Desde hace un tiempo queríamos analizar el dificil rebranding que la iglesia católica pretende realizar a partir de la figura del primer papa jesuita, Jorge Mario Bergoglio, operación que a todas luces supondrá un esfuerzo cosmético-medial tan cínico como poco novedoso.
Nada mejor que una efeméride para acometer esta sencilla tarea.
Hace ya 122 años, el 15 de mayo de 1891 (pocos meses antes de que Piotr Kropotkin editase su frontal ataque al concepto de propiedad, La conquista del Pan), el papa León XIII publicaba la encíclica Rerum Novarum (Acerca de las nuevas cosas), mediante la cual articulaba la posición pública del catolicismo en lo referente al problema obrero, creciente en su intensidad tanto en el contexto europeo como en las posesiones coloniales administradas por poderes occidentales.
Este comunicado papal deploraba la opresión y condición de cuasi esclavitud padecida por la mayoría e inflingida por «un puñado de gente muy rica», a los que identificaba con el capital especulativo, a la vez que abogaba por la conveniencia de aplicar políticas salariales justas y organizar sindicatos católicos.
Tambien se afirmaba con rotundidad que la división social en clases y la desigualdad entre las mismas constituyen rasgos inalterables de la condición humana, y por tanto elementos básicos del plan divino. Argumentos similares se esgrimían respecto a los derechos de propiedad.
El primer párrafo de la circular decía así:
«Despertado el prurito revolucionario que desde hace ya tiempo agita a los pueblos, era de esperar que el afán de cambiarlo todo llegara un día a derramarse desde el campo de la política al terreno, con él colindante, de la economía. En efecto, los adelantos de la industria y de las artes, que caminan por nuevos derroteros; el cambio operado en las relaciones mutuas entre patronos y obreros; la acumulación de las riquezas en manos de unos pocos y la pobreza de la inmensa mayoría; la mayor confianza de los obreros en sí mismos y la más estrecha cohesión entre ellos, juntamente con la relajación de la moral, han determinado el planteamíento de la contienda. Cuál y cuán grande sea la importancia de las cosas que van en ello, se ve por la punzante ansiedad en que viven todos los espíritus; esto mismo pone en actividad los ingenios de los doctos, informa las reuniones de los sabios, las asambleas del pueblo, el juicio de los legisladores, las decisiones de los gobernantes, hasta el punto que parece no haber otro tema que pueda ocupar más hondamente los anhelos de los hombres.«
Aquellos lectores con estómagos resistentes pueden leer la encíclica completa en la página del vaticano.
(Gracias a Dagover por la pista)
Este comentario es un poco off-topic, pero al leer lo de «sindicatos católicos» me he acordado de como la CNT de Catalunya en los años veinte se dedicó un tiempo a tumbar a los dirigentes del sindicato católico-vertical «La Cruz Armada». Cuenta Garcia-Oliver:
«La Patronal debió considerar que el punto vulnerable para terminar con el sindicalismo era precisamente Tarragona y su Sindicato del Transporte. Y creó un sindicato católico llamado La Cruz Armada.
[…] (Eusebio) Blanco (llamado el Manco por haber perdido un brazo en una maniobra de vagones) y sus libros se trasladaron a Tarragona, ciudad que ofrecía el encanto de su playa y del morro de su rompeolas. A Blanco debió de parecerle a propósito para devorar sus libros.
El presidente del sindicato católico La Cruz Armada murió de varios balazos. Los jesuitas proporcionaron otro testaferro para la presidencia. Un mes después moría de varios tiros el nuevo presidente.
[…]La Cruz Armada de Tarragona se disolvió en cuanto enterraron al último de sus presidentes.»
Aqui habla de eso el propio Garcia Oliver:
http://www.youtube.com/watch?v=SxBWAbKQfSE
http://www.que.es/ultimas-noticias/sucesos/201305151939-destituido-cura-churra-murcia-unas-cont.html
http://www.youtube.com/watch?v=mtSnxTJ3fxI