El consumo de arte como consumo de droga

Finalmente pudimos ver de qué se trataba, a qué tanto misterio. Pudimos ver, oler (y algunos volver a oler) la magnífica y rectilínea instalación de Antonio de la Rosa. Una construcción de varios metros de polvo blanco que el público asistente insistía en introducirse por las narices por el sencillo método de la aspiración.