Es frecuente desde Europa observar con desprecio los despropósitos de la América más hipócrita y conservadora. También es frecuente imaginar Nueva York como zona franca, libre de fanatismo religioso y ataques a la libertad de expresión. Y es cierto que, a diferencia del resto del país, donde la censura desafortunadamente no ha dejado de ser noticia últimamente, en esta ciudad no se habían registrado demasiados incidentes de esta índole. Pero no porque los neoyorquinos sean más progresistas, o intelectualmente superiores a sus compatriotas, como algunos de ellos se jactan. Se debe sobre todo a la memoria, aún reciente, de la llamada Guerra de la Cultura, o Culture Wars, en la que su ex alcalde Rudolph Giuliani desempeñó un papel principal. A pesar de perder la batalla contra el Museo de Brooklyn por la famosa Virgen de Chris Ofili, sus discípulos aprendieron al menos una importante lección: es posible censurar, pero se debe evitar a toda costa la apariencia de censura. Y esto es precisamente lo que parece haber ocurrido en el Instituto Cervantes con la obra de DETEXT como último trofeo.
La obra «retirada» en este caso fue SPAM, una pantalla LED situada en la fachada del centro cultural, como las que a menudo se encuentran en las agencias de noticias ubicadas en el vecindario. En lugar de contener las últimas cotizaciones en bolsa, en ese caso se desplazaban a toda velocidad textos extraídos de correos basura de Viagra, tales como BE PROUD OF YOUR MASCULINITY, MUCH LONGER THAN IT USED TO BE, GIRLS WILL HUNT YOU IN THE STREETS, BE A GOD OF HER INTIMATE DREAMS o A FEW INCHES CAN MAKE A REAL DIFFERENCE [CONVIÉRTETE EN UN DIOS DEL SEXO, SIÉNTETE ORGULLOSO DE TU VIRILIDAD, MUCHO MÁS LARGA QUE ANTES, LAS CHICAS TE CAZARÁN EN LAS CALLES].
Tras recibir quejas de varios vecinos, Toni Carlina, la responsable del distrito número 6 de Manhattan, se puso en contacto con el centro, informándole de que había detectado un error en la tramitación del permiso para la pieza, y solicitando la retirada la obra de la fachada. También enfatizó que tal reclamación obedecía únicamente a un defecto formal, y no estaba motivada por los mensajes reproducidos – recopilados por DETEXT precisamente por su retórica machista-. El Instituto, como buen promotor del arte español, obedeció sin rechistar.
Según informaciones publicadas, el Instituto efectivamente contaba con la autorización de la Landmarks Preservation Comission para situar la pieza en su fachada. Sin embargo no se había solicitado el permiso pertinente al Departamento Municipal de Edificación. Esa dudosa negligencia y no el contenido de la obra, como insistieron las autoridades locales fue el motivo por el que se retiró la pieza de la exhibición. Como observó DETEXT, ¿no es sorprendente que sólo se detectara el error formal después de recibir quejas de los vecinos basadas con el contenido? ¿Se ha revisado con tanta atención la licencia otorgada al Instituto para la colocación de la bandera española que aún ondea en la misma fachada?» Aunque en declaraciones a la prensa local el Instituto se comprometió a reinstalar la obra una vez resuelto el problema técnico, tal como señala DETEXT, la exposición finalizó hace varios días sin producirse la reinstalación de la misma.
A menudo se habla de la necesidad de «promocionar el arte español en el exterior» y se discute el papel que los organismos públicos deben desempeñar en ello. Hechos como éste, lamentablemente, sólo demuestran que detrás de esas numerosas banderas españolas instaladas por el mundo hay poco más que propaganda de las propias instituciones. Cuando un artista se pliega a las demandas todo va bien y los proyectos van pasando en la agenda como los programas en la parrilla de la televisión. El verdadero compromiso con el arte se demuestra cuando se producen tensiones y la institución se ve obligada a definir su «margen de tolerancia». Cuando una institución se lava las manos ante la sospecha de censura – sea el juego sucio de unos burócratas locales o un despiste de sus abogados- sólo demuestra que la tan cacareada promoción cultural no es más que un slogan publicitario más.
Como afirma DETEXT, «La censura no suele presentarse como censura. Prefiere esconderse bajo trámites burocráticos, errores formales y agujeros legales. Lo que sí suele hacer es describir sus acciones como gestos en pro de la comunidad, normalmente con el objetivo de convertir en héroe al tirano. En las declaraciones realizadas por los sheriffs vecinales en este caso hay abundantes ejemplos esa retórica de heroísmo y generosidad, como cuando se enorgullecen de lograr la retirada de una obra en un día». Es precisamente reaccionando ante este tipo de bravuconadas cuando se demuestra el compromiso con el arte.
Como también señalan DETEXT, «lo sorprendente de este caso es que fueron los propios vecinos los que se pusieron en contacto con la prensa después de lograr la retirada de la pieza. Parecen estar esperando un aplauso por el buen trabajo realizado».
Uf, si ese fuera el unico ejemplo de comportamiento rastrero del Instituto Cervantes de NY, hasta se lo perdonaria, por tener mas que ver con la cultura de acogida que con el funcionamiento interno, que da pena penita pena al mas tipico y casposo estilo espanol.