DEMOCRACIA, ORDER. Por Marco Scotini.
«Primero la comida, luego la moral» es el conocido estribillo de la canción que cierra el segundo acto de La ópera de los tres centavos. El criminal burgués y sin escrúpulos Mackie Messer y la prostituta Jenny del Spelonche (el lupanar favorito de Messer, en Turnbridge) alternan sus voces ante el telón bajado, sobre las notas del jazz-cabaret-foxtrot de Kurt Weil, mientras repiten las mismas palabras: «primero dejadnos comer y luego, si queréis, podéis hablar». Este pasaje brechtiano, ya proverbial, no puede dejar de estar presente (al menos en mi caso) a propósito del tríptico fílmico ORDER del colectivo artístico español Democracia: rodado en distintas ciudades del mundo entre 2014 y 2018 y concebido más bien como una ópera en tres actos. Los propios títulos de los actos -si queremos seguir llamándolos así- son sintomáticos de la referencia a La ópera de los tres centavos. Eat the Rich/Kill the Poor es el primer acto y está rodado en los barrios de Houston, Texas. Konsumentenchor («Coro de consumidores» en alemán) es el segundo y está ambientado en un centro comercial de Dublín. Por último, Dinner at the Dorchester se desarrolla en el restringido marco de uno de los hoteles más exclusivos de Londres. Pero, ¿qué comparten estos tres títulos sino el denominador común de la privación o la abundancia de comida como condición fundamental de la desigualdad de ingresos y de la diferencia de clases? ¿Acaso no es Eat the Rich el eslogan político anticapitalista, atribuido a Jean-Jacques Rousseau, que ha vuelto a hacerse sentir en las plazas de todo el mundo (de España a Sudáfrica) en la última década? Entre la obra de Brecht de 1928 y ORDER de 2018 hay alrededor de un siglo. Un lapso de tiempo (de historia), esto es, en el que creíamos que el ciclo de luchas sociales habían asegurado derechos laborales y civiles que, por el contrario, han sido recientemente destruidos por el neoliberalismo contemporáneo para dar paso a relaciones laborales y de dominación serviles: con el triunfo de los nuevos fascismos. El imperio del odio resucita fronteras de clases y de castas que parecían haberse difuminado, reactivando relaciones indiscernibles entre violencia e institución, entre guerra y gubernamentalidad, entre estado de derecho y estado de excepción, entre lo civil y lo militar. El retorno de los racismos, sexismos y de los fascismos es el efecto de la recomposición entre neoliberalismo y nacionalismo, a través del disfraz de la democracia, que, sin embargo, desemboca en una guerra contra el pueblo.
La ópera de los tres centavos, ambientada en un suburbio londinense, es la imagen de una inversión especular y despiadada de la redistribución de la propiedad en el seno de la sociedad burguesa pre-nazi y una crítica sin escape a la indiferencia entre baja criminalidad y altas finanzas, a la hipocresía moral de una sociedad corrupta que hace semejantes a mendigos, ladrones y prostitutas con policías, comerciantes, banqueros y élites empresariales. Una asociación que permite a Brecht afirmar: «la predilección de la burguesía por los bandidos se explica por el erróneo prejuicio de que un bandido no puede ser un burgués» y, viceversa, «de que un burgués no puede ser un bandido». Los tres actos de ORDER son una crítica igualmente áspera a las disimetrías del capitalismo contemporáneo, pero llevada a cabo a través de una estética fría, brillante y afilada, propia de los dispositivos del soft power mediatizado contemporáneo, en el momento en que los nuevos fascismos ya no necesitan ser tan violentos o paramilitares como los históricos. No el tanque, por lo tanto, sino la limusina. No es casualidad que la limusina Hummer negra, que aparece al principio de la primera película con las palabras Eat the Rich y Kill the Poor respectivamente, en cada lado del vehículo, ya había sido utilizada por Democracia en una intervención urbana de 2010 en Nueva York, para transportar los coleccionistas durante el Armory Show.
Desde siempre preparado para contrarrestar la ideología del confort social que promete el neoliberalismo, que sustituye la revolución por la socialdemocracia y la lucha de clases por el estado del bienestar, el colectivo artístico Democracia ha recurrido ininterrumpidamente, a lo largo de las dos últimas décadas, a tácticas de la subcultura, estrategias agit-prop, eslóganes anticapitalistas, referencias situacionistas, para desenmascarar todas esas trampas pacificadas que nos han conducido dramáticamente al neofascismo de nuestros días. Hace unos años, una desconcertante coreografía de «trazadores» de parkour, encapuchados con sudaderas rojas en el Cementerio Civil de Madrid, nos sorprendió por su inesperado carácter de desafío político, del mismo modo que hoy nos sorprende el uso de la ópera para condenar la desigualdad social en las tres películas de ORDER. Con todo, incluso en este caso, la referencia a las canciones de Kurt Weill, a los epígrafes, a los carteles donde se proyectan los títulos de las escenas o de las baladas del teatro épico de Brecht, me parece un rasgo para nada irrelevante. Así, Amanda, una joven blanca que aparece en el interior de la limusina negra de Eat The Rich/Kill the Poor, es la voz que entona un canto contra los pobres, mientras el sonido se difunde al exterior desde un altavoz, situado sobre el techo del vehículo, en su recorrido por el centro de Houston. “Kill the poor. /Let them lick their wounds. /They’re no longer necessary. /Now there are machines /that do it all for you”: este es uno de los versos ofensivos que ponen de relieve el retorno del clasismo en nuestra sociedad avanzada. A los nuevos pobres, cuando no son objeto de discriminación, se les anima a cambiar de comportamiento para que asuman individualmente los riesgos que un endeudamiento conlleva. A este canto responde una manifestación silenciosa de miembros armados de los New Black Panthers que marchan por las calles de Houston con pancartas blancas donde aparecen eslóganes como “Work is the blackmail of survival” o “We are not your slaves” y “Government is death”. El segundo acto de ORDER, Konsumentenchor, está protagonizado por un coro de niños vestidos con túnica roja y gorguera blanca que, en fila india, entran al interior de un centro comercial donde se disponen a cantar “We are born to suck./ We grow up to eat the world. /We consume so as to forget time that, every day in silence,/ consumes us bite by bite”.
En el último acto, finalmente, durante una exclusiva party en el Hotel Dorchester, se produce un enfrentamiento entre un hombre blanco, ávido defensor de los beneficios del capitalismo, y una trabajadora negra, que forma parte del servicio, y que exclama a modo de cierre: «Es hora de parar». Aunque toda la obra se inspira en el texto Los trabajos y los días de Hesíodo, ante esta extraordinaria trilogía fílmica de Democracia, dos de las preguntas de Mackie Messer siguen resonando en el fondo, y sin tregua: «¿Qué es una ganzúa frente a un título cambiario? ¿Qué es robar un banco en comparación con fundar uno?”.
Texto para la exposición ORDER del colectivo Democracia en Prometeogallery di Ida Pisani (Milán). Del 29 de junio al 4 de agosto.