  sin más CREAR UNA PLAZA y esperar que este tejido social tenga una calidad cualquiera. La construcción  de las redes sociales necesita tiempo, esfuerzo y participantes.  Pero la  plaza de la OccupyBiennale, una plaza literal, rodeada de gruesos muros, no invita a nadie de fuera  a entrar dentro de sus límites físicos. Un ejemplo fue la intervención de Jérémie Zimmermann [1]de La Quadrature du Net que habló sobre el ACTA[2] (Anti-Counterfeiting Trade Agreement) delante de doce «foráneos» que ya estaban al tanto del tema. Nadie más estaba interesado. Quizá, ¿por qué ya sabían el alcance y las consecuencias del ACTA? Un colectivo habría respetado al «invitado» y le habría dado la oportunidad de transmitir sus opiniones.

 

Conclusiones

 

La construcción de una plaza artificial ha fracasado pero es bueno darse cuenta de por qué y entender el proceso. En primer lugar, es imposible escapar de los lógicas de las exposiciones e instituciones; podemos interactuar con ellos, podemos presionarles para que cambien algunas cosas, pero lo que no es posible es concebir un proceso de libertad real en su interior (como los que se vivieron en las plazas). Una plaza no tiene límites, ni restricciones, mientras que una exposición, aunque su  propósito sea diferente, tiene que establecer un límite entre lo que es la «propia» exposición y el espacio #occupy. Cuando surgen problemas, como la falta de espacio, se tienen que solucionar dentro de un espacio predefinido y limitado, a ser posible sin «alterar» otras partes de la exposición. No se puede cuestionar el concepto de los roles que desempeñan cada una de las partes de la exposición, y por último, hay un comisariado, por lo que la #occupyBiennale  tuvo su recinto, y cuando se descubrió que no satisfacía las necesidades de todos los «ocupantes», se produjo una batalla por el espacio que sólo se pudo resolver  haciendo que la gente se marchara.

 

No se pudo crear un espacio incluyente, no sólo por lo anterior, sino también por la falta de objetivos y opiniones políticas de la gente más implicada, por la incapacidad de establecer debates sobre los conflictos, las soluciones, las experiencias, una «charla» sobre el espacio donde no se pudo sentir ninguna inteligencia colectiva. Queda mucho por aprender sobre los procesos colectivos, la presencia de la gente en las plazas, donde participa  un alto porcentaje de la población, supone un profundo cambio social. Al final, esto conlleva un cambio en las normas sociales, un cambio en nuestras actitudes, incluso cuando pensamos que éstas son  aparentemente las mejores, se abre un espacio en el que se cuestiona lo incuestionable, pero nunca sabremos cuándo o por qué estos cambios suceden, son espontáneos e impredecibles.

 

Entretanto deberíamos ser capaces de recordar que no estamos jugando al juego de las asambleas, de las plazas, la gente está sufriendo. Los motivos son muchos, las injusticias provocadas por la destrucción de la asistencia social, que irá a peor y que incluso afectará a los países ricos, la gente muere a diario en su lucha por la libertad y los alimentos. El activismo no es una meta, algo que hacemos en nuestro tiempo libre, el objetivo es cambiar e interrumpir la lógica del sistema, construir un nuevo mundo, no emprender un proceso sin ningún objetivo. Se está produciendo un movimiento global fuera, muchos países están buscando alternativas y por primera vez en la historia, el conocimiento está más repartido, hay herramientas para ponerlo en común, tecnologías que facilitan la información, la comunicación y la toma de decisiones y que se pueden poner de nuestra parte si las defendemos, así pues mientras el viejo sistema se colapsa, tenemos la oportunidad de crear un cambio global y un mundo mejor para todos. ¿Lo haremos?

 

Para olvidar el miedo tenemos que sentirnos libres y esto no pasó en la #OccupyBiennale.



[1] N. de la T.: Jérémie Zimmermann es el portavoz y cofundador del colectivo francés La Quadrature du Net, con sede en París, que defiende y promueve la libre circulación de la información y el conocimiento en Internet.

[2] N. de la T.: ACTA (Acuerdo Comercial contra la Falsificación) es un acuerdo que propone crear normas internacionales que protejan los derechos de la propiedad intelectual con el propósito de evitar la falsificación de bienes, medicamentos genéricos y la piratería en Internet.

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