Profilo continuo. Testa di Benito Mussolini, 1933 . Giussepe Bertelli
«…el dictador se percibe de buena gana como un artista. Y no sólo por el hecho de que personas como Stalin o Trotski hayan publicado versos en pequeñas colecciones de juventud, que Hitler se hubiera creído pintor y sobre todo arquitecto, que Mussolini, cercano a Marinetti, hubiera participado a su modo en el futurismo. Más profunda es la atracción que experimentan estos dictadores por la idea que se había impuesto en relación con el arte, con la naturaleza del arte, según la cual era posible hacer tabula rasa con el pasado y construir algo completamente nuevo que sería mucho mejor, que no tendría que mantener los compromisos que habían señalado la creatividad a lo largo de los siglos».
Arte bajo vigilancia
Entrevista con Tsvetan Todorov realizada por Pascal Hunh
C- En su ensayo Artista y dictador, usted propone la tesis según la cual arte y totalitarismo se llevan bien y, al mismo tiempo, evoca en ese contexto el concepto de arte total.
T- Yo percibo en ese ensayo una especie de fenómeno múltiple que hace que los artistas y los movimientos de vanguardia, sobre todo durante la revolución de 1917, no solamente en Rusia sino en otros países, mantengan una ambición que sobrepasa las fronteras del arte propiamente dicho. Estos artistas, primero futuristas y luego constructivistas, para mencionar las escuelas más significativas en Rusia, recibieron influencias de Italia y suscitaron repercusiones en Alemania. De esta manera, ellos hacían parte de movimientos internacionales. Esos movimientos no buscaban solamente actuar en el campo del arte. Para su actividad, la vida entera debía ser transformada y el artista debía convertirse en una especie de demiurgo.
Es esta la razón por la cual un autor como Maiakovsky –constructivista después de haber sido futurista– decidió contribuir con su talento de poeta al servicio de la publicidad y de la propaganda llevando al verso consejos de salud destinados al pueblo. Un cineasta como Dziga Vertov no se contentaba con la producción de películas sino que mostraba el carácter cinematográfico de la vida misma. Rodtchenko o Tatlin rechazaban la pintura de caballete pues ellos aspiraban a que su actividad llegara a la calle. Rodtchenko quería que la fotografía no sólo se agregara o influenciara a la pintura sino que llegara a reemplazarla. La fotografía representaba el mundo. Las fotografías de Rodtchenko son extraordinarias lo cual no lo priva de un gran talento visual en donde la ideología subyace (entender la acción del artista más allá de sus límites habituales) así como Marinetti hablaba de futurismo político y no solamente en el campo pictórico o poético.
En el ensayo me ocupo también de teorías que se refieren al arte de construir la vida. La Bauhaus, tan ligada al constructivismo, comparte este mismo proyecto, y no es por casualidad que Gropius y sus sucesores hayan tratado de enseñar la arquitectura a sus estudiantes junto con la sociología y las ciencias políticas. Todo ello debería contribuir a reorganizar la vida.
C- ¿Cómo se manifiesta entonces la intromisión de los poderes totalitarios en esta esfera de libertad y de cambios?
T- Por el contrario, el dictador se percibe de buena gana como un artista. Y no sólo por el hecho de que personas como Stalin o Trotski hayan publicado versos en pequeñas colecciones de juventud, que Hitler se hubiera creído pintor y sobre todo arquitecto, que Mussolini, cercano a Marinetti, hubiera participado a su modo en el futurismo. Más profunda es la atracción que experimentan estos dictadores por la idea que se había impuesto en relación con el arte, con la naturaleza del arte, según la cual era posible hacer tabula rasa con el pasado y construir algo completamente nuevo que sería mucho mejor, que no tendría que mantener los compromisos que habían señalado la creatividad a lo largo de los siglos.
La expresión clave de los futuristas rusos había sido: «Arrojar a Pushkin, a Tolstoi y a Gogol fuera de la nave de la modernidad». Era una bofetada al gusto público. Marinetti decía: «Pido a gritos una creciente del Arno sobre Florencia para que inunde todas las bibliotecas y destruya los museos a fin de comenzar de nuevo»·
En efecto, el proyecto de los dictadores totalitarios de esta época no es muy distinto. Se trataba de sortear las huellas del pasado, de construir el Hombre nuevo y de crear un pueblo nuevo. De manera desconcertante, Stalin llamaba a los escritores los «ingenieros del alma humana» pero, en realidad, no se trataba de eso; el verdadero ingeniero de las almas era él y su policía omnipotente, con su ejército, el engranaje del Partido, todas las fuentes de represión de que disponía y que le permitían moldear las masas como el artista trabaja la arcilla y la tierra (1). La metáfora del escultor y de la tierra que él amasa en sus manos se encuentra de manera sistemática tanto en unos como en otros. Mussolini decía que él había fracasado en su proyecto de crear un hombre nuevo porque el pueblo italiano había sido una materia demasiado frágil, demasiado inconsistente. Y agregaba, si Miguel Ángel apenas hubiera tenido arcilla en las manos en cambio de mármol, no hubiera pasado de ser ceramista .
C- Lo anterior nos remite a las palabras de Hitler poco antes de la caída del Tercer Reich, cuando declaraba que el pueblo alemán no había estado a la altura.
T- El artista dictador actúa como el artista de vanguardia que dice: «Descarto todo el arte del pasado y creo libremente un hombre nuevo, un hombre perfecto. El porvenir radiante se logrará a partir de allí». En el caso alemán el componente biológico es fuerte, una selección artificial que se agrega a la selección natural. Se favorece un tipo físico, se roban niños rubios de ojos azules en Polonia y en Rusia para hacer de ellos buenos alemanes. En la Unión Soviética existía el mismo proyecto, por ejemplo, en el caso de Trotski. Ese hombre nuevo, ese pueblo nuevo, es sin duda una utopía cuando se convierte en un proyecto completo que debe llevarse a cabo aquí y ahora. La utopía tal como existió en la edad clásica es algo hermoso, es la manera de soñar con un ideal, de abrir perspectivas nuevas en la humanidad. Pero la utopía se ha pervertido hasta a llegar a ser en extremo peligrosa.
Muchas veces empleo el vocablo utopismo para distinguirlo de la utopía cuando ello significa una política que debe realizarse aquí y ahora. En este caso, la utopía, el contenido de la utopía, que es por definición algo que no existe, sólo la violencia hará posible que se realice. Si se quisiera que la utopía se materializara aquí y ahora, la dictadura es inevitable, la destrucción es inevitable, el sometimiento y la violencia son inevitables. Lo cual no impide que la utopía pueda existir como un sueño que fecunda la actividad humana aunque no sea sin embargo un programa aplicable de la noche a la mañana.
C- Usted escribió: «Los regímenes totalitarios ya no representan hoy una amenaza pero la experiencia del pasado aún encierra lecciones para nosotros»
T- En la actualidad, yo no pienso que los regímenes totalitarios –en todo caso, extrayendo del totalitarismo comunista a Corea del Norte y a Cuba que son pequeños países anacrónicos– representen algún peligro para el mundo. En El siglo de los totalitarismos, incluyo diversos textos que había publicado y me planteo la cuestión: «¿En la actualidad qué ha reemplazado a todo esto?». ¿Todo está regulado sin remedio? Paso revista a diferentes candidaturas para ocupar ese lugar pero pienso que de ninguno de ellos puede nombrar con propiedad como totalitario, aunque el totalitarismo tampoco sea algo sencillo. Es un tipo de régimen demasiado complejo, algunas características pueden encontrarse fuera de él. Se observan algunas de ellas en un país tan importante para nosotros como es China, pero no creo que pueda catalogarlo como totalitario puesto que la economía ya no se controla de manera centralizada. La propiedad privada existe, tanto así que hay también millonarios en China, algo inconcebible en la Rusia soviética, en Bulgaria, en Polonia…
Los regímenes teocráticos muestran de igual manera rasgos comunes con los gobiernos totalitarios. La policía de las costumbres que controlaba el largo de los pantalones y la amplitud de los velos me hace pensar en la policía que teníamos nosotros, porque en Bulgaria estaba prohibido usar pantalones estrechos. Era considerado como muy occidental usar minifaldas y pantalones demasiado ajustados (¡en otra época eran los pantalones muy largos!) pues daba la impresión de imitar a Occidente y era entonces mal visto. No obstante, la situación es completamente distinta. La sociedad civil iraní se mantiene como una sociedad en donde muchas cosas son posibles si se compara con lo que era en nuestros países. También en Occidente se perpetúan características de la sociedad totalitaria. Una de las que más me sorprenden y a menudo me inquieta es el mesianismo democrático. Desde hace algún tiempo Occidente parece haber reencontrado una misión que había abordado desde la colonización y es la de llevar la democracia al mundo entero y, por esta razón, está dispuesto a hacer la guerra es decir, a ocupar países extranjeros para imponer un régimen que consideramos como el mejor.
En fin, en el ultraliberalismo, que ha llegado a crear una ideología omnipresente a nuestro alrededor, algunas características hacen pensar paradójicamente en el totalitarismo, pero en donde a fuerza de combatir a un enemigo absoluto se corre el riesgo de producir una especie de experiencia negativa de eso mismo que resulta inquietante y radical en algunos aspectos.
Traducción y adaptación: CARLOS BARREIRO ORTIZ
(1) Antonio Gramsci (1891-1937) habla de una categoría que él llama hegemonía que encontró in nuce en la práctica bolchevique de Lenin. Gramsci quien fuera secretario del Partido Comunista Italiano no llegó a aceptar que el comunismo de su país estuviera subordinado al puño de hierro de Stalin.
(2) Louis Althusser, que publicó el ensayo de Gramsci titulado Ideologías y aparatos ideológicos del Estado (revista La Pensée núm. 10, 1970), afirma que (él) «… es hasta donde conocemos el único que ha avanzado por el camino que aquí tomamos. Él ha tenido esta idea «singular» de que el Estado no se reducía al aparato (represivo) sino que comprendía además cierto número de instituciones de la «sociedad civil»: la Iglesia, las escuelas, los sindicatos, etc. Desafortunadamente, Gramsci no sistematizó sus intuiciones, que quedaron en estado de anotaciones pero parciales».
* Título original: L’art sous surveillance, publicado en Cité musiques, núm. 64, 2010, septiembre-diciembre, p. 79.
Publicado originalmente en Esfera Pública
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