La pereza como verdad real del hombre, clase de Kazimir Malevich en la Escuela de Arte de Vitebsk, 15 de febrero de 1921.
«La pereza es la madre de todos los vicios», así es como toda la humanidad, sin distinciones nacionales, ha estigmatizado esta particular actividad del hombre. Yo siempre he pensado que debería de ser exactamente lo contrario: el trabajo debe estar maldecido, como enseñan las leyendas sobre el paraíso, mientras que la pereza debe ser el objetivo esencial del hombre. Pero es lo contrario lo que ha ocurrido. Es esta inversión la que me gustaría aclarar.
Sin duda, el uso de la palabra «pereza» para caracterizar al hombre es muy peligroso. Para el hombre, no hay nada más peligroso en el mundo; basta con pensar que la pereza es la muerte del «ser», es decir, del hombre, que sólo encuentra su salvación a través de la producción, del trabajo -si no trabaja, todo el país se arruinará, la población entera está amenazada de muerte-. En consecuencia, está claro que la pereza debe ser combatida como una condición letal. Por eso, el sistema del socialismo, que conduce al comunismo, ha marchitado todos los sistemas que han existido antes, para que la humanidad entera siga un solo camino laborioso y no quede ya un solo inactivo. De ahí que la ley más cruel de este sistema humano especifique: «El que no trabaja no come», es por ello que el capitalismo le agobia, ya que genera «perezosos» y el dinero conduce, a buen seguro, a la pereza. Tal sistema socialista de trabajo planea, en su acción seguramente inconsciente, poner a toda la humanidad a trabajar, para aumentar la producción, garantizar la seguridad, fortalecer a la humanidad y a través de su capacidad productiva afirmar su «ser».
Los hacedores de ideas, que se preocupan por el pueblo, en su inconsciente, había otra cosa: la ambición de nivelar a todos los hombres en el trabajo, es decir, de nivelar a todos en la pereza. De este modo, se consigue lo que el sistema capitalista no permite alcanzar. Esta es la verdad que se esconde en las profundidades del inconsciente pero, quién sabe por qué, nunca se reconoce, y en ninguna parte existe el más mínimo sistema de trabajo que tenga como lema: «La verdad de tu esfuerzo está en el camino de la pereza». El sistema socialista desarrollará aún más la máquina, ahí está todo su sentido. Su sentido consiste en liberar lo más posible al obrero del trabajo, en otras palabras, en hacer de todo el pueblo trabajador o de toda la humanidad un amo tan ocioso como el capitalista que revierte en las manos del pueblo todos sus callos y todo su trabajo. La humanidad socialista devolverá sus callos y su sudor a los músculos de las máquinas y asegurará a las máquinas un trabajo ilimitado que no les dejará ni un minuto de respiro. En el futuro, la máquina tendrá que liberarse y depositar su trabajo en otro ser, desembarazándose de la carga de la sociedad socialista, garantizando también para sí misma el derecho a la «pereza».
Toda verdad lleva en sí misma el trabajo como medio para alcanzar la pereza, esto no aparece claramente ni al pueblo ni al Estado, de manera que una verdad establecida siempre trata de destruir una nueva verdad. Pero esta última es difícil de erradicar, ya que es difícil atrapar una gota de agua en el mar. Si todo el mar fuera esta nueva idea, es decir, si el pueblo descubriera la idea de inmediato, sería fácil entonces encontrar esta idea y destruirla. Pero como esta idea es siempre una gota de agua, es difícil, imposible hacerse con ella. Toda la historia atestigua este extraño fenómeno, pero, quién sabe por qué, los gobiernos nunca toman nota de ello. Lo mismo ocurre en la lucha contra la pereza, contra la más elevada forma de humanidad, contra su representación auténtica. Que podamos leer grabado en su frente que es el principio de todo trabajo, que sin ella, no habría trabajo alguno.
(traducción de Laura Cazzaniga)
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