No estáis solos, no estáis todos

Los muertos han tomado las calles. Es la demostración más numerosa y universal de la historia, y a un tiempo la menos visible. Marchan despacio y desaparecen pronto, sin esperanza, con fría convicción. No hay hoja de ruta ni pretensión alguna de negociar.

* * *

Nos aburrimos en nuestras tumbas. Nos aburre el silencio, la exclusión, la indiferencia; pero también los ritos funerarios, los monumentos, las efemérides. No queremos ser honrados ni cubiertos de lamentos. No descansamos en paz.

Los muertos queremos aparecer. Nuestro tiempo transcurre en la más hermética y oscura de las celdas: el olvido. Todos seremos alguna vez olvidados, y sin embargo sentimos la necesidad de rebelarnos contra esa insoportable reclusión. Se vive en estado de fuga hasta el momento final.

Reivindicamos el sentido. No más zombis, espectros ni fantasmas, sino potencias que laten en la utopía. No pedimos formar parte de la historia, sino alimentar sus gérmenes. No queremos resucitar, sino revivir en las conciencias, pues esta vida a menudo no es sino una forma de estar muerto.

Los muertos denunciamos la muerte. No la inexorable muerte biológica, la más democrática de las repúblicas, la que inspiró los cultos y los ciencias pero también la ética y el valor; sino la muerte inscrita en la fugacidad, el vacío transcurso, el trabajo, la violencia. Basta de sueños truncados. Basta de realidades eternas.

NO MÁS VIDAS INÚTILES

NI OLVIDO NI CONCILIACIÓN

LIBERTAD PARA LOS MUERTOS

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