Son de sobra conocidas distintas y diferentes estrategias para hacer dinero con el arte, la más habitual es la de la venta a través de la galería en la que el tendero se queda el 50% del beneficio, pero también hay otros caminos, a veces meras estafas como, por poner un ejemplo, las laminas en blanco pero firmadas que almacenaba Dalí para que luego un pseudo surrealista hiciera cualquier bodrio a la manera del catalán, otras son jugadas especulativas de altos vuelos, en las que convergen instituciones, politicas culturales y avispados galeristas, como el caso Barceló en la Bienal de Venecia, que aparte de exponer en el pabellón español, mostrará los reciclajes de las telas utilizadas para proteger el suelo mientras pintaba el techo de la sede de la ONU en un palazzo alquilado por su galerista Bischofberger.
También está el caso de J.S.G Boggs, un artista que se dedica a dibujar billetes que luego fotocopia y utiliza en los comercios para comprar bienes por el valor del billete representado, Es decir que él se fabrica los billetes con los que luego irá a comprar a la tienda de su barrio, al bar. o a cualquier otro comercio que acepte ésta particular transacción…
En estas estrategias de buscar la conversión de una propuesta artística en dinero como objetivo del propio trabajo (más alla de su comercialización «natural» a través del mercado) podemos detectar una inclinación por una nueva lectura de cuestiones trascendentales, como muestra a la perfección el clásico de Manzoni, consistente en enlatar su mierda para venderla al precio de su peso en oro (hoy día seguro que las latas ya han rebasado ese patrón oro por su carácter especialmente mítico dentro de la historia del arte). Y hablo de transcendencia, ya que en esta operación no hay otra cosa sino una recuperación de lo alquímico, de esa pretensión protocientífica de encontrar la piedra filosofal, capaz de convertir en oro cualquier materia, aún en su estado máximo de putrefacción o nigredo. Si el alquimista solo podía llegar a la consecución de sus objetivos a través de la oración y el ayuno, es decir transmutando antes su propia alma, el artista simplemente se sirve de los esencialismos del sistema arte y de la asimilación del genio con el santo que se da en el mundo contemporáneo, donde la experiencia espiritual/religiosa se ha trasladado del templo al museo. El arte contemporáneo como piedra filosofal (dejo aquí este concepto para el uso libre de cualquier curador con agallas)
El bueno de Piero Manzoni haciendo dinero en su wc.
Pero volvamos a Boggs, porque lo interesante es que él mismo se crea un microentorno económico que desafía el sistema monetario. No se trata aquí de la plusvalía que genera un producto artístico legitimado por los actores del establishment artístico, sino del valor que le otorga su contraparte en una determinada operación económica.
Que su trabajo también es eficaz como crítica de la economía lo corrobora el hecho de que ha sido arrestado por falsificación en Inglaterra y Australia, y ha sido investigado por los sevicios secretos norteamericanos (lo que viene a afirmar una vez más, la máxima acuñada por Preiswert: «si te busca la policía, es que estas haciendo arte»). Si para Boggs su arte es una suerte de acción performativa para las autoridades es un crimen.El objetivo primero es plantear a su audiencia qué es lo que hace al dinero valioso, o más bien que puede inducir a alguien a aceptar dinero «representado» en lugar del original. Siempre ha negado ser un falsificador y todo aquel con quien hace negocio está suficientemente informado y siempre se actua de buena fe y con consentimiento. Algo que para las autoridades no es suficiente. Esta pisando un terreno cuyo monopolio, como la violencia, pertenece al Estado.
Sin duda, la gran cualidad del trabajo de Boggs, es su sinceridad absoluta: ¿por qué hacer obras de arte que se vendan si puedo directamente hacer los billetes?.
Pero entremos también en contradicciones, cualquier persona que tenga un billete de Boggs, puede conseguir fàcilmente más de 1000 dolares y es por esta razón que quienes están avisados aceptan gustosamente el trato, por eso Boggs prefiere hacer negocios con gente que no tenga ni idea de quién es. Aunque necesitado como todo artista, de reconocimiento, de que se constate que aquello que hace es arte, cuando un coleccionista o un museo quiere conseguir su obra, siempre guarda los recibos de sus compras por si quieren seguir la pista del billete y negociar con el vendedor su adquisición.