Marc Bijl. One Living, One Dead, 2003.
(…)»Hace bastantes años leí en una revista del anarquismo cubano un artículo del gran escritor ácrata germano-sueco Helmut Rüdiger que me impresionó vivamente. Se titulaba si no recuerdo mal La obra que nunca será concluida, y exponía que la tensión entre individuo y sociedad era algo permanente, imposible de superar en forma definitiva…
y que la tarea del anarquismo era defender al individuo frente a su anulación en la comunidad, pero sabiendo que el triunfo pleno nunca podría alcanzarse, pues la tensión subsistiría siempre. Colocaba así al anarquismo en un plano aparentemente más modesto que el habitual y tradicional de fuerza revolucionaria, violenta, pero en el fondo en un plano más profundo, más perdurable: en el plano ético de la defensa del hombre, de su individualidad, de su personalidad, ahora, mañana, siempre, y en todas las sociedades imaginables. El anarquismo venía a ser, más que una táctica violenta de destrucción del sistema establecido, una ética de lucha permanente contra toda alienación, incluso contra la alienación revolucionaria.» (…)
José Luis Rubio
Madrid, Julio 1968.
En el prólogo a » Historía del anarcosindicalismo español» de Juan Gómez Casas.