Este post está confeccionado gracias a un comentario de Sociedad de Diletantes y siguiendo la recomendación de uno de nuestros lectores (uno) hemos decidido hacer esta entrada con la información proporcionada.
El personaje que aparece en la foto junto a sus fotografías es Miguel Leache. En estos momentos está presentando una exposición de imágenes de distintos hogares tras ser desahuciados bajo el título «Por los días felices», que se presenta como una mirada doliente e inquisitiva sobre este drama tan actual. Sin embargo, Miguel Leache aparte de fotógrafo es también procurador y trabaja para los bancos que efectúan estos mismos desahucios, lejos de «objetar» a realizar este trabajo se sirve del mismo para realizar su obra artística que ahora se expone en el Centro Huarte de Navarra. ¿Es posible considerar la estética donde la ética ha sido abolida?
Lo que no es discutible es que esta obra es la perfecta realización de la hipocresía contemporánea, mientras con una mano entrega los papeles del desahucio con la otra dispara la cámara. Estamos ante la esquizofrenia del procurador que gana su dinero con el sufrimiento ajeno mientras con lágrimas de cocodrilo acumula también capital simbólico, la rapiña es total.
El texto de presentación del catálogo de la exposición, escrito por Carlos Cánovas parece alumbrar varios puntos de esta obra hipócrita cuando señala que «como un nuevo topógrafo de lo que ya son espacios de exclusión, el fotógrafo podría adoptar un discurso aséptico, emocionalmente plano, y escudarse, diluyéndose, en el poder descriptivo del dispositivo fotográfico. La acumulación de imágenes cumpliría su misión. Esa podría ser también una de tantas propuestas conceptuales al uso. El código deontológico de muchos artistas conceptuales parece basarse en alguna suerte de ausencia de implicación moral, o al menos en el sospechoso establecimiento de una larga distancia emocional. Un análisis deconstructivo eficaz, por ejemplo, se asienta en la identificación de contradicciones y ambigüedades, no tanto en la empatía, ni en la implicación ética en otros planos (…) Así que, no lo duden, Miguel Leache podría alejarse de sí mismo, sobrevolar los restos del naufragio y dejar que la cámara diga o no diga. Allá ella. Pero, evidentemente, nada es tan sencillo. Ni la cámara puede gestionar esa facultad ni el fotógrafo puede ausentarse de la escena«. Está claro, si no hay distancia emocional solo se puede tratar de la emoción del sádico o del psicópata, ya que sabemos que la empatía no tiene lugar y la implicación ética en otros planos tampoco. Y es ahí donde quizás pueda residir el valor de esta obra: en la exploración de la propia perversión sádica, ya que como se dice también en el mismo texto «… las fotografías de Miguel Leache tienen más de exploración interior que exterior y, por eso, no son certificados de ausencia, sino de presencia«. La presencia del desahuciador.
Más info en el comentario de Sociedad de Diletantes
demasié pal body. Yo es que no sabría ni por donde empezar, que hablé él ¿no? que le hagan una entrevista de puta madre y que nos cuente su obra si tiene cojones
De este modo le estáis dando publicidad gratuita…quizá es lo que quiere conseguir con su situación profesional…en fin…
Pues no, Carlos. Es posible que tenga más visibilidad a raíz de las denuncias., no obstante, lo que sí es imperativo es la denuncia de esta esquizofrénica amoralidad tan extendida en estos tiempos. A ver si a fuerza de poner ejemplos vamos consolidando el rechazo en el imaginario colectivo.
Y, no confundirse, hay que diferenciar este tipo de colaboracionismo del trabajo remunerado al que nos vemos abocados para subsistir. Este tipo seguro que está orgulloso de lo que hace…
Totalmente de acuerdo Aitor, solo pienso que este tipo de noticias a veces más que generar un rechazo colectivo ante semejantes individuos que dicen ser «artistas o fotógrafos», pueden llegar a generar todo lo contrario, un interés por la obra de este sinvergüenza simplemente por el hecho de hablar sobre él y más ahora con lo viral que puede llegar a ser la red.
Estoy de acuerdo con el comentario sólo en parte. No se puede desarrollar una mirada con pretensiones artísticas y emocionales hacia un tipo de víctimas y, al tiempo, vivir de un trabajo objetiva y funcionalmente inseparable del verdugo. En este caso, procurador de tribunales y banca son parte de un mismo órgano. ——————————- Pero hay otra vertiente de interés: ¿cuántos trabajos y funciones sociales en la sociedad capitalista no están del lado de algún verdugo? Un farmacéutico colabora con empresas prepotentes que se lucran en exceso; un minero gana la vida apoyando una extracción mineral que está friendo el Planeta; un camarero colabora con el turismo ecológicamente insostenible… —————————- ¿Se han dado cuenta? Casi nadie es inocente en un sistema totalmente culpable. Propongo que ataquemos con furia a los dueños de la maquinaria, y cuando les hayamos abatido, sigamos con los reproches al resto de la ciudadanía. Porque sólo en un sistema que ofrezca salidas dignas se nos podrá exigir a todos ser dignos. La mayor parte, entre la que me incluyo, tenemos que sobrevivir como piezas imperfectas. Como máximo nos pueden obligar a cumplir las leyes y a ser buenos vecinos, poco más. Sería injusto que nos pidiesen arbitrariamente perfección moral a unos cuantos en este lodazal de inmoralidad generalizada que es el mundo. Al menos, mientras no haya salidas. ———————- Un saludo.
No estoy muy de acuerdo….
http://www.blogearte.com/2013/04/del-arte-y-de-su-imposible-distancia.html
ya , todos estamos al servicio del sistema…. pero no es lo mismo sacar partido en el ámbito artístico desde la apariencia del compromiso social, cuando se es uno de los instrumentos clave que provoca directamente la reacción que supuestamente denuncia.
Donde queda la ética?
es como el antidisturbios que fotografía manifestantes a los que ha golpeado previamente y los muestra en la sala de exposiciones de una institución pública con pretensión de denuncia social al aparato policial del que forma parte…. eso es ser un hipócrita de mierda…. que se dedique a otra cosa.
Un fotógrafo, arriesgado de verdad, Clemente Bernad (que sufrio una dura campaña en contra por su participación en la exposición de arte vasco «Cada uno a su gusto» del Gugggenheim), se despacha sobre el tema:
Por vuestros días felices
Desahucios, fotografía e hipocresía
Al procurador de los tribunales Miguel Leache y al Centro Huarte de Arte Contemporáneo les ha estallado en la cara su particular burbuja artística, simplemente porque sospecho que no se han enterado de nada, aunque cabe la posibilidad de que sean más astutos de lo que demuestran.
No se han enterado de que lo importante del arte -y en este caso de la fotografía- no son las obras, los encuadres, los contrastes, los claroscuros, los paspartús, las salas impolutas o los limpios catálogos, sino algo tan sencillo como el punto de vista. Un punto de vista es algo que habla de la posición personal respecto a aquello que se quiere contar, del tipo de compromiso que se asume, de dónde se elige poner la propia mirada, de cuál es el lugar desde donde se mira, de cuáles son las distancias políticas que se aceptan; un punto de vista habla del respeto por lo que se fotografía y de la responsabilidad que se debe asumir por la propia mirada y por los resultados que se obtienen. Adoptar consciente y responsablemente un punto de vista evita espectáculos tan pueriles y lamentables como el ofrecido por el autor de la exposición “Por los días felices” y por el director del Centro Huarte de Arte Contemporáneo.
Miguel Leache participa profesionalmente como procurador de los tribunales en los desahucios de ciertas viviendas a las que más tarde acude a tomar fotografías, sin ser capaz de asumir que el punto de vista que adopta es éticamente insostenible por cuanto se aprovecha de una posición de ventaja obtenida por haber ejercido de colaborador necesario de tales desahucios. Claro que las fotografías son poco elocuentes, como se dice en el texto introductorio del catálogo de la exposición, pero esa no es la cuestión, ni siquiera porque no se puede ser tan ingenuo como para afirmar como Leache que “le he tenido mucha fe a la imagen. No tenía dudas de que las imágenes contarían lo que tenían que contar”. La cuestión es que podría haberse hecho una exposición con unas fotografías exactamente iguales punto por punto a las de Miguel Leache y obtener un resultado radicalmente diferente. Porque lo que cuenta es el punto de vista, y el suyo es ventajista porque su mirada no sirve a la realidad que quiere mostrar sino que se sirve de ella en su propio beneficio. Para producir un discurso pertinente no basta con tener una cámara de fotos y la oportunidad espuria de acceder a donde nadie puede hacerlo, sino que hay que preguntarse por qué se está en ese lugar y qué se quiere contar desde allí. Y la valentía para responderse con sinceridad y ser capaz de renunciar a ello si las piezas no encajan. Quizás algo tan sencillo como asumir la cruda identidad de su mirada habría otorgado a sus fotografías un valor insospechado: la mirada de un desahuciador asumida y expuesta en primera persona. Pero optó por camuflarse en una distancia aséptica y engañosa, en un humanitarismo completamente desprovisto de responsabilidad, revistiéndose de un espíritu apenado y llorón que no engaña a nadie, aunque lo intente. De hecho, en el catálogo se ocultan intencionadamente las circunstancias en las que se obtuvieron las fotografías.
Capítulo aparte merece la actitud y las declaraciones de Javier Manzanos, director del Centro Huarte. Dice Manzanos que “Nos sorprende esta reacción, la exposición la planteamos como una mirada poética y, sobre todo, absolutamente desconocida, a la desolación que sufren las familias desahuciadas (…) no somos neutrales ni frívolos. La exposición toma partido en contra de los desahucios, y este centro está para generar debate, reflexión y pensamiento crítico“. Estas declaraciones no son de recibo. No se puede decir impunemente que el Centro está para generar debate, reflexión y pensamiento crítico para sorprenderse a renglón seguido por las críticas que haya podido generar una exposición. En realidad no pretende generar ningún debate sino imponer su discurso, un discurso vacío y acrítico. Pero es que además se permite insultar a la inteligencia diciendo que la exposición toma partido contra los desahucios y apela a cualquier cosa con tal de justificarse: a la supuesta poética de la mirada, a un compromiso social que brilla por su ausencia e incluso a un sentimiento compasivo que no es precisamente lo que necesitan los desahuciados. Necesitan sus casas, no la mirada desahuciadora de Leache ni las simplonas palabras de Manzanos, un corrupto especializado en desahuciar cualquier atisbo de crítica y de riesgo allá por donde ha pasado, siempre a la sombra del poder.
Se equivoca el Centro Huarte al negar el oportunismo del trabajo de Leache y de la exposición. Es un trabajo oportunista porque se aprovecha de una posición de poder para conseguir lo que de ningún otro modo podría, y no es ético argumentar que esos espacios permanecerían ocultos al espectador si no fuese por el trabajo de Leache: no es su mirada la que necesitamos. Quizás haya que buscar en los álbumes familiares de las familias desahuciadas las fotografías exactas, cálidas, humanas y justas sobre sus vidas en esas casas. Quizás tengan que ser otros fotógrafos los que rompan el precinto policial de una patada en la puerta y fotografíen lo que la comisión judicial desahució. Quizás haya que mostrar la frialdad con la que una comisión judicial entra en una vivienda tras haber arrojado de allí a una familia por no aguantar las mentiras del sistema. Hay miles de formas de resolver un tema y la que aquí se plantea no es desde luego la más afortunada.
Se equivocaría el Centro Huarte si intentase atacar a quienes critican la exposición acusándolos de intolerantes y censuradores. Todo lo contrario. Creo que la exposición debe estar donde está, ser bien visible y que todos podamos ir a verla para comprobar cómo se las gastan. Exponer es exponerse. Necesitamos espacios donde la libertad esté garantizada para que cada cual pueda levantar su propia voz sin censura, pero necesitamos también garantizar el ejercicio de la crítica.
Y no solamente eso, sino que además se produce otro desahucio adicional: el Centro Huarte de Arte Contemporáneo, un centro público que debería regirse por rigurosos criterios de calidad en la selección de sus artistas y exposiciones, prefiere desahuciar de sus salas a los artistas arriesgados, críticos y con propuestas dignas de apoyo, y abrir sus puertas a bombo y platillo a alguien con una mirada acrítica coincidente con los intereses políticos de nuestros gobernantes y que para más inri paga de su propio bolsillo la producción de la exposición y la edición del catálogo (precisamente con el dinero que ha ganado desahuciando a familias de sus casas), en un auténtico despropósito privatizador que dice mucho de la dejadez y del abandono al que el gobierno de Navarra somete al arte y a la cultura.
Clemente Bernard
Yo no sé cómo sea la ética en España, se está hablando de un caso similar a aquella soldado norteamericana que fotografiaba prisioneros en http://es.wikipedia.org/wiki/Tortura_y_abuso_de_prisioneros_en_Abu_Ghraib
es exactamente lo mismo, los bancos españoles pronto aprenderán que en México, no podrán hacer eso porque banqueros y procuradores acabarń destazados.
A los banqueros y a la corona en españa les falta que los convenzan con algo como esto:NO APTO PARA MENORES Y PERSONAS SENSIBLES_Pero en América nos estamos hartando de Gobiernos, Transnacionales y Superricos con sus lacayos y guaruras.
http://www.google.com.mx/search?q=descuartizados+por+los+zetas&hl=es&tbm=isch&tbo=u&source=univ&sa=X&ei=uGtpUeXsDOe62wWIzYH4AQ&ved=0CCoQsAQ&biw=1024&bih=623