A pesar de que es bien conocida la voracidad del nuevo capitalismo, cuya capacidad de reificación no conoce límites, no deja de sorprender la constatación de dicha cualidad en ciertos casos. Si hace ya algunos años, las entidades financieras nos intentaban convencer, con gran éxito, de que todos podíamos ser propietarios [y la situación se ha convertido en una pesadilla para muchos] ahora están empeñados en que creamos que está a nuestro alcance formar parte de su selecto club. Así, una campaña reciente del conglomerado de cajas, que han formado Bankia, después de haber agotado el filón crediticio que trajo consigo la burbuja inmobiliaria nos invita, por fin, a ser nada menos que banqueros. Dejando de lado el cinismo, que se apuntaba anteriormente, de esta maniobra y los aspectos asociados con la privatización de la banca pública, existe un asunto, relacionado con la imagen publicitaria desplegada por esta entidad, que, aunque de una importancia quizá menor, resulta de gran interés en lo que se refiere a la colonización totalitaria del lenguaje por parte del capital y sus repercusiones en la construcción de subjetividad. Me refiero al uso de la k, en el término banquero cuya elección procede del nombre de este nuevo banco.
Tradicionalmente, la inclusión en la lengua castellana de esta letra ha estado asociada, fundamentalmente, a palabras de origen foráneo y, en especial, a las de procedencia del griego clásico. Aunque algunas, más bien pocas [unas 35], de estas palabras estén incluidas en el diccionario de la RAE, la utilización de la K ha sido sinónimo de incorrección y barbarismo. Muestra de tal falta de aprecio se puede encontrar en su supresión normativa, por parte de la academia, entre 1815 y 1869. Igualmente beligerante contra su uso se manifestaba Miguel de Unamuno que la calificaba como «antipática y antiespañola» [curiosa opinión proveniente de un Euskeraparlante, aunque sólo lo fuera en la intimidad como dijo aquel, pero no tanto dadas sus contradicciones identitarias]
Es precisamente el carácter bárbaro, antiespañol, y contranormativo de la utilización de la K lo que construyó todo un lenguaje de resistencia, insumisión y combate contra la oficialidad lingüística, como medio de definición de otras posibilidades vitales. Así, desde diferentes posturas emancipatorias se difundieron, ampliamente, palabras como okupa, anarkia, Vallekas o mili kk, entre otras. Del mismo modo, y más actualmente, el uso de esta letra ha estado vinculado a la forma de escritura propia de los medios tecnológicos [SMS u otras formas telemáticas de mensajería instantánea] asociada, fundamentalmente, al desarrollo de las [sub]culturas juveniles más recientes.
Con estos precedentes cabe preguntarse por los motivos de la decisión del uso de la K, en el ámbito de los dominadores del mundo, para el nombre del banco, participado entre otros por Caja Madrid, y para el slogan de su campaña «Hazte Bankero». Esta operación propagandística puede ser leída en un contexto más amplio de deglución lingüística totalitaria, que persigue dejar sin efecto cualquier potencialidad política, y en general de sentido, del lenguaje. En definitiva, contribuir al avance del desierto en el que el capitalismo demoliberal ha convertido al lenguaje. Las consecuencias de este fenómeno parecen claras; imposibilidad de construcción de usos y versiones otras a las propuestas por los dueños del mundo, desde su altavoz medial, y construcción de la subjetividad por parte del capital como única opción, en un definitivo aplanamiento del individuo como consumidor.
Es posible que quien ha intervenido la publicidad de este mupi haya visto la relación entre los términos de bankero y bukanero, con perdón de los bukaneros de Vallekas.
Ante estos argumentos no faltarán quienes piensen que lo único que Bankia desea, a través de su agencia de comunicación, es tener éxito en la oferta de acciones, que mañana se pondrán a disposición de los inversores privados. Por tanto, tan sólo es una estrategia de marketing enfocada a llegar a los citados futuros accionistas para captarlos, usando nuevamente la K que singulariza su marca. Aquí surge, entonces, otra pregunta, ¿a quién se dirigen con esta campaña? A los disconformes con la situación. No parece probable. Entonces, ¿Es simplemente una utilización de un lenguaje que alude a la forma de comunicación electrónica? Parece más bien que se trate de una absorción reificadora de un lenguaje que, en mayor o menor medida, pretende ser antinormativo, con lo que esto supone para la vida, con la finalidad de construir una imagen de marca que se distancie, lo más posible, de la más que pésima opinión que, con los acontecimientos de los últimos años y la reacción popular de indignación subsiguiente, ha ido calando en una buena parte de la sociedad. Es una manera de darle a la entidad un cierto aire más juvenil y rebelde, fuera de convención. Visto lo visto, lo cierto es que no sé cómo no se le ocurrió al departamento de marketing de Bankia instalar una tienda de campaña-sucursal, con su cajero correspondiente, en la acampada sol, mientras ésta duró.
Moody’s a terrorist.
…y Rato un genocida, a ver cuando alguien atesora valor para exigirle responsabilidad penal por su nefasta época al frente del FMI.
Sobre las barbaridades del FMI:
http://www.publico.es/internacional/372318/esterilizadas-a-cambio-de-arroz
Yeah, an interesting video about Moody terrorist theory!!
http://www.americanpendulum.com/2011/07/keiser-report-moodys-ratings-racket-equals-financial-terrorism/
Bankia avala la fianza de Camps.
Para eso sirven los bonos basura?
http://www.elpais.com/articulo/espana/Bankia/avala/55000/euros/fianza/Camps/elpepunac/20110726elpepinac_6/Tes