Parece obvio que la democracia real no consiste en votar cada cuatro años, que consiste en poder participar y decidir acerca de los asuntos que nos afectan en la vida cotidiana. En todos y cada uno de ellos. Pero por lo que veo no lo es tanto, porque hay que recordárselo a muchos de los que viniendo de “abajo”, ahora son políticos profesionales.
Y lo que es muy triste, a parte de sus votantes que vuelven a estar presos de la dicotomía izquierda/derecha y de la lógica de las urnas. Me pregunto si dentro de esa simplista clasificación el PSOE es de izquierdas, cuando con él se aprobaron muchas de las peores medidas privatizadoras. Cuando están en los mismos consejos de administración y participan en los mismos foros de empresas transnacionales que el PP y Ciudadanos (Y Vox en camino)
Es decir, están al servicio de los mismos. Pero son peores incluso porque encima su discurso es perversamente hipócrita. Cuando el PSOE en 2011 justo antes de dejar el gobierno, aprobó el artículo 135 por el cual ponía la hacienda pública al servicio de la banca.
No me identifico con ningún grupo/partido político, me identifico con la gente “de abajo”. Que somos los gobernados, la inmensa mayoría, que no participamos de forma directa en las decisiones que nos afectan. Porque ya está prácticamente todo decidido de antemano por los de arriba. En base a sus propios intereses que son contrarios a los nuestros.
Los votos sin participación directa no son nada. La política de las urnas sin la política de base, de calle, de vecindad, no es nada. Está desconectada de la realidad material. Nadie está “representando” los intereses de las de abajo, ningún otro partido político. Porque han vuelto a la misma vieja retórica de siempre. De los votos, la izquierda y la derecha, las promesas electorales. La lógica de la representatividad.
Se lo han vuelto a creer o nos lo están haciendo creer. O las dos cosas. Estamos volviendo a creer que la política es cosa de los políticos, de los despachos, de las negociaciones entre los de arriba. Pero si no defendemos y peleamos por nuestros derechos desde abajo desde las instituciones no lo van a hacer. Porque el problema es estructural. No es una cuestión de partidos. Deciden sobre nuestras vidas los que sólo miran por sus intereses, los bancos y las empresas. Este “sistema democrático” no es tal. Pero nos hacen creer que sí lo es. Porque votamos y…ya.
Algo que me parece sumamente perverso y peligroso es el papel que juega el “posibilismo” en la legitimación de esta las discusiones y argumentaciones de algunos partidos de los llamados “de izquierdas”. Argumentaciones que como resultado último acaban por defender y legitimar esta falsa estructura democrática. Las escucho constantemente. Y me aterroriza pensar lo fácil que es caer en esta retórica que nos hace ir en contra de nosotros mismos. Por poner sólo un ejemplo: la “Operación Chamartín” o como la llaman ahora “Madrid Nuevo Norte”, aprobada por todos los partidos del ayuntamiento de Madrid. El posibilismo es el argumento clave, como había que negociar con un banco, dentro de lo “posible” hemos conseguido mejorar algo.
Por el cumplimiento de las necesidades de los abajo no se debería negociar con los bancos. No así. Porque los bancos no miran por nuestros intereses, miran exclusivamente por los suyos. Parece muy simple, pero así es. Son lógicas opuestas. No están al mismo nivel. La lógica del cuidado de la vida VS la lógica del expolio de la vida.
Si cruzan la línea y se ponen a negociar con un banco desde las posiciones de políticos “electos” de X partido, están jugando de nuevo al perverso juego de la representación. El punto de mira se pone en lo que se ha “podido” hacer desde ese lugar. Para defender nuestros intereses, tienen que ponerlos por encima de los de la banca privada y no al mismo nivel. Porque salimos perdiendo sí o sí. Y mucho. Muchos perdemos la vida. Muchos vivimos en condiciones miserables por justificar este tipo de negociaciones en aras del “posibilismo”. De que es un mal menor.
Aunque se consiga arañar un puñado de viviendas públicas al banco, es la forma de hacer política desde arriba sin los de abajo, lo de siempre, “cambiarlo todo para no cambiar nada”, pedir que deleguemos y que entendamos que desde esta llamada “democracia” es lo que hay, que no se puede hacer más. Pero eso ya lo sabíamos. No había que dar tantas vueltas para llegar a lo mismo.
Olvidamos como siempre a lo largo y ancho del mundo y de la historia que el poder de los que están arriba se lo damos los de abajo y que sin los de abajo ellos no son nada, que en la democracia participan los de abajo y se defienden sus intereses por encima de los intereses económicos y mercantilizadores o no es democracia.
Irene H. Arquero