Ni un minuto gratis

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La delirante política cultural del Ayuntamiento de Madrid traza una nueva singladura: del «todo gratis» de La Noche en Blanco, donde la cultura se banalizaba y espectacularizaba se ha dado paso al «ni un minuto gratis» que ahora proclama el CentroCentro como nuevo «modelo de negocio» inagurado con la exposición de «El legado de Casa Alba», eso  si  en ambos casos la cultura es entendida como reclamo turístico para la creación de marca-ciudad en el mercado global.

 

Si los habitantes de la comunidad de Madrid se movilizaron contra el «repago» farmaceútico impuesto por el gobierno autonómico negándose a abonar el euro por receta, más tarde suspendido por el Tribunal Constitucional, ahora tienen que enfrentar al «repago» cultural. Con la exposición «El Legado de la Casa Alba» en CentroCentro se marcan las nuevas políticas culturales del consistorio: «La más destacable: ni un minuto gratis. A lo largo de esos seis meses de exhibición no se ha concedido al visitante horario de acceso libre a la muestra. Ni siquiera a los menores de edad, ni a los desempleados. Todo el que se acercó a la muestra El legado Casa de Alba tuvo que pagar 10 euros o 6, en su versión reducida. Ni uno de los museos estatales, ni el Museo del Prado, ni el Museo Reina Sofía se han atrevido todavía a fulminar el horario de acceso libre, que está amparado por la propia Constitución».  Es decir que se convirtió a los visitantes en «micropatrocinadores» de la Casa de Alba. Micropatrocinadores a los que tenemos que recordar las palabras de  Eric Gill : ¡Al infierno con la cultura!: la cultura es una cosa que se añade, como si de una salsa se tratara , a un pescado que no está fresco y que sin ella, tendría muy mal sabor.

Todo muy bien explicado aquí: Botella concede a la Casa de Alba más de un millón de euros de beneficio en taquilla

(Gracias a Claudia por el pase)

2 responses to “Ni un minuto gratis

  1. «Los próximos platos artísticos en calentar los bajos de la sede del Ayuntamiento son una revisión de la colección de la reconocida galerista Helga de Alvear, cuyo precio de entrada “no pasará de cinco euros”
    Eso de «calentar los bajos (…) del Ayuntamiento» debería ser considerado un diamante en bruto de la literatura actual en lengua castellana.

  2. Increíble…
    Ya va tardando una verdadera «marea» cultural que se atreva a reivindicar la cultura como derecho básico.
    ¿Habéis visto algún cartel de «La cultura no se vende, se defiende»?
    En el gremio de las artes plásticas, el que me toca, el entusiasmo por las derivas neoliberales fue tal que desde el mismo seno de las asociaciones de profesionales, se defendió activamente el emprendedurismo, en forma de industrias culturales, promoción del modelo de artista-empresario o la participación del capital privado en las instituciones publicas…
    Y así es como ahora vemos al director del CentroCentro aplicar a boca llena lo que él llama «modelo Tate», que no es más que una visión de lo público propia de la ideología neoliberal de tonos anglosajones.
    Alguien dirá que el «modelo Tate» no parecía tan malo, en teoría. Pues bien, en la práctica, acaba de suponer más de un millón de euros de beneficio en taquilla para la siempre necesitada Casa de Alba. Y lo que nos queda…
    Quizás vaya siendo hora de afrontar las reivindicaciones gremiales desde otra perspectiva: la de defender lo público.
    Las que hemos visto hasta ahora se han dedicado sobretodo a cuestiones laborales como la precariedad, algo tan común a los trabajadores de la cultura como a los de la limpieza domestica, por ejemplo.
    Quizás haya llegado el momento de volver a reivindicar el arte y la cultura como derechos, de alzarse contra el beneficio privado a costa de las instituciones públicas, contra la cultura corporativa, contra las exigencias de rentabilidad, contra el oligopolio cultural, en suma, contra la privatización de un derecho básico.
    Ya puestos, defendamos las buenas practicas en lo público, para blindarlo ante los intereses políticos y económicos de los caciques de turno, boicoteemos las instituciones dirigidas por cargos atribuidos a dedo (o en su versión actualizada, por concurso amañado) y señalemos a modo de escrache a los esquiroles que posibilitan este acoso y derribo del derecho de «acceso a los bienes de cultura».

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