Estas fueron las declaraciones del periodista de la cadena de televisión estadounidense CNBC Larry Kudlow, en relación con la catástrofe originada por el terremoto y, posterior, tsunami en el norte de Japón. Más allá de las reacciones de indignación que han provocado, lo que resulta más interesante es, pese a que Kudlow intentase con posterioridad matizarlas, la claridad con la que últimamente se expresan ciertas ideas que hasta hace relativamente poco tiempo se ocultaban, y en general se sigue haciendo, bajo el manto de un cierto tipo de humanismo, ya sea religioso o secular.
Lo cierto es que, en el contexto del capitalismo cínico-instrumental ―¿Es posible de otra estirpe?― contemporáneo, nos hemos acostumbrado a ser tratados como bien de equipo, activos. Sin embargo, esta creciente certeza ha ido acompañada de una extensiva campaña propagandística que ha vinculado la visión del mundo neoliberal, regida por una lógica paneconómica, con un conjunto de justificaciones de todo orden, asociadas a la consecución del bien común. En cualquier caso, a partir del último saqueo al que hemos sido sometidos por parte de los dueños del mundo, la crisis financiera, éstos y, especialmente, su legión de voceros parecen haberse deshecho, o estar en proceso de ello, de las incomodas coartadas para defender un modelo social, económico y político basado en la injusticia, el privilegio y la explotación de las personas que, obviamente, tienen un valor menor que las mercancías y servicios.
De la referida pérdida de complejos existen, en relación con diversos acontecimientos que en la esfera internacional se han producido recientemente, numerosos ejemplos de esta forma de comunicación, basada en la desfachatez, que nos deja claro quiénes y que son prioritarios para el actual sistema. Dejando en los márgenes a millones de personas que, en el mejor de los casos, serán los activos con que los primeros pueden contar para alcanzar sus objetivos. Recientemente, el líder de la Alianza para el Gran Cambio , candidato a la presidencia en las próximas elecciones peruanas, comentaba públicamente que el terremoto japonés sería una oportunidad favorable para los intereses económicos de Perú. Cuando se iniciaron las revoluciones populares en el norte de África, algunos empresarios turísticos no podían disimular su felicidad por el desvío de una importante cantidad de turistas centroeuropeos, de las playas del mediterráneo sur a las de las islas Canarias. El beneficio es el beneficio, el imperio de la lógica económica. Esos intereses de los que hablaba Aznar en una conferencia en Valencia, a principios de febrero, los de Occidente (de los dueños del capital se entiende) a los que había que supeditar la libertad y la democracia, cuya reivindicación es según sus palabras bonita y justa.
Es de suponer que en el momento actual, cuando se está iniciando una intervención militar en Libia por parte de la comunidad internacional ésta se lleva a cabo por «evitar una masacre» y no por los intereses económicos asociados a la producción petrolera del país magrebí. Podemos estar agradecidos.