Monólogo del virus

« He venido a parar la máquina de la cual no encontrabais el
freno de emergencia »


*Publicado en Lundimantin#234 el 16 de marzo 2020

Detened, queridos humanos, todas vuestras llamadas ridículas a la guerra. Bajad la mirada de venganza que me dedicáis. Apagad el halo de terror que rodea mi nombre. Nosotros, los virus, desde el origen bacteriano del mundo, somos el verdadero continuum de la vida en la Tierra. Sin nosotros, nunca hubieras visto la luz del día, ni tampoco lo hubiera hecho siquiera la primera célula. 

Los virus somos vuestros antepasados, al igual que las piedras y las algas, y mucho más que los monos. Estamos dondequiera que estéis y donde no estais también estamos. Parecemos malvados, si solo veis en el universo que se os parece. Pero sobre todo, dejad de decir que soy yo quien os está matando. No morís por mi acción en vuestros tejidos, sino por la falta de cuidado entre vosotros. Si no hubiérais sido tan buitres entre vosotros como lo habéis sido con todo lo que vive en este planeta, todavía habría suficientes camas, enfermeras y respiradores para sobrevivir al daño que hago a vuestros pulmones. Si no almacenarais a vuestros ancianos en hogares para moribundos y a vuestros semejantes sanos en conejeras de hormigón armado, no estaríais allí. Si no hubierais cambiado toda la extensión, ayer aún exuberante, caótica, infinitamente poblada del mundo o mejor dicho de los mundos, en un vasto desierto para la mono cultura de lo Mismo y del Más, no hubiese podido lanzarme a la conquista planetaria de vuestras gargantas.

Si durante el siglo pasado no os hubierais convertido casi todos en copias redundantes de una sola forma de vida insostenible, no os estaríais preparando para morir como moscas abandonadas en el agua de vuestra dulce civilización. Si no hubierais convertido vuestros  medios en espacios tan vacíos, tan transparentes, tan abstractos, creo que no me movería a la velocidad de un avión. Solo vengo a ejecutar la sanción que decretasteis hace mucho tiempo contra vosotros mismos. Perdonadme, pero sois vosotros, que yo sepa, quienes inventaron el término “Antropoceno». Os habéis adjudicado todo el honor del desastre; ahora que se ha logrado, es demasiado tarde para detenerlo. Los más honestos entre vosotros lo saben bien: no tengo otro cómplice que vuestra propia organización social, vuestra locura por la «gran escala» y su economía, vuestro fanatismo por el sistema. Solo los sistemas son «vulnerables». El resto vive y muere. Solo hay vulnerabilidad para lo que se atiene al control, su extensión y su mejora. Miradme atentamente: solo soy el reverso de la Muerte reinante.

Así que dejad de culparme, acusarme, buscarme. Dejad de paralizaros contra mí. Todo esto es infantil. Os ofrezco una conversión de la mirada: hay una inteligencia inmanente en la vida. No es necesario ser un sujeto para tener un recuerdo o una estrategia. No hace falta  ser soberanos para decidir. Las bacterias y los virus también pueden hacer que llueva y brille el sol. Así que miradme como vuestro salvador, más que como vuestro sepulturero. Sois libres de no creerme, pero he venido a parar la máquina de la cual no encontrabais el freno de emergencia. He venido a suspender la maquinaria de la cual vosotros mismos sois rehenes. He venido a manifestar la aberración por la «normalidad». «Delegar nuestra comida, nuestra protección, nuestra capacidad de cuidar de nuestro entorno de vida y a los demás fue una locura» … «No hay límite presupuestario, la salud no tiene precio»: mirad cómo hago bifurcar el lenguaje y el espíritu de vuestros gobernadores! ¡Mira cómo los llevo de vuelta a su rango real de vendehumos miserables y arrogantes! ¡Mira cómo de repente se revelan a sí mismos no solo como superfluos, sino también como perjudiciales! Para los gobernantes solo sois los soportes de la reproducción de su sistema, es decir, hasta menos que esclavos. Incluso el plancton recibe un mejor trato que vosotros.

Evitad perder energía haciéndoselo saber, denunciando sus deficiencias. Acusarlos de descuido es prestarles más atención de la que se merecen. Preguntaos más bien, ¿cómo os pareció tan cómodo dejarse gobernar? Alabar los méritos de la opción china contra la opción británica, de la solución imperial-forense contra el método darwinista-liberal, es no entender ni una cosa ni la otra, ni el horror de uno como el horror del otro. Desde Quesnay, los «liberales» siempre han mirado con envidia al Imperio chino; y así continúan. Son hermanos siameses. Que uno te confine en la búsqueda de tu interés y el otro en el de la «sociedad», igual da, siempre buscan aplastar la única conducta no nihilista en este momento: cuidarte a ti mismo, a los que amas y cuidar de lo que amamos en los que no conocemos. No dejes que los que te llevaron al abismo pretendan saber cómo salir de él: solo te prepararán un infierno más perfecto, una tumba aún más profunda. El día que puedan, patrullarán el más allá con sus ejércitos. 

Agradecédmelo más bien. Sin mí, ¿cuánto tiempo más habríamos hecho pasar por necesarios estos asuntos aparentemente incuestionables y de repente suspendidos? Globalización, concursos, tráfico aéreo, límites presupuestarios, elecciones, el espectáculo de competiciones deportivas, Disneyland, las salas de fitness, la mayoría de las tiendas, el parlamento, el acuartelamiento escolar, las reuniones masivas, la mayoría de los trabajos de oficina, toda esta sociabilidad borracha, que es solo la otra cara de la angustiada soledad de los habitáculos metropolitanos: todo esto era innecesario, una vez que el estado de necesidad se manifiesta. Agradecedme el trance de la verdad que haréis las próximas semanas: finalmente viviréis vuestras propias vida, sin las miles de lagunas que año tras año, mantienen lo insostenible. Sin daros cuenta nunca os habíais mudado a vuestra propia existencia. Estabais entre las cajas y no lo sabíais. Ahora viviréis con vuestros seres queridos. Viviréis en casa. Dejaréis de estar en tránsito hacia la muerte. Podéis odiar a vuestro esposo. Vomitaréis a vuestros hijos. Quizás queráis dinamitar el decorado de vuestra vida diaria. A decir verdad, ya no estábais dando luz al mundo, confinados en estas metrópolis de separación. Vuestro mundo ya no era habitable en ninguno de sus puntos, excepto con la condición de huir constantemente. Era necesario estar tan aturdidos por el movimiento y las distracciones por la presencia tan grande que la fealdad había ganado. Y lo fantasmal reinó entre los seres. Todo se había vuelto tan efectivo que ya nada tenía sentido. ¡Agradecedme todo esto y bienvenidos a la tierra!

Gracias a mí, por tiempo indefinido, ya no trabajarás, tus hijos no irán a la escuela y, sin embargo, será todo lo contrario de las vacaciones. Las vacaciones son ese espacio que debe ser amueblado a toda costa mientras se espera el regreso esperado del trabajo. Pero allí, lo que se abre ante ti, gracias a mí, no es un espacio demarcado, es una gran brecha. He venido a desmontarlo todo. Nadie os asegura que el no-mundo de antes volverá. Todas estas tonterías rentables pueden haber terminado. A fuerza de no ser pagados, ¿qué podría ser más natural que no pagar el alquiler? ¿Por qué seguiría pagando sus deudas al banco, el que ya no puede trabajar  de todos modos? ¿No es suicida, al final, vivir donde ni siquiera puedes cultivar un jardín? Quien no tenga más dinero no dejará de comer, y quien tiene el hierro tiene el pan, como decía Auguste Blanqui. 

Dadme las gracias: os coloco al pie de la bifurcación que estructuraba tácitamente vuestras vidas: la economía o la vida. Depende de vosotros. El alcance es histórico. O los gobernantes os imponen su estado de emergencia, o vosotros inventáis el vuestro. O te apegas a las verdades emergentes o pones tu cabeza en el patíbulo. O usais el tiempo que os doy ahora para reconfigurar el mundo de después en base a las lecciones del colapso en marcha, o éste terminará por radicalizarse del todo, más todavía. El desastre termina cuando la economía se detiene. La economía es devastadora. Era una tesis antes del mes pasado. Ahora es un hecho. Nadie puede ignorar la policía, la vigilancia, la propaganda, la logística y el teletrabajo necesarios para reprimirlo.

Frente a mí, no cedais ante el pánico o la negación. No cedais ante la histeria biopolítica. Las próximas semanas serán terribles, abrumadoras, crueles. Las puertas de la Muerte estarán abiertas de par en par. Soy la producción más devastadora de los estragos de la producción. Vengo a anular a los nihilistas. La injusticia de este mundo nunca será más flagrante. Es una civilización, y no a vosotros, la que vengo a enterrar. Quienes quieran vivir tendrán que crear nuevos hábitos propios. Evitarme será la ocasión para esta reinvención, este nuevo arte de la distancia. El arte del saludo, en el cual algunos eran lo suficiente miopes como para ver la forma misma de la institución, pronto ya no obedecerá a ninguna etiqueta. Será un acuerdo entre seres conscientes. No lo hagas «por otros», por «la población» o por la «sociedad», hazlo por los tuyos. Cuida de tus amigos y tus amores. Repiensa con ellos, soberanamente, una forma justa de vida. Conformad grupos de vida, ampliadlos y no podré hacer nada contra vosotros. Esto es una llamada no al retorno masivo a la disciplina, sino de la atención. No al fin de la levedad, sino de toda negligencia. ¿Qué otra forma me tenía para recordaros que la salvación está en cada gesto ? Que todo está en lo ínfimo.

Tuve que enfrentarme a los hechos: la humanidad solo se plantea las preguntas que ya no se puede plantear. 

(Traducido por el Grupo Coquelicot) 

11 responses to “Monólogo del virus

  1. Es claro que la decisión de actuar de una manera u otra siempre está en cada uno de nosotros, pero quisimos escuchar al otro, pues para eso vivimos en sociedad, maldita, pero sociedad al fin y al cabo, o debería decir suciedad. Pocas cosas pasan para lo mal que hemos tratado al planeta. Muy buena reflexión.

  2. Este virus está poniendo las cosas en su sitio con la naturaleza y ser humano. Intenta eliminar el sistema capitalista , consumista y competitivo. Anular el sistema de creencias al que nuestras mentes están sujetas. El virus pretende que pongamos atención en lo que realmente somos, no en lo que este sistema ha hecho creer que somos, máquinas alineadas y absorbidas por una sociedad egoísta y despiadado.

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