Comentario al libro Anarquistas Vengadores . Atentados reivindicativos en el mundo del siglo XIX y principios del XX de Fernando Barbero , publicado originalmente en VOCES DEL EXTREMO
¿Os imagináis que un día de estos, alguien le pega cuatro tiros a mariano? La inmediata pregunta es: «En nombre de qué causa» o «Quien lo reivindica»… Podría ser algún colectivo de afectados por los desahucios, o incluso los mismos funcionarios y demás obreros y gente de mal vivir que no solo ven las últimas medidas tomadas sino que piensan en las próximas que podrían ser aún más siniestras… como si no hubiera motivos para que con el cabreo que anda suelto por el país alguien se asilvestrara y decidiera mandar un mensaje con un sacrificio ejemplar.
Ya se habló en la prensa de algunos suicidios en Grecia de personas absolutamente agobiadas por la situación, que decidían poner fin a sus vidas por falta de expectativas. Ante tamaña desesperación podrían igualmente haberse vuelto en otra dirección y elegir matar en vez de morir. Desgraciadamente, las angustias que dominan el día a día de muchas economías domésticas o no, no tienen aspecto de despejarse en un plazo inmediato, si no más bien al contrario. Motivos no faltan y perjudicados tampoco, por una situación que aunque cuatro inútiles pagados nos quieran hacer creer que es culpa nuestra por querer vivir por encima de nuestras posibilidades, todos sabemos que es un gigantesco robo teledirigido que beneficia a los de siempre.
Pero estas cosas no es la primera vez que pasan en el mundo. Esto ocurre hoy en un contexto de desideologización general, en el que aparte de la ritual observación diaria del coeficiente de la prima de riesgo, o del índice que marcaba el ajuste de los intereses de las hipotecas, los temas más relevantes son el pronóstico del tiempo o la peregrinación por las calles de Madrid de la Copa de Europa de selecciones nacionales, ganada, eso sí merecidamente, por «la Roja». Por cierto, sería deseable que tributaran por sus cuantiosas primas en casa para poner su granito de arena y evitar algún recorte por pequeño que sea.
No estaría de más recordar que hace apenas cien años, nuestros abuelos vivían en unas condiciones mucho más primitivas sociopolíticamente hablando, tan auténticas que los temas que nos afligen hoy no existían ni por asomo, la vida era una lucha permanente por poco más que comer y subsistir. Las leyes a las que acogerse nunca se respetaban y no hacía falta que el zapatero o el mariano de turno las fuera limando para complacer a sus amos.
En aquel ambiente, la identificación del adversario o el causante de los males que padecía el pueblo, era mucho más directa que ahora. El invento de la democracia moderna ha hecho que se diluya la auténtica confrontación entre las partes. Los anarquistas de entonces disparaban a la cabeza de los que consideraban el mal que afligía a la sociedad, Ético o no, acertado o no, no somos nosotros quién para opinar ni justificar hoy aquellos hechos. Solo nos queda dar un vistazo a aquel trozo de historia y ponerlo en orden como algo que ocurrió en un contexto determinado y por causas muy determinadas. Cobraron piezas de gran calibre, presidentes, reyes y otros, y pagaron con cientos de miles de muertes y la pérdida final de su lucha que a otros niveles también fue pacífica y cultural. Respetémoslos.