Goytisolo y Debord

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Michelle Bernstein & Debord

Sobre el reciente premio Cervantes, Juan Goytisolo,  y su relación con Guy Debord

«A mi tímida y primeriza actitud de despego frente al cliché incial de París y sus valores consagrados, contribuyó quizá mi conocimiento casual, no sé cómo ni dónde, de una pareja de intelectuales muy jóvenes: Guy Debord y su compañera de entonces Michele Bernstein vivían en un hotel de la Rue de Racine contiguo al bulevar Saint-Michel y editaban una revista titulada Potlatch, órgano de su minúscula Internacional Situacionista. Enemigos mordaces e implacables de todo el establishment literario, envueltos en querellas intestinas y exclusiones feroces que remedaban a veces con humor el lenguaje terrorista de Breton y los procesos estalinianos, poseían una curiosidad omnívora y una visión de las cosas desmitificadora y aguda.

Su admiración por el Palacio Ideal del Facteur Cheval, la afición a pasear por lugares y escenarios en los antípodas de los circuitos turísticos y monumentos o vistas celebrados, se avenían con mi incipiente experiencia y le procuraban una justificación intelectual de la que carecía. En su consecuente y saludable desprecio a todo lo burgués y acomodado, Debord y su amiga solían visitar los cafetines árabes existentes entonces en la Rue Mouffetard y callejuelas de Maubert-Mutualité adyacentes al Sena y me llevaron un día en autobús, desde la Gare de l’Est, al arrabal proletario de Aubervilliers, a un tugurio frecuentado por viejos exiliados republicanos españoles cuyo dueño y muros fueron filmados,si mal no recuerdo, en la hermosa película de Carné y Prévert sobre los niños miserables del barrio.

La adecuación sutil de mis gustos a los suyos, reafirmada con el paso de los años, concede un valor bautismal, premonitorio, iniciático a aquel primer recorrido con ellos por unos distritos que pronto rastrearía por mi cuenta con asiduidad: ese París compacto,vetusto y destartalado, surcado por canales, viaductos, ferrocarriles y arcadas de metro herrumbrosas que, de Belle-ville a Barbes, se condensa en escorzo como la lámina ilustrativa de un «Paisaje Fabril» de un viejo y sobado manual infantil de Lecciones de Cosas. La metrópoli armoniosa,cosmopolita, elegante que me deslumbrara en mi primera visita -la famosa segunda patria de todos los artistas,cantada tanto por la «generación perdida» como por sus discípulos latinoamericanos-, perdería poco a poco su seducción primitiva ante un ámbito urbano bastardo y alógeno, contaminado y fecundado por el choque e imbricación de diferentes culturas y sociedades. Cuando ya de noche,atravesaba con Debord y su compañera la Rue d’Aubervilliers y bordeaba el mecano gigante del Boulevard de la Chapelle, distaba mucho de pensar que algún día la mera idea de cruzar el Sena para acudir a alguna cita a los barrios intelectuales de la Rive Gauche en los que entonces vivía, me resultaría tan enojosa y remota, digamos, como la de emprender un safari en Kenya: mi querencia casi animal al Sentier y su continua improvisación creadora no admitiría después otras escapadas que a aquellas áreas frondosas,abigarradas también y llenas de estímulo en donde, guiado por el instinto zahorí de mi iniciador, rompía precisamente las suelas»

Extracto de Coto Vedado (1985) Juan Goytisolo

«Su lugar preferido era Aubervilliers. Con él y su compañera cogí más de una vez el autobús que iba de la Gare de L’Est a la zona de su querencia: recuerdo que en el curso del trayecto divisé a los magrebíes que acuden aún al mercadillo desmontable de debajo del metro aéreo del bulevar de La Chapelle y contemplé el panorama de viviendas grises de una desaparecida zona industrial que se extendía desde la capital hasta los canales de aguas muertas que Jean Vigo retrató en su película. Nada de eso figuraba en las guías y su descubrimiento lo debo a él.

El punto de destino de Debord era un café de refugiados republicanos de la guerra civil española. Nos sentábamos allí entre vecinos del barrio de diferentes países y lenguas, a mil leguas del París grandioso y culto a cuya llamada había acudido desde una Barcelona asfixiante por asfixiada y sujeta a una brutal camisa de fuerza. Yo no podía adivinar que estas incursiones con Debord serían quizá la semilla de una educación en la que la nueva forma de captar la polifonía caótica de la ciudad -de su espacio abigarrado y mutante- valdría tanto como el magisterio de Cervantes. En el Sentier, Barbés, Manhattan, Estambul, Marraquech, me adiestré así a la escucha de una música urbana disonante para oídos no avezados a la ruptura y violencia de su gestación, pero para mí aguijadora y bella.

Mi relación con Debord se cortó aquí y fue decisión mía. En 1956 me instalé en París, con todas las ínfulas y vanidad del escritor primerizo que ve su nombre y fotografía en los periódicos y magazines literarios: una fama que, ayer como hoy, tiene muy poco que ver con la calidad de la obra. Sabía que Debord despreciaría con razón mi efímera condición de novelista mediático (los surrealistas habían prevenido ya, «toda empresa o idea que triunfan corren fatalmente a su ruina»), y no aprobaría tampoco mis nuevas amistades situadas en la órbita de Gallimard y Les Temps Modernes. Nos cruzamos una vez de noche, en una calle de Amsterdam -yo iba con Monique Lange y Genet- y no sé si me vio. En cualquier caso, no nos saludamos».

Extracto de Guy Debord y la Internacional Situacionista, Juan Goytisolo (Artículo publicado en El País, 1 de julio 2003)

5 responses to “Goytisolo y Debord

  1. Así se explica que acepte la podrida distinción del estado… En un momento que, por unas cosas o por otras, tantxs la están rechazando.

  2. EL FANTASMA DE GUY DEBORD
    CONTRA LA CANALLA INTELECTUAL ESPAÑOLA
    Comencé a escribir este texto, unos días después de la abajo mencionada búsqueda en internet de material de Debord, en el cercanías que me llevaba a París, y lo continué en un banco de la Place d’Italie antes de llegar a la fiesta de un amigo, cuando, a pesar de lo que digo a continuación, una cierta indignación continuaba a flor de piel, lo cual siempre es necesario para que no decaiga la tensión. Pensaba hablar en principio sólo de los artículos de Goytisolo y de Vila-Matas, y ahora que finalmente he leído el artículo de Arrabal comprendo que la primera era la opción correcta. En su infernal artículo, escrito unos días después de la muerte de Debord, Arrabal, simplemente, no dice nada. Seguramente porque nada tiene que decir. Y se limita a evocar, a partir de una conversación fortuita en los pasillos de un laboratorio cinematográfico donde ambos trabajaban en sus respectivas películas, su (de Arrabal) relación con el infierno desde su infancia, aprovechando así para demostrar su gran sabiduría mitológica, que no ponemos en duda desde luego, pero que resulta completamente innecesaria para recordar a Debord. De éste, -además de llamarlo “doctor en nada”, sumándose así a los calificadores universales que encuentran cierta gracia en descalificar irónicamente cuando ellos, simuladores de malditos, lo consideran un elogio-, sólo encontramos algunas citas de “La sociedad del espectáculo” colocadas como al azar, como haría todo hijo del espectáculo y de la farándula mediática vanguardista. El creador del situacionismo por lo menos se mantuvo a la altura de lo que rechazó. Nos endiña el colega al final del último párrafo, es decir, su vida, sus ideas, sus acciones fueron desastrosas pero al menos supo ser consecuente consigo mismo hasta el día de su muerte. Pues sí, habría que contestar, al menos él nunca trabajó para el Estado, el Capital o sus muchos tipos de guardianes represivos o intelectuales.
    Y como colofón me acabo de topar con la necrológica publicada por el País el 3 de diciembre de 1994. Tras comenzar exponiendo los intentos de recuperación de comunistas, anarquistas e izquierdistas su autor añade: Imposible. Debord también leía a Jorge Manrique, Baltasar Gracián y François Villon, y, sobre todo, bebía. Aquí sí que me permito no hacer ni un solo comentario.
    * * *
    Dejar que la rabia se apacigüe para que nuestros insultos sean más certeros. Eso aprendí yo de Guy Debord o, para no caer en la misma mistificación de mis protagonistas, de la Internacional Situacionista y la Internacional Letrista. Y una vez que la rabia ha pasado ¿por qué leer dos artículos de El País? A lo peor por el mismo misticismo que llevó a estos dos sujetos a escribir estos artículos. O a lo mejor por cierto aburrimiento masoquista, por un cierto spleen de París, por citar a vuestro adorado Baudelaire. No importa.
    El caso es que si uno escribe “Guy Debord” en Google España lo primero que aparece son estos artículos, y uno más de Arrabal que hasta ahora no había leído. Y al leer estos dos artículos ¡en El País! uno no puede evitar sorprenderse. ¿Es que estamos acaso ante dos revolucionarios (carcajadas en lata) o algo por el estilo? Claramente no, ellos mismos lo dejan bien claro casi desde el principio de sus bien-pagados artículos.
    Uno, Vila-Matas, aprovecha la oportunidad para hacer literatura, en el peor sentido de la palabra. No hay ni una maldita idea en su brillante anunciamiento de la vuelta del situacionismo, madre mía, el tío profeta ni siquiera sabe, o hace como si no supiera, lo que detestaban los situacionistas el término situacionismo. ¿Cómo va a volver algo que nunca ha existido? -dirían ellos. Afortunadamente nada ni nadie va a intentar que vuelva. Y la revolución, si un día conseguimos que llegue, pondrá a estos individuos en su sitio, en sus escondrijos atemorizados del, para ellos, populacho salvaje, rodeados de sus estéticas literaturas “subversivas”.
    El otro, Juan Goytisolo, que reconoce abiertamente haber preferido el camino de la fama y el agasajo literarios, como sus ídolos Sartre, Camus o Malraux, con una literatura mucho más sencilla que el anterior, se dedica a evocar el tiempo en que conoció a Michèle Bernstein y Guy Debord. Y aunque no dudamos que fue así, me permito recordarle que en 1954 la parejita no pudo mostrarle ningún número de la revista Internationale Situationiste ya que el primer número de la misma no apareció hasta 1959, aunque imagino que esto no es más que un lapsus de escritura o se refiere más bien a Potlach, el boletín de la Internacional Letrista. En cualquier caso eso no tiene demasiada importancia. Lo que aquí llama la atención es que un afamado escritor de su categoría y su posición social, ese sueño suyo hecho realidad, se dedique a alabar a un tipo al que conoció en su mejor momento y antes de participar en uno de los acontecimientos más importantes del siglo XX, y del que se apartó conscientemente, de la I.S. quiero decir, él mismo lo dice sin pudor, para abrazar su sueño de gran escritor de pacotilla, cosa que como digo ha alcanzado con creces. Desengáñate Goytisolo, a pesar de todos los éxitos intelectuales y literarios cosechados, de lo único que puedes presumir es de haber conocido a un proscrito del mundo cultural y artístico, a un pseudofilósofo de suburbio.
    Una vez dicho esto, y dejando tranquilos en sus aposentos del limbo de la cultura a estos tres individuos, sólo me cabe decir que espero que estos tres artículos sirvan o hayan servido en su día (son de 1994, 1999 y 2003) para dar a conocer a algunos jóvenes ávidos lectores ese movimiento revolucionario que fue la Internacional Situacionista para que, si es posible, aprendan a despreciar, no creo que se merezcan el odio, a estos impostores como en su día hicieron los situacionistas con sus ídolos Sartre, Camus, Robe-Grillet, etc. He vivido, en suma, en todas partes excepto entre los intelectuales de ésta época. Lo cual es natural, ya que los desprecio ¿a quién que conozca sus obras completas le extrañaría? Escribía Debord en 1985 en “Consideraciones sobre el asesinato de Gérard Lebovici”.
    Por si no ha quedado claro repito que estos tres artículos aparecieron en El País, busca, a lo mejor los encuentras similares en las páginas de sus amiguitos de El Mundo, nunca es mal año por mucho enterrador. Estos tres artículos están por tanto blindados por el copyright adorado de los artistas millonarios y las multinacionales explotadoras. ¿Qué pensaría Goytisolo de la inscripción -todos los textos publicados en “Internationale Situationniste” pueden ser libremente reproducidos, traducidos o adaptados, incluso sin indicar su fuente- en las revistas de la I.S. que sus amigos Michèle y Guy le enviaban? Parece que nada, porque ha demostrado no haber aprendido nada.
    Por las fechas en que leí estos artículos, un grupo de activistas interrumpía la emisión de France Culture, en el teatro l’Odéon en el Barrio Latino de París donde celebraban el aniversario del mayo francés simulando su ocupación, para denunciar públicamente la detención de dos compañeros bajo la ley anti-terrorista por llevar clavos y bengalas de humo, en un intento por aplacar las luchas contra los Centros de Retención para Sin-papeles. En España el sindicato anarquista CNT mantenía un conflicto abierto contra los secuestradores de la cultura en nombre de los “derechos de autor” (SGAE). La crisis no había hecho su aparición en los media aunque la mayoría de los trabajadores ya la sufría. El movimiento revolucionario de Oaxaca había sido aplacado unos meses antes y las revueltas griegas no habían encontrado aún su desgraciado detonante para ponerse en marcha. No cuesta trabajo imaginarse la opinión de nuestros intelectuales al respecto de todas estas luchas y de muchas otras en las que se baten miles de activistas en el mundo, en todos los frentes, para que un día la revolución lo barra todo… como ellos, los situacionistas, un día soñaron e intentaron, pero sin necesidad de que vuelva el situacionismo, utilizando sus teorías en la medida de nuestras posibilidades y de su pervivencia, no enterrándolas como pretende la canalla intelectual de todo el mundo, como se ha podido comprobar en el cuadragésimo tiro de gracia que las conmemoraciones del 40 aniversario le han propinado al mayo del 68.
    Haciendo una imagen que seguro que agradaría a todos estos asalariados de la intelectualidad, a estos trabajadores de la “industria de la propaganda” en términos de Ted Kaczynski, terminaremos diciendo que ellos creen que está muerto, pero el espectro de Guy E. Debord vive aún para desacreditar a recuperadores, aprovechados y contrarrevolucionarios de todo tipo.

    jose a. miranda

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