Que ¿para qué les toma fotografías a los indigentes riéndose de ellos? Sí, uso la risa acompañada de una imagen de hombre exitoso, de todas maneras diferente a mi semejante humano caído en desgracia. Mi risa es la encarnación de todo el mal sobre mí mismo sin posibilidades escapistas; quiero decir muchachos, eso que todos hacemos como una práctica: mirar para otro lado, ignorar y ser indiferente frente a la desagradable imagen de alguien sumido en tanta mierda…
Me rio del indigente, de la miseria humana porque estoy en la misma condición de precariedad, lo único que me diferencia es que lo puedo ver, así sea con retículas gruesas y usadas enmascaradas de arte o academia.
El hombre miserable que vive en la calle acepta tristemente el dinero que le ofrezco por permitir la construcción de una imagen vergonzosa de él y mía, cada uno miserable desde su posición: yo por conquistar su dignidad por dos mil pesos y la promesa abstracta de un trabajo plástico que a la postre ni entiende, ni le importa, él porque por su necesidad vende lo poco que aún le queda cuando ya no hay nada que vender sino su realidad.
Se me acerca un señor de bigote con hambre pero limpio, yo lo rechazo por esa pulcritud, no sirve. Se me acerca otro con mirada más digna, quizás soberbia, consciente de mi operación protervica y de cinismo, acepta la plata y se acomoda para la foto cuidando que se vea el moño retorcido que quedó de su pierna izquierda. De lo que se trata es de reírnos compadre. Luego mi índice de la mano izquierda lo señala justificando la risita, la burla sin miramientos. Mejor me voy, esto se está llenando de fantasmas invisibles que la ciudad va escupiendo como si se tratara de un casting para alguna película de miserias colombianas que tanta risa nos da.
Un proyecto de Oscar Salamanca