Nos remite Octavio Colis el siguiente texto. Octavio Colis Aguirre (Logroño, 1948), pintor y escritor, ha sido colaborador de la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI) sobre proyectos de desarrollo en Palestina y consultor de la Unesco sobre el Estatuto de Jerusalén.
Carta abierta a los periodistas que escriben sobre Palestina.
El 22 de abril de 1947 se reunió en Nueva York la Asamblea General de la Unión de Naciones para su primer periodo extraordinario de sesiones, estableciendo un comité especial para Palestina (no para Israel, que no existía todavía). Esta UNSCOP estaba compuesta por los delegados de once estados miembros, encargados de investigar, buscar y recomendar soluciones que expondrían y considerarían en el periodo ordinario de sesiones de septiembre de 1947.
En aquellas primeras deliberaciones se estimó que en ese momento la población total de Palestina ascendía a 1.935.000 habitantes, de los cuales 608.000 (32%) eran judíos y 1.327.000 (68%) eran árabes y otros, todos ellos, obviamente, palestinos. UNSCOP recomendó se dividiera Palestina en dos estados, uno árabe y otro judío, otorgando un estatuto especial a la ciudad de Jerusalén/Al Quds (NACIONES UNIDAS: Las Naciones Unidas y la cuestión Palestina, Nueva York, noviembre, 1986). Así, con algunos pequeños cambios (el Consejo de Administración Fiduciaria de NU administraría Jerusalén en régimen internacional), se aprobó (29/11/47/) la Resolución 181 (II) y el Plan de Partición que resolvía, o trataba de resolver, de esta manera, el final del Mandato Británico en Palestina, la retirada progresiva de sus fuerzas armadas y las aspiraciones territoriales de la Federación Sionista, aferradas a la Declaración Balfour (1917, carta del Secretario de Relaciones Exteriores británico del Foreing Office, lord Arthur James Balfour al barón Lionel W. Rothschild, líder de la comunidad judía en Gran Bretaña, para su transmisión a la Federación Sionista, en la que se confirmaba que su majestad británica no vería con malos ojos el establecimiento de un hogar judío en Palestina. Con ello se aliviaba mucho el espanto que le producía a los británicos no judíos la apertura de puertas que se había producido en su país y la más que probable llegada en muy poco tiempo de 800.000 judíos, procedentes casi todos ellos de las terribles persecuciones y pogroms rusos). Los palestinos no judíos y los estados árabes se negaron a reconocer la validez de la partición y como el estado de la cuestión se fue complicando muy rápidamente el Consejo de Seguridad convocó un segundo periodo extraordinario de sesiones de la Asamblea General que estuvo reunida del 16/4/ al 14/5 de 1948, creando una Comisión de la Tregua para ayudar a concertar un alto el fuego en la región. Pero el 14 de mayo el Reino Unido renunció a su Mandato sobre Palestina y retiró sus fuerzas. Ese mismo día el Organismo Judío proclamó unilateralmente la creación del Estado de Israel. Durante algunas semanas de lucha y treguas, que no respetaba ninguna de las partes implicadas (judíos palestinos, palestinos no judíos y estados árabes del Creciente Fértil), Israel se hizo con la mayor parte del territorio asignado a los palestinos no judíos y también con la parte occidental de Jerusalén. Con la aportación «solidaria» de los estados árabes limítrofes se llegó a la situación indeseada por los palestinos no judíos por la que la Franja de Gaza la administraría Egipto, y la ribera occidental del Jordán -luego conocida por unos como Cisjordania y por otros como West Bank-, y Al Quds (ahora Jerusalén Oriental) la administraría Jordania. Más de la mitad de la población palestina no judía (726.000) adquirieron así la calidad de refugiados sin tierra acogidos por toda la región en campamentos «provisonales» de la UNRWA (United Nations Refugee World Aid) en los que han ido naciendo hasta hoy generaciones de palestinos en condiciones de salubridad y espacio vital espantosos, ya que al ser estos lugares de estatus provisonal no se pueden implementar infraestructuras estables, como por ejemplo la de aguas residuales. A través de todo este tiempo hasta ahora mismo, se han ido aprobando (primero en la NU y luego en la ONU) otras resoluciones, entre ellas: 194 (III), 1948; 303, 1949; 512 (VI), 1952; 2253 ES-V, 1967; 237, 1967; 242 C.S.,1967; 2851, 1971; 3070, 1973; 3236, 1974; 3379, 1975; 43/177, 1988; 50/22, 1955; 51/223, 1997; E/CN.4/RES/2001/2C.D.H., 2001; desde que Bush II se hizo con la presidencia de los EE.UU se relajó mucho el espíritu normativo de la ONU con respecto a la cuestión palestina. Todas estas resoluciones y otras han sido imcumplidas sistemáticamente por Israel, sin que la Asamblea General de Naciones Unidas ni la comunidad internacional haya tomado ningún tipo de replesalias al respecto, aunque desde la ONU se han visto obligados a condenarlo expresamente en muchas ocasiones «las persistentes políticas y prácticas de Israel que violan los derechos humanos del pueblo palestino en los TT.OO. (Territorios Ocupados), incluida Jerusalén… …actos tales como los disparos con armas de fuego efectuados por el ejército y los colonos israelíes, que han causado muertos y heridos entre los civiles palestinos indefensos, las palizas y fracturas de huesos, la deportación de civiles palestinos, la imposición medidas económicas restrictivas, la demolición de casas, el castigo colectivo y la detenciones en masa, así como la negación del acceso a los medios de comunicación… …la grave situación actual creada por el acordanamiento de ciertas zonas, la imposición del toque de queda y, como consecuencia el creciente número de heridos y muertos»…
Desde hace 60 años, desde mayo del 48 -que fue cuando Ben Gurión proclamó unilateralmente el Estado de Israel en territorio palestino-, el periodismo internacional ha sido extremadamente comprensivo con las aspiraciones del sionismo internacional y su inconmovible decisión de apoyar a los judíos que pretendían y pretenden quedarse para siempre, y por la fuerza, en y con la tierra y los recursos del pueblo palestino. Por contra, los palestinos y todas las organizaciones que les representan han tenido que realizar desde entonces un gran esfuerzo por denunciar la situación de extrema indefensión en la que se encuentran frente al Estado de Israel, que cuenta con el más sofisticado y poderoso sistema de publicitación y propaganda internacional de sus actividades (pasadas, presentes y futuras), presentándose siempre a ellos mismos entre la leyenda, la mítica y la mística teológicas, como en las películas hollywoodienses de gran formato. Una gente sin tierra para una tierra sin gente. Tan vacío pretendían ver el territorio palestino que los palestinos eran considerados merodeadores árabes.
Frente a ese gran aparato de propaganda guiado, justificado y manipulado a través de agencias de prensa, editoriales, compañías cinematográficas, fundaciones, universidades, museos, bibliotecas, y publicaciones periódicas, algunos diarios en los que publicáis han consentido que los intelectuales escriban sus opiniones en contra del sionismo y su manifiesta brutalidad en el Creciente Fértil. Todos los días, durante estos terribles de plomo fundido sobre las cabezas de los palestinos, podemos leer en casi todos los grandes periódicos occidentales reflexiones y certeros trabajos en los que se condena la actuación del ejército israelí, de la Knesset, del propio pueblo de Israel y del sionismo internacional. Incluso hay artículos firmados por judíos que no están de acuerdo o que se manifiestan francamente en desacuerdo con la situación y el estado de las cosas en Israel, en Palestina. Este tipo de artículos de opinión adornan, democratizan y justifican vuestro trabajo, el de los periodistas de información simple. Estas incursiones (cameos, invitados) en el estado de la cuestión son la coartada de los que os publican, de los que titulan vuestros trabajos informativos, de los que sirven claramente, clientes o patrones, a los intereses inconmovibles del sionismo. Esto que denuncio se puede rastrear en los titulares, fotografías de portada y pies de foto, en entresacados y subrayados. En la información simple y sencilla, que es la que hacéis vosotros, periodistas, corresponsales y redactores. ¿Cómo si no íbais a insistir tanto en llamar conflicto palestino-israelí a lo que lleva sucediendo allí desde hace tanto tiempo? Jack the ripper no tuvo nunca ningún conflicto con sus destripadas. Es en este tipo de insistencia en la confusion de la información sencilla en donde se puede encontrar la mano del patrón del patrón. En este tipo de calificaciones y denominaciones tan desacertadas y confusas de la realidad sencilla. Es incomprensible que sigáis insistiendo en calificar de «guerra» (desde el mismo año de la ocupación, 1948, desde la Nacqba o Desastre) algo que es claramente agresión genocida por parte de los israelíes y la consiguiente rebelión armada por parte de los palestinos contra la ocupación, la tortura y el asesinato constantes. ¿Es que hubo alguna vez guerra entre los asesinos hitlerianos del III Reich y los ghettos judíos? ¿Fueron terroristas los que ponían bombas en París durante la ocupación nazi?
¿Por qué en vuestras informaciones hacéis caso del programa sionista contra la toponomástica palestina? ¿Por qué escribís Jan-Yunis, en lugar de Khan Junis; Ramala en lugar de Rammallah, West Bank por Cisjordania, etc.? ¿Por qué Yasir, en vez de Yaseer; Bin Laden, en lugar de Ben Laden? ¿Por qué no escribir entonces Bin Gurión, o Binicarló, Binicasim, Binidorm? ¿Por qué se os cuelan tantas imprecisiones en los pies de foto? (¿es una cuestión simplemente de libro de estilo?) Esta información sencilla, simple, aparentemente informativa, sin opinión, es la que llega inmediatamente a la gente. No las reflexiones de Rozitcher sobre el judaísmo cristianizado; ni la tristeza de Juan Gelman; ni la provocación de Sasturain; ni los siempre fenomenales resúmenes de la situación palestina de Miguel Ángel Bastenier o los poemas de Goytisolo, entre tantos otros. Es en vuestra información diaria y puntual, a veces más aventurera que testimonial, en el caso de los corresponsales tipo Graham Green, y siempre en casi todas ellas con un tufillo de fondo cristiano y conmiserativo, en donde confundís a los lectores y ofendéis a la verdad. La opinión de las estrellas que publican en los periódicos en los que trabajáis no deja de ser, y no se confunde nunca, opinión reflexionada, cuestionable siempre, desde luego. Pero no así vuestras informaciones que cree el ingenuo lector (aunque no inocente) son la verdad incontrovertible. Y no lo es.
Una de las pocas oportunidades que tiene el pueblo palestino es -a corto plazo, porque hablar de otros plazos es cruel- que se conozca la verdad de lo que allí sucede, la verdad completa, la verdad sencilla que está en manos de los periodistas sencillos, porque la indignación internacional (quiero decir occidental) sólo surgirá de vuestras informaciones porque son tomadas como la realidad misma. No por la que nos ilustra a los lectores de fondo a través de los artículos elaborados; a los lectores que, por otra parte, hace mucho tiempo que tomamos partido. No es cuestión de verdades absolutas o relativas (que son las que buscan desesperada y paradójicamente los escépticos), la verdad sencilla no es un arcano indescifrable.
No es que tenga muchas esperanzas en que cartas como esta os hagan ser más intolerantes con el programa por el cual, siendo imposible callar a los intelectuales y artistas (rojos, comunistas y amargados todos ellos, pero a los que hay que dar de comer para que los patrones se exhiban con ellos y demuestren así su vocación democrática), sea la información simple la que proteja a los sionistas de su intolerable pretensión, que no es otra que la de pasar por ser el pobre pueblo perseguido desde siempre. No habléis más de su derecho a la autoprotección. No permitáis que nos llamen acosadores antijudíos porque les exijamos que dejen de acosar a los que no lo son por el albur de las verdades reveladas y la asignación divina. No digáis «paz», donde no hay guerra; no deseéis la paz porque de ella no surgirá la justicia. No pidáis orden, sino leyes. Pero no apeléis nunca a las resoluciones de Naciones Unidas con respecto al respeto exigido al Estado de Israel para con el pueblo palestino, todas estas resoluciones han sido sistemáticamente inclumplidas o conculcadas por el Estado de Israel desde el mismo día de su fundación. No pidáis que cese la violencia y que se sienten ambas partes a negociar, ¡qué más quiere el gato que reunirse con el ratón!
No seáis el espejo del ruido y la confusión que promueve el sionismo internacional. No digo que os vaya sólo en ello vuestra propia dignidad, sino la de los palestinos de los que tan confusamente informáis.