¡Catalanes, españoles y quién sea… Un esfuerzo más!

¿De verdad queréis ilusión? ¿Y si de lo que se trata es de inventarnos el país que todavía no ha existido nunca?
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Este texto es una invitación de Espai en Blanc para escribir juntos todo aquello que no cabe en el nuevo consenso nacional: voces disonantes, vidas discordantes, identidades inclasificables, lenguas no codificables. Es una invitación a romper el código expresando, analizando y proyectando cuáles son los tonos, los sonidos, los valores y las ideas que configuran nuestros lugares comunes, el mapa de los lugares donde verdaderamente queremos vivir. Con los textos y otras aportaciones que recibamos antes del 28 de febrero de 2013 trataremos de hacer un libro que nos ayude a respirar.


Cuando la crisis empezaba a convertirse en un campo de batalla, cuando la evidencia de la estafa y de la ofensiva de las élites económicas comenzaba a alentar nuevas luchas, cuando nuevas formas de politización redibujaban el mapa de las ideologías, las identidades, las generaciones y las procedencias sociales, una cuestión ha venido a imponerse sobre todas las demás: la cuestión nacional. Para muchos ha sido una sorpresa. Para otros, un sueño largamente anhelado. Pero para todos ha supuesto una llamada al orden que nos ha obligado a tener que tomar posición y a tener que articular nuestras ideas y nuestras prácticas, profesionales, políticas y personales, bajo los colores de una bandera. Reliquias de unas militancias antiguas y desgastadas, ahora las banderas lucen en los balcones, en los avatares de las redes sociales y en los carteles electorales. Pero lo que es peor: sus barras rojas, haya dos o cuatro, lleven estrella o no la lleven, imponen los límites de lo que podemos pensar.
Estos límites tienen que ver con la forma Estado. Ante el terremoto de la crisis, que ha abierto las preguntas más fundamentales sobre cómo queremos vivir juntos una vida digna, la cuestión nacional ha impuesto una respuesta: la respuesta es el Estado. Un Estado propio para Cataluña, un Estado unitario para España o un Estado federal (¿de quién sería?). Tres posiciones, tres ideologías, tres identidades, quizás… Pero en el fondo, una misma respuesta que oculta el verdadero problema.
Nuestra pregunta es: ¿nos conformamos con esta respuesta? ¿Es el Estado la clave que debe dar la vuelta a la situación de guerra social que el mismo poder ha declarado? Los que escribimos esta invitación no nos creemos ni queremos esta respuesta. Como muchos vemos la maniobra política que unos y otros están haciendo. Y como tantos, desconfiamos de cualquier respuesta que ponga nuestras vidas en manos de una idea preconcebida de Estado, cuando el mismo Estado-nación está en crisis. No queremos decidir a qué Estado someternos. Queremos pensar políticamente qué significa hoy vivir juntos y desde qué estructuras hacerlo.
Sin embargo, no basta con decir que la cuestión nacional es una simple cortina de humo, un juego electoralista que bajará como un soufflé cuando pasen las elecciones. De hecho no ha sido así. Las elecciones han pasado y todo sigue más abierto que nunca, precisamente por el fracaso en el intento de crear una voluntad única, de un pueblo único. Por un lado, la crisis y las medidas neoliberales siguen avanzando imparables de la mano del nuevo gobierno, por otro lado, el debate entorno a la cuestión nacional se plantea en una situación aún más polarizada.
¡Catalanes, españoles, y quién sea… un esfuerzo más!
Si el discurso nacionalista, español y catalán, tiene tanta fuerza es porque trata de cuestiones importantes y se alimenta de problemas no resueltos. Problemas que nos tocan y que no debemos dejar que piensen por nosotros. Por eso os invitamos a hablar, a formularlos sin miedo, con nuestras palabras y no con las respuestas codificadas por el nuevo escenario de consenso estatal. Los problemas no resueltos son muchos, pero quisiéramos destacar tres, para abrir esta invitación:
1. Para empezar, España es un problema no resuelto. Todo el mundo apela actualmente a los errores y los falsos consensos de la Transición. Por fin se agrietan sus muros, construidos sobre el miedo. Pero, ¿qué España sin estos muros, sin este miedo? En un Presentimiento apelábamos a la frase que apareció en Sol el 27 de junio de 2011, durante el desalojo de la plaza. Cataluña: «si Barcelona no tiene miedo, Madrid no té por». Nos pareció el indicio del lugar donde queremos vivir: juntos en la lucha, y juntos en la riqueza de las lenguas que, sin miedo, podemos compartir. Ahora nos gustaría pensar con vosotros este país, las condiciones, las fórmulas y los desafíos de este lugar común.
2. En segundo lugar, la convivencia de las diferencias (culturales, lingüísticas, religiosas, raciales, sexuales, etc.) es también un problema no resuelto que el Estado, como cuerpo político y jurídico, no consigue resolver. Los últimos 50 años, después de la segunda guerra mundial, fueron los del multiculturalismo, el cosmopolitismo y la interreligiosidad. Con la crisis, estos discursos han mostrado su debilidad. Los conflictos identitarios y las prácticas discriminatorias encuentran, de nuevo, justificaciones teóricas, ideológicas y religiosas que se expresan sin vergüenza desde las instituciones políticas y académicas más poderosas. Pero las sociedades ya no pueden simplificarse… por suerte. ¿Cómo vivir a la altura de esta complejidad? Ya no nos basta con el discurso de la diferencia. Necesitamos palabras e imaginarios nuevos para decir quién y cómo somos sin sentirnos mutilados, marcados, codificados… Y sin empezar a matarnos unos a otros. Probémoslo en estas páginas. Digamos, con palabras e imágenes, de qué materiales estamos hechos, qué lenguas hablan a través nuestro, cuáles son los referentes, los afectos y los imaginarios que articulan nuestros mundos.
3. Finalmente, la cuestión de la soberanía política también es un problema no resuelto y que actualmente ha desbordado, de manera clara, los límites del Estado-nación. Derecho a decidir: ¿de quién y sobre qué cuestiones? Por un lado, vivimos con la certeza de que las instancias políticas tradicionales han perdido todo poder de decisión. De ahí la impotencia y la desafección política. Por otro lado, últimamente parece que un nosotros anónimo, pueblo para algunos, multitud para los demás, simplemente gente para la mayoría, ha vuelto a aparecer, en las plazas y en las calles, dispuesto a tomar la vida en sus manos. Por un cierto tiempo, hemos dejado de ser ciudadanos individuales, abstractos sujetos de derecho, meros clientes y consumidores. Pero, ¿qué puede esta fuerza anónima? Hace dos años, en la revista de Espai en Blanc «El impasse de lo político», planteábamos la cuestión de la organización. Ahora ya vemos que no se trata sólo de la organización de la lucha social, sino de organizarnos para emprender directamente la construcción de otra realidad social y política. Ya se ha empezado a hacer, desde la apuesta por la economía social, las asambleas de barrio y las plataformas ciudadanas que se están constituyendo en torno a temas tan fundamentales como la educación, la sanidad, la vivienda o la alimentación. Pero hay que ir más allá y es urgente. Desde diferentes países y territorios de Europa se invoca la necesidad de poner en marcha un proceso constituyente desde abajo. ¿Podemos pensarlo como una fuerza capaz de dibujar de nuevo los mapas administrativos que ya existen? La pregunta es sencilla pero radical: ¿quién queremos que sea el protagonista de este proceso? ¿Los catalanes? ¿Los españoles? ¿Los europeos? ¿O quién?… ¿Con quién queremos compartir? ¿Con quién queremos decidir?
¡Catalanes, españoles y quién sea… Un esfuerzo más!
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Esperamos vuestras ideas y propuestas, vuestras palabras, sueños y gritos para trazar el país que todavía no ha existido nunca. Las esperamos antes del 28 de febrero de 2013.
Para enviar vuestras contribuciones escribir al correo de Espai en Blanc («Contacta«). Podéis mandar artículos (máximo 10.000 caracteres), escritos personales breves, fragmentos, imágenes (en blanco y negro)…

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