La identificación de la vida con la supervivencia

Raoul Vaneigem

LA IDENTIFICACIÓN DE LA VIDA CON LA SOBREVIVENCIA ES UNA DE LAS MENTIRAS FUNDADORAS DE LA CIVILIZACIÓN MERCANTIL

La sobrevivencia es la forma economizada de la vida. En cualquier tiempo, la existencia de individuos y colectividades no ha sido más que un infierno con aire acondicionado. Los únicos cambios apreciables se limitaron a traducir, de acuerdo con las tormentas y apaciguamientos de la historia, las variaciones de lo intolerable.

Porque la vida economizada, la vida sin vida, ha sido siempre un lugar de decepción y de desolación, a tal punto que la imaginación angustiada ha abogado por otro lugar tan admirable pero que es preciso morir para poder alcanzarlo.

Ciertamente, los ricos vegetan más cómodamente que los pobres, pero en términos de ser feliz, ¡nada de nada! La culpabilidad, el miedo, la frustración, la amenaza de la morbosidad omnipresente los persigue del mismo modo, como si su absurda carencia de vida, multiplicara los espectros de esta locura evocada por Erasmo, Brandt y Quevedo. Explotadores y explotados se relacionan con terror endémico, temiendo a la daga que puede brotar de cada mano amiga o enemiga. El desliz mental y la explosión de violencia indiscriminada tienen caprichos en cada esquina.

Pero desde esta esquina callejera rabiosa, la conciencia humana también está abriéndose camino. Fue necesaria una renuncia a toda prueba para acomodarse a lo largo de las horas y de los siglos a este exilio de sí mismo donde vemos los deseos más
ardientes volverse su contrario y son empujados a la tumba a cualquier edad.

¿A qué masoquismo religioso y profano nos entregamos para atribuir – a un castigo divino, a una caída decretada por mandato celestial o debida a alguna malformación ontológica – esta frustración que nos lleva a desgarrarnos y a desgarrar a otros?

El saqueo de la Tierra con fines de lucro la ha reducido a un «valle de lágrimas” donde la mujer, el hombre y el niño deben «ganarse el pan con el sudor de su frente”. La expresión bíblica expresa con una loable precisión a qué ruptura y a qué desviación el proceso de evolución ha estado confrontado luego que, en unos pocos milenios, las civilizaciones basadas en el
nomadismo y la recolección de recursos naturales, la igualdad del hombre y de la mujer pasaron a una civilización que desarrollaba la agricultura intensiva y comercio competitivo al basarlos en sociedades sedentarias jerárquicas, patriarcales y militarizadas.

En resumen. El homínido se vio involucrado en una civilización donde el humano ha sido desposeído de su ser en beneficio del tener. La empresa del trabajo hasta nuestros días ha vampirizado el potencial de creación que es la verdadera riqueza de las mujeres y los hombres. Reducida a producir ganancias, cualquier criatura que se vea obligada a trabajar se equipara con un objeto de mercado. Ya sea que se apropie de la función intelectual que establece el dominio de la cabeza sobre el cuerpo y del amo sobre el esclavo, o que su condición manual lo someta y lo ponga bajo las órdenes de un jefe, todo trabajador tiene ni más ni menos que el estatus de una mercancía.

La sobrevivencia es la vida desnaturalizada. La evolución de nuestra especie nos ha conferido el privilegio de transformarnos transformando el mundo. Lo que se bosquejaba en el paleolítico implementó la facultad de crear un entorno natural recogiendo lo que hay en el maná terrenal, favoreciendo las potencialidades creativas del hombre y de la mujer en proceso de humanización. Encontrarse obligado a renunciar a la exuberancia experiencial de la vida para invertir esta energía vital en una fuerza laboral que transforma el mundo y sus habitantes en mercancías, no tiene lugar sin que se produzca una cierta morbilidad psicológica, un desequilibrio donde no sabemos quién, si el homínido o la bestia, trazan el siempre árido camino del Destino.

Confundir la vida con la sobrevivencia hace de la realidad una realidad de falsedades establecida por el sistema de explotación del hombre por el hombre, que es la base de nuestra civilización mercantilizada. ¿Quién aún cree que garantizar el pan diario justifica la necesidad de trabajar mientras que todo el tiempo una minoría se enriquece a expensas de una laboriosa mayoría, obligada a pagar por los bienes que produce?

Sacrificar sus deseos en el altar del trabajo es sacrificar el ser por el tener y el gusto por la apropiación. Un propietario no disfruta de sus bienes, trabaja para hacerlos producir. La usurpación sustituyó el ejercicio de la creatividad por una miserable actividad mecánica, establecida por el imperio del dinero que envenena las acciones de los vivos. ¿Acaso los amantes no sienten los efectos devastadores cada vez que los refinamientos de la ternura dan paso al apaciguamiento sin amor?

La sobrevivencia es la adaptación a un malestar fabricado a sabiendas. Que la metafísica continúe a ver ahí una malformación ontológica o una falla natural es sólo una de las afirmaciones cínicas de quienes hasta ahora han mantenido la mentira permanente en la que nuestra existencia está envuelta.

¿Hasta qué grado de desesperación frenética vamos a tolerar lo intolerable? ¿Es que vivir y encontrarse desde la infancia hasta la muerte, se reducirá a una existencia de bestia de presa y de bestia de carga?

Tener un diploma, un trabajo, un ascenso, tarjetas bancarias, una autoridad, un rol, una función, no es el ser. Ser significa tomar conciencia de su deseo de vivir a fin de aprender a vivir según sus deseos.

¿Hasta qué punto de degradación y servidumbre voluntaria vamos a caer y arrastrarnos a un estado de sobrevivencia) en un mundo donde la desgracia y la muerte se adornan con más atractivos que la felicidad y la vida? No hago la pregunta para agregar a la resignación el peso de la culpa. Ella es el fruto de mi ira, de mi impaciencia de ver los ojos y los oídos deshacerse de lo que los obstruye: la omnipresencia otorgada al dinero, las ganancias, el poder, a los negocios y su odioso privilegio de sofocar los gritos de la vida oprimida.

No hay lugar para la alegría en el laberinto donde la existencia arrastra sus esperanzas y decepciones. Los rincones donde la penumbra, la melancolía, la desesperación están tratando de exorcizarse son sólo callejones sin salida: las drogas, el trabajo,
la liberación y la violencia de la frustración caen en el cesto que la rentabilidad extiende en todas partes. ¿Cómo la vida prohibida no prestaría encanto a la muerte? Porque la muerte también es fuente de ganancias. La muerte de los paisajes, de las poblaciones, de los animales, de los océanos, de los bosques. El ejército de las multinacionales, las mafias políticas y los resignados que hacen los plebiscitos que las favorecen forman el partido del Ángel de la Muerte o de los Grandes Segadores, el único que domina hoy.

Fragmento de Llamado a la vida contra la tiranía del estado y del mercado, libro de Raoul Vaneigem inédito en castellano, publicado íntegramente en http://comunizar.com.ar/ en traducción para América Latina de Itzamná.

Libro completo: http://comunizar.com.ar/wp-content/uploads/Vaneigem-Llamado-a-la-vida.pdf

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