La cara triste de Carles Puyol


Actualmente estamos mostrando el proyecto Ne vous laissez pas consoler en la exposición Beautiful Game/ Lepa Igra en el Museo de Arte de Ljubljana (Eslovenia), sobre el futbol como metáfora de cuestiones sociales más amplias. Entre los textos del catálogo nos ha llamado la atención el que reproducimos a continuación del músico Bostjan Narat.
La cara triste de Carles Puyol.
Por Bostjan Narat
Los jugadores de fútbol no son generalmente reconocidos por como cantan, cantar no es una destreza en la que tengan que mostrar su excelencia. Sin embargo, ocasionalmente se encuentran en situaciones en las que sus habilidades cantando son puestas a prueba públicamente: en esos minutos inmediatamente anteriores a que se dispute un encuentro entre selecciones nacionales, cuando los himnos son interpretados en el estadio. Pero seamos justos: los italianos no parecerían italianos si no cantaran su Fratelli d´Italia con el aplomo, el gusto y la excelencia propios de una nación reconocida por su ópera y cantantes pop. También los suecos gozan de la reputación de ser una nación de buenos cantantes, y sus futbolistas resultan convincentes cuando cantan su himno, la única firme excepción en su equipo es Zlatan Ibrahimovic, él sabrá bien cuales son sus razones para permanecer estólidamente silencioso mientras sus compañeros de equipo cantan.


La Copa del Mundo de Sudáfrica nos dió la oportunidad de juzgar las habilidades para el canto de los norcoreanos: demostraron estar monolíticamente (como era de esperar) muy seguros de sí mismos. El único que no pudo unirse al seguro canto de sus compañeros fue Jong Tae Se, tan emocionado que las lágrimas caían por su rostro. Un momento conmovedor, uno de los más memorables de ese campeonato. Este compromiso emocional es lo que se espera de los once cantando el himno de su país, esta emoción es de lo que realmente trata todo. Pero a pesar de la indudable carga emocional del momento y de las melífluas excepciones anteriormente mencionadas, nunca podremos quitarnos de encima esa sensación de que lo que vemos en el semblante de los jugadores es malestar. Un «preferiría-no-hacerlo» a lo Bartleby, a pesar de que es lo que se debe hacer.
Carles Puyol tiene una cara interesante. Algo primordial se refleja en la cara del defensa central del Barça y la selección española. Un verdadero guerrero catalán, un muro defensivo. No es una cara bella por mucho que forcemos nuestra imaginación, pero justo eso la hace más fascinante. Cuando el himno español resuena en todo el estadio, una especie de consternación invade su cara lentamente, diferente al malestar de otros miembros de las selecciones nacionales que prefirirían no cantar el himno pero tienen que hacerlo. Junto a sus compañeros, Puyol está firme sobre el cesped, oyendo el himno de su país. Permanece callado. Y de repente su cara parece triste.
Pero Puyol no es el único que permanece callado. Y él no está callado protestando silenciosamente como catalán. Sus otros diez compañeros permanecen silenciosos con él, así como el ejército de hinchas compuesto por castellanos, catalanes, andaluces, vascos y demás. Todos están mudos por que no tienen otra opción. Su himno no tiene letra.
Po pom po pom po pom popopopo po pom
po po pom po po po.
El himno español tiene una larga historia. Es mencionado por primera vez en un documento datado en 1761 bajo el nombre de La Marcha Granadera. En 1770 Carlos III la declaro Marcha de Honor oficial, acordando su uso en eventos publicos y ceremonias. Durante la Segunda República española El Himno de Riego reemplazó a la Marcha Granadera, pero a la conclusión de la guerra civil, la Marcha Granadera (o Marcha Real como se llama en la actualidad) fue repuesta como el himno nacional español. Su compositor es desconocido.
Lo que es más interesante y relevante para el caso que nos ocupa es la historia de sus letras. Durante el reinado de Alfonso XIII tenia una letra que estaba en uso. Otra versión de la letra fue usada despues de 1939 y solo abandonada en 1978, tres años despues de la muerte del General Franco. Recientemente se lanzó un concurso buscando una nueva letra pero no se llegó a un resultado convincente: en 2008 despues de que la nueva letra fuera oficialmente seleccionada, hubo de ser retirada ante el rechazo del pueblo español. Aún más fue ridiculizada. De este modo España continúa entre los 3 paises europeos (junto a Bosnia y Herzegovina y San Marino) que tienen un himno sin letra(1).
Po pom po pom po pom popopopo po pom
po po pom po po po. Por los últimos 34 años.
Volvamos al estadio. Un estadio es un lugar ruidoso, acústicamente fascinante y también muy dinámico, musicalmente hablando.
No hay club de fans sin su propio himno para expresar el apoyo a su equipo e intimidar al oponente: la afirmación de la propia presencia junto a la negación de la presencia del Otro. Su eficacia depende de su dinámica musical, y por esta razón solo hay una misma dinámica que se aplica cuando los himnos son cantados: forte fortissimo, fff. Los himnos se tienen que interpretar muy alto, incluso al precio de perder calidad. De nuevo, hay excepciones. Los miembros del Liverpool Fan Club son ensalzados por su armonioso canto del «You´ll never walk alone«. Su melodiosidad subraya la caótica cacofonía de la mayoría de las hinchadas. Y en esto hay algo primordial también, hacer ruido es una manera de lanzar hechizos: de invocar la suerte y de alejar el mal.
Aunque su interpretación es realizada y maquillada con formas más civilizadas, en un estadio de futbol los himnos nacionales funcionan como los cánticos de los fans. La mencionada dicotomía de la reafirmación de uno mismo y la negación del Otro es la premisa básica de cada himno nacional, que se hace más evidente en el zumbón ambiente del estadio. Las letras generalmente oscilan de lo abiertamente militar (Francia, Portugal), a otras más pacíficas que alaban la belleza y la bondad del país (República Checa, Finlandia(2)), pero su efecto es siempre el mismo, la mencionada dicotomía siempre está ahí.
Y aquí es donde los futbolistas españoles y sus seguidores se dan con un muro. El silencio de Puyol y sus colegas da miedo. Cuando Zlatan Ibrahimovic no canta el himno de su país es una elección, y como sueco-balcánico(3) fiel a todos sus estereotipos, acompaña su decisión con una cínica sonrisilla. Carles Puyol no puede hacer esta elección. Y como catalán es posible que él quisiera no cantar el himno español como gesto político, como signo de rebelión, de disenso. Él esta doblemente castrado: primero por no poder cantar, y segundo por no poder no cantar. Esta doble castración es la fuente del miedo que produce su silencio. Estar impedido para hacer algo siempre provoca malestar, pero aquí el impedimento es doble, lo que hace que sea doblemente molesto. Puyol está impedido para e impedido para no. Y esta es la razón de que el malestar en su semblante no es solo el malestar de Bartleby que se puede ver en las caras de los jugadores de otras selecciones. Su malestar es incomparablemente mayor.
Zlatan Ibrahimovic permanece callado. Puyol está mudo. El silencio de Ibrahimovic es una opción, es una elección a favor o en contra y es algo que se puede cambiar en cualquier momento. La mudez de Puyol es impotencia e imposibilidad de tomar una decisión. Su silecio es eterno:
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Silencio y mudez son nociones que cada una a su manera nos hablan de música. La mudez funciona como una barrera, como una obstrucción. Cuando nos encontramos con la mudez nos encotramos con la incapacidad de decir y oir, algo que tiene que ser dicho ha sido despojado de la posibilidad de ser realizado sónicamente. La mudez es un muro, es la mudez del Grito de Munch, son las relaciones humanas en una película de Bergman(4). Es la frontera (negativa) que hace que el paso hacia el otro lado sea imposible. El silencio se comprende de un modo totalmente diferente, en relación con la mudez se nos aparece como su antípoda positiva. Funciona como tranquilidad, como posibilidad. Su presencia posibilita la formación de sonido y hace posible el sonido. Es como un cuenco, como una habitación para el sonido. El silencio produce el sonido y la audición de nuesto posible estar-en-el-mundo, también representa la frontera positiva que constituye lo que llamanos sonido. Este témino puede ser entendido como una designación de ser una forma de música, como la respuesta al cómo de su existencia, como la verbalización de su estatus ontológico. En relación al sonido el silencio es lo que lo hace posible, lo que delinea este sentido y al mismo tiempo, como frontera constitutiva, lo comprende. El silencio hace posible el sonido musical, la mudez lo excluye. Si el silencio es la posibilidad de la música, la mudez es la imposibilidad de su existencia. En silencio la música no se ha hecho explícita aún, pero simplemente por poder ser, ya es. No hay música en la mudez, ni podrá haberla.
Ahora volvamos al campo de futbol dejando deliberadamente de lado las circunstancias políticas e históricas. No pensemos en los asuntos internos del estado español, que son, por supuesto, complejos y espinosos en extremo, olvidemonos del hecho de que el «iletrado» himno español es una bella ilustración de la despegada (por ponerlo suavemente) y poco escrupulosa (por ponerlo un poco menos suave) actitud de los españoles hacia su reciente historia. Estamos interesados en la cara de Puyol. Por que Puyol es un luchador y solo hay una cosa que quiebre el espíritu de un luchador: negarle la posibilidad de decidir por si mismo. En la situación descrita, la música es un hecho, tanto Puyol y sus compañeros de equipo como la afición española oyen:
Po pom po pom po pom popopopo po pom
po po pom po po po.
y el sentimiento generalizado de que falta algo, que algo queda sin ser dicho, imposibilitado, es insoportablemente obvio. La mudez evoca asociaciones con la muerte y la selección española parece asistir a un funeral. Su himno nacional no es una afirmación de identidad nacional, es su negación. O por decirlo más precisamente: no es una negación de identidad sino una negación de su posibilidad, de la posibilidad de identificarse o no con algo. Porque, de nuevo, Puyol no solo no puede cantar, tampoco puede no cantar. Y esta es la razón por la que su cara está triste, por que hay algo intolerable en ese
Po pom po pom po pom popopopo po pom
po po pom po po po.
NOTAS
(1) Como curiosidad comentar que el «You´ll never walk alone» del Liverpool inspiró la reciente búsqueda de una letra para el himno español auspiciada por el Comité Olímpico Español.
(2) EL carácter pacífico o militar de un himno puede predecirse a partir de la historia de cada país.
(3) N del T. El segundo grupo inmigrante de mayor importancia en Suecia es el balcánico, tras el finlandés.
(4) Ingmar Berman: Tysynaden, 1963. Aunque la traducción del título al inglés es El Silencio, el films habla sobre esta misma mudez.

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