La política, la crítica, el mercado y las instituciones

Lapolítica

En los últimos meses, en paralelo al espectacular incremento que ha experimentado la intención de voto que las encuestas conceden a la formación Podemos, han aparecido diversos círculos vinculados al ámbito del arte como son el Círculo Podemos de artistas y el de críticos, galeristas y fundaciones artísticas. Del mismo modo, recientemente se han ido definiendo las líneas programáticas básicas que esta organización política sostendrá en el terreno cultural. Fue, precisamente, el pasado 28 de septiembre cuando se celebró la primera asamblea del Círculo Podemos Cultura, de cuya acta se pueden extraer ciertos argumentos generales que pueden dar idea de hacía donde se orienta la idea de cultura que se está manejando. Habría, sin embargo, que mencionar que este círculo reconoce, a día de hoy en respuesta a un artículo aparecido en prensa, que el programa que propondrá está en proceso de elaboración.

En cualquier caso, no se trata aquí de analizar el contenido de las propuestas o principios contenidos en el referido acta y mucho menos de problematizar ciertos aspectos propios del sistema adoptado para su debate y concreción, basado en la especialización del trabajo cultural como se infiere de esa tendencia —que parece ser una de las metodologías básicas organizacionales en Podemos— de agruparse conforme a la noción, netamente capitalista, de división del trabajo. Ciertamente, ésta última, aunque perteneciente al plano metadiscursivo, siempre más árido y, no pocas veces poco fructífero en lo que respecta a las consecuencias prácticas, no puede ser tratada como una cuestión menor que se pueda eludir invocando cierta operatividad. La propia idea de cultura como esfera, aun reconociendo su heteronomía, y su organización basada en la especialización [profesionalización] de los saberes y los haceres se constituye como un contenedor específico en el caben muchas cosas pero no todas y, probablemente, excluya posibilidades otras que se oponen radicalmente a los modelos ya ensayados por un sistema que se entiende en descomposición.

La cuestión en estas breves líneas, sin embargo, será interrogarse sobre ciertos aspectos generales contenidos en el acta de la primera reunión del Círculo Podemos Cultura y aparición, el pasado 6 de agosto, del Círculo Podemos de críticos, galeristas y fundaciones artísticas. Es cierto que, quizás, sea un poco precipitado ya que de la información públicamente distribuida por este círculo es más bien exigua, una serie de noticias y eso sí la nómina de los impulsores del mismo, no pareciendo existir ningún documento donde se substancie aportación alguna para el debate. En cualquier caso, esperando no resultar demasiado prejuicioso, existen algunos asuntos que bien pueden crear ciertas dudas.

En el acta del Círculo de Cultura existen numerosas alusiones a contraponer, a la noción pretendidamente hegemónica —adoptada por la política de los hasta hace poco llamados partidos mayoritarios— de Industria Cultural, una cultura pública popular y no mercantilizada. Pues bien, no parece que el mercado del arte [galerías] sea el lugar más indicado desde el que proponer las medidas necesarias para ese cambio de paradigma. Bien se podrían haber, a estas alturas, aplicado las propuestas realizadas, hace ya tiempo, por parte de las asociaciones de artistas relativas a buenas prácticas, de la que se hacen eco en su red social. Asimismo, sean más o menos rentables las galerías, como agentes del mercado, forman parte de la mercantilización de la cultura y, en este caso en particular, en su dimensión más elitista. Alguien podría aducir que existen diversos tipos de galerías y galeristas, y probablemente con cierta razón, pero no parece que desde este gremio profesional se pueda añadir nada relevante para el presunto “modelo” de cultura que comienza a perfilarse en las asambleas del mencionado círculo. En todo caso, se presume que si desde el mercado del arte se quiere realizar una crítica y autocrítica de la manera en la que han operado en las pasadas décadas, tendrán que afrontar el problema, endémico del sistema arte en el Estado español, de los límites más que borrosos entre los intereses privados y los recursos públicos. Habiéndose enunciado habitualmente, no son tantas las ocasiones donde se han estudiado los innumerables casos en los que el sector privado de las galerías han establecido dudosas relaciones con el sector público institucional encargado del arte y, más concretamente, en lo que se refiere a la política de compras y subvenciones.

En relación con esto último y por otra parte, en lo que se refiere a otro agente de esta terna, los críticos, que a menudo han actuado también como comisarios y gestores, se podría esperar, al menos de aquellos que se unan a este círculo, un debate claro y público que abordase el conjunto de problemas que, sin duda, aparecen entre en las preocupaciones recogidas en el mencionado acta y que no son otros que los de las redes clientelares, el nepotismo y los comportamientos y decisiones, a menudo arbitrarios, que han jalonado la actividad institucional en el ámbito del arte. Sin duda no sólo los críticos, actuando con diversas funciones, sino también los artistas han estado envueltos en tramas de intereses privados financiados públicamente. No se trata aquí de señalar ad hominen o de plantear una causa general pero, desde luego, los casos en los que este tipo de hechos han acontecido en los tiempos recientes son suficientes en número y lo suficientemente graves como para antes de aportar soluciones de parte, se establezca un debate crítico que ayude a identificar comportamientos y modelos que resultan intolerables. La preocupación general de la organización política Podemos por la erradicación de la corrupción debería imponer tal discusión. Del mismo modo, otro elemento de análisis necesario es el de como estos colectivos profesionales han contribuido tanto en la constitución de una cultura vertical de tipo elitista o, por el contrario, falsamente participativa mediante la espectacularización del arte, que ha tenido lugar en la ya pasada segunda era del entusiasmo.

Conviene en este punto recordar que hace ya unos años hubo una iniciativa —aún vigente aunque en cierta crisis después del caso de los Premios RAC— que reunió una parte significativa de los agentes del ámbito de la crítica y del mercado del arte [galerías], además de algunos artistas, bajo las siglas IAC [Instituto de Arte Contemporáneo] que, al menos en ciertos momentos, propuso una agenda atravesada de un discurso de autoridad [pretensión de transformarse en una nueva academia] y espectacularidad [Gala Premios RAC] propia del tratamiento de lo cultural como industria. Esperemos no ver estos planteamientos renovados bajo una nueva piel, legitimada esta vez por un fenómeno político que, hoy por hoy, aglutina una buena parte del descontento social.

Por último resulta necesario, en términos de aclaración del asunto de a quienes aglutina el Círculo Podemos de críticos, galeristas y fundaciones artísticas, saber a qué se refieren exactamente con eso que denominan como fundaciones artísticas. No está claro si se utiliza dicha categoría en un sentido extenso, no estaría de más concretar, o si se refiere al tipo de fundación como la Botín, en cuyo caso no parece que desde esa institución se vaya a aportar elementos útiles para el cambio en las políticas culturales, cuya necesidad puede inferirse del primer documento disponible sobre cultura de Podemos.

Es cuestión de tiempo saber cuales son las intenciones de los impulsores del Círculo Podemos de críticos, galeristas y fundaciones artísticas. Mientras tanto habrá que esperar una mayor concreción en sus posiciones iniciales, aunque sólo sirviera para asentar un debate provechoso, y un desarrollo de documentos que nos permitan conocer las propuestas que desde los sectores que pretende aglutinar se realizan para una supuesta transformación de las coordenadas en las que el arte se ha desarrollado en las décadas recientes.

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