Animado por las últimas discusiones en torno a la guerra y al papel de la multitud como factor de oposición a ésta, he traducido el siguiente texto de Michael Hardt (autor junto a Toni Negri del libro «Imperio») titulado «El 18 de Brumario de George W. Bush» que aparece en el libro Content del estudio de arquitectos OMA de Rem Kolhaas.
¿Realmente la masa puede ocasionalmente transformarse en actor político?
El 18 de Brumario de George W. Bush
de Michael Hardt
«Hegel subraya en algún sitio que todos los hechos y personajes de gran importancia en la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces. Se le olvidó añadir: la primera vez como tragedia, la segunda como farsa.» Karl Marx
Parecemos condenados a la repetición histórica. De hecho, hay un exceso de fantasmas del pasado vagando por el presente. Pero necesitamos descartar los falsos espectros y ver qué grandes hechos y figuras históricas realmente se repiten hoy.
En algunos aspectos, la guerra de Irak y la actual política exterior del gobierno de los EE. UU. parecen repetir los viejos proyectos imperialistas europeos. Los presentes esfuerzos, no sólo por imponer un nuevo régimen en Irak y Afganistán, sino por rehacer el marco geopolítico de Oriente Medio así como por «reformar la escena mundial» están concebidos y presentados usando los viejos términos de la misión civilizadora de las antiguas potencias coloniales europeas. El presidente Bush debe de imaginarse a sí mismo vistiendo la capa de los grandes nobles imperialistas, educando a los salvajes y llevando la civilización al mundo. Debemos de tener el coraje necesario para ayudarles, nos dice, y ellos nos lo agradecerán después. Dicho más llanamente: los esfuerzos para controlar los vastos campos petrolíferos en Irak y Oriente Medio sin duda recuerdan a numerosas guerras imperialistas emprendidas para acumular recursos, como hicieron los británicos, hace un siglo, en la Guerra de los Bóer para controlar las minas de oro sudafricanas ‚Äìsangre por oro ayer, sangre por petróleo hoy-.
A pesar de estas semejanzas, los viejos imperialismos no nos pueden ayudar a entender lo esencial de la actual situación. Estas comparaciones en realidad son vestidos que sientan mal, que disfrazan lo que está pasando bajo la superficie. La auténtica repetición histórica está mucho más cerca de casa. Alguien podrá decir que los Estados Unidos están repitiendo ahora la guerra del Golfo de 1991, y ciertamente es así, pero realmente es sólo un elemento ante una repetición histórica mucho más importante: el golpe de estado (coup d`Etat) desde dentro del sistema, un nuevo 18 de Brumario, esta vez de padre e hijo, no de tío y sobrino. Al hablar de golpe de estado me refiero a una usurpación del poder desde el propio orden imperante por un elemento unilateral, monárquico, y la correspondiente subordinación a éste de fuerzas multilaterales, aristocráticas.
El golpe de estado de Bush padre fue concebido al mismo tiempo en que se creaba un nuevo orden mundial. Inmediatamente después de la caída del muro de Berlín y del colapso del orden bipolar de la Guerra Fría, la primera Guerra del Golfo ayudó a establecer los términos de una nueva estructura de poder global. Los Estados Unidos como superpotencia vencedora de la Guerra Fría tomaba la delantera sobre las otras potencias, pero no podría dominar el mundo por sí sola. Estados Unidos en este Primer Imperio navegó por una corriente que combinaba superioridad y colaboración. Los Estados Unidos asumían el papel del «poder monárquico», especialmente en asuntos militares, pero simultáneamente tendía un puente de colaboración con un sistema global de poder constituido por una red de fuerzas con diversas capacidades y formas, incluyendo otras naciones-estado dominantes, sobre todo Europa y Japón, junto a grandes instituciones capitalistas supranacionales como Naciones Unidas, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, y muchas otras. El principal rasgo del Primer Imperio, una vez más, fue la superioridad «monárquica» de los Estados Unidos que no entraba en contradicción con la participación de distintas fuerzas «aristocráticas» en el sistema de poder global.
El golpe de estado de Bush hijo, que a menudo se presenta con el nombre de unilateralismo, da un paso más allá en la concentración de poder global en las manos de los «monárquicos» Estados Unidos. Lo que está claro en la nueva doctrina estadounidense de los ataques preventivos y la reestructuración de la política mundial es que Estados Unidos está intentando subordinar radicalmente a todos los poderes «aristocráticos». Los Estados Unidos creen que ellos pueden mandar en el mundo solos o bien con la mera ayuda de vasallos pasivos. Muchos de los otros poderes creen que deben apoyar y seguir su liderazgo no ya por su propio bien sino por que fallar a su vasallaje puede debilitarlos y finalmente hacerlos irrelevantes.
Mientras Bush hijo juega a ser el joven Bonaparte, las Naciones Unidas y los países europeos, principalmente Francia y Alemania, se encuentran en la posición de los partidos parlamentarias de la burguesía francesa del siglo XIX, insistiendo en el multilateralismo frente al unilateralismo del Emperador. Ésta es la verdadera repetición histórica. De hecho, la lucha entre los Estados Unidos y las Naciones Unidas, los esfuerzos americanos por debilitar la Unión Europea y los conflictos internos de la OTAN están más cerca del núcleo esencial de los acontecimientos actuales que la guerra en Irak. Es aquí donde la jerarquía del Segundo Imperio ‚Äìnuevo orden mundial 2- está trabajando hoy.
De todas formas cada repetición histórica se da con sus diferencias y no únicamente por que la primera vez el acontecimiento tenga el peso de una trágica transformación y la segunda sea una grotesca mascarada. El golpe de estado de Bush hijo se parece al de su padre en que ambos han intentado concentrar el mayor poder posible en las manos de EE. UU. En el Primer Imperio, el papel monárquico de Estados Unidos en el nuevo orden mundial fue equilibrado por la participación de numerosos poderes aristocráticos. Hoy esta naturaleza dual (superioridad más colaboración) del Imperio parece haber quebrado totalmente. Por un lado, una Europa unida, las Naciones Unidas, y otros poderes multilaterales tratando de ser una alternativa real a EE.UU. socavando su superioridad mundial (no podemos desestimar la amenaza que supone el euro al monopolio monetario global del dólar). Por otro, el Segundo Imperio de Bush hijo intentando separar las Naciones Unidas del resto de poderes, volviendo innecesaria la colaboración. En ambos casos podemos ver que la concordia entre la «monarquía» y «aristocracia» del Primer Imperio ha sido destrozada y cada vez parece más imposible su restauración.
En respuesta al golpe de estado bonapartista y la formación del Segundo Imperio francés del siglo XIX, cuando las fuerzas de la revolución se encontraban en su punto más bajo, Marx vió razones para el optimismo. Por supuesto él no abogó por el multilateralismo de los partidos burgueses frente al Emperador. Más bien estimó los conflictos entre los poderes dominantes como un paso por el purgatorio, en el que las aparentemente inexistentes fuerzas revolucionarias se recogían a las catacumbas, escondidas, ocultas, esperando el momento oportuno para reaparecer. Yo tampoco tengo intención de tomar partido por ninguna de las fuerzas en lucha por el poder en el pináculo de la jerarquía global ‚ÄìEE.UU., Europa, las Naciones Unidas, Blair, Chirac, etc.-. Actualmente, a diferencia de los tiempos de Marx, las fuerzas de la revolución están trabajando a plena luz. Han madurado durante el Primer Imperio y entran en el segundo con creciente fuerza. Las distintas corrientes que durante años han protestado contra la globalización, son fundamentales en los movimientos de oposición a la guerra, que ahora empiezan a ser reconocidos como «opinión pública global». Ésta voz alternativa es quizás la mayor diferencia existente hoy, una diferencia que puede hacernos libres del trágico ciclo de la repetición histórica.
Da miedo que un modelo político del XVIII explique tan claramente lo que ocurre ahora.
Esta comparación entre el 18 brunmario los bush es como encontrar el número pi en la pirámide de Keops: estar está, como todos los números que queramos encontrar.
De todos modos, sería estupendo que la historia se repitiera como farsa en vez de como (otra) tragedia.
!Vaya frivolidad este comentario del número pi!
A mi el texto de Hardt me parece especialmente lúcido en el análisis de la hegemonía de EEUU desde la caida del muro de Berlín y su relación con las otras fuerzas dominantes en el mundo, sencillo y fácil de comprender. Realmente utilizar la comparación con el 18 de Brumario de Luis Bonaparte me parece más una licencia literaria que otra cosa. De hecho el mismo texto es una repetición histórica, ya que Marx tiene un escrito titulado «El 18 de Brumario de Luis Bonaparte» que es el mismo de donde Hardt ha extraido su cita, otro recurso que me parece atractivo. Yo creo que la cuestión en todo caso es ver si el concepto de «multitud» es relevante, ya que según Toni Negri y Hardt
usan «multitud» como un concepto de clase, emparentado con el concepto de proletariado en un sentido amplio. La multitud está compuesta de todos aquellos cuyo trabajo está regido, directa o indirectamente, por el capital. Deberíamos diferenciar esto de los significados atribuidos a la «clase trabajadora» y el «proletariado» en los siglos XIX y XX. En otras palabras, «clase trabajadora» tendía a referirse sólo al trabajador industrial, mientras que «proletariado» solía limitarse sólo a ciertos sectores dominantes de la fuerza de trabajo. La noción de multitud restablece la magnitud del tema del trabajo, para que incluir el trabajo de todos.
Lo que el concepto de multitud implica es que las formas jerárquicas externas de organización política, y las formas partidarias tradicionales, no son adecuadas. Pero la multitud no es desorganizada o anárquica: es una propuesta diferente de organización política. A veces quienes son demasiado rígidos ven cualquier otra alternativa de organización como anárquica. Lo que vemos hoy en los movimientos de antiglobalización, de protesta contra la guerra, el sábado 13M en Madrid, son nuevas experiencias de organización política. Lo que sí exige la multitud es una democracia absoluta, la libre expresión de las diferencias junto con el poder para actuar en común.
A mi me ha gustado el texto y creo que la comparación entre los dos contextos históricos es muy pertinente. En especial cómo se define la relación entre poder aristocrático y monárquico.
Esta última variable que apuntas sobre la multitud me parece muy acertada y viene a colación de los temas anteriores que venimos comentando. Yo defiendo una diferencia sustancial entre la masa (antes) y la multitud (ahora) que existe gracias a las nuevas tecnologías que han permitido la organización de idéas dentro de un colectivo y la existencia de un juicio crítico mucho más sofisticado de lo que se podría esperar de la masa embrutecida.
Por cierto, que viene Toni Negri a las jornadas de Copyleft en Barcelona a mediados del mes entrante.
[Este texto es muy largo, lo siento, si queréis podéis eliminarlo y se podría leer mediante un enlace a otra página]
Voy a explicar mi «frivolidad».
Ante todo diré que me refiero al texto que aparece en Contradicaciones, no a los libros de Negri y Hardt ni a la teoría en sí: lo que tenemos y lo que provoca la acusación de frívolo es ese texto.
Dije que la comparación entre los dos brumarios de los dos bonapartes y los dos supuestos golpes de estado de los dos Bush era como encontrar el número pi en la pirámide de Keops, porque me parece que puede ser una comparación interesante siempre y cuando sea sólo eso, como parece admitir el que me tacha de frívolo (calificativo que no me molesta en absoluto) cuando dice:
«[esa comparación]me parece más una licencia literaria que otra cosa.»
Si fuera así, no habría ningún problema, siempre y cuando se hiciera bien la comparación, cosa que tampoco se hace, como intentaré mostrar después. Siento que esto me obligue a poner un comentario extenso.
No me parece que se trate de una simple licencia literaria por varias razones: por el tono general del escrito y por determinadas expresiones explícitas.
1. El autor comienza citando la célebre frase de Hegel remodelada por Marx de la historia que se repite, primero en forma de tragedia y después en forma de farsa.
Es un comentario ingenioso por parte de Marx (no tanto por parte de Hegel: los hechos se repiten, en cierto modo, dos, tres, o cuarenta veces, evidentemente, lo raro sería que no lo hicieran).
Sin embargo, ese comentario tal vez sea más cierto al revés, como insinué en mi frivolidad: muy a menudo el personaje o el acontecimiento comienza como farsa y se repite como tragedia.
Podemos encontrar ejemplos (pero esto no es una tesis, sólo una verdadera licencia poética) en: Mussolini¬Ö¬Ö¬Ö¬ÖHitler
Primo de Rivera¬Ö. Franco
Etcétera.
En el caso de Bonaparte/Luis Bonaparte quizá si se puede hablar de tragedia/farsa, entendiendo tragedia en el sentido de obra de importancia y farsa en el sentido de parodia, que es, creo, como lo entendía Marx (no tragedia en el sentido de terrible, luctuoso, etc). Por ello, ya digo, el comentario de Marx, en el contexto en que lo hizo y aplicado a lo que lo aplicaba, es estupendo. Otra cosa es que sea una ley general, un principio dialéctico o cualquier otra cosa semejante, lo que nos obligaría inevitablemente a deformar hechos y personajes hasta que encajen en nuestras teorías.
2. «Parecemos condenados a la repetición histórica»¬Ö «fantasmas del pasado» (¿Un fantasma recorre Europa?), «necesitamos descartar los falsos espectros» «ver qué grandes hechos y figuras históricas se repiten realmente hoy»
Todo esto son muestras de un tono y un lenguaje que no indica que estemos ante una licencia poética, sino ante un desentrañamiento de las verdaderas claves de la realidad, que nos permitirán entender lo que los ilusos no entienden.
3. Los ilusos, por si alguien no lo sabe, son los que simplemente establecen la comparación con el imperialismo europeo.
«¬Ö[la política de los Bush] parece repetir los viejos proyectos imperialistas¬Ö», pero estas comparaciones: «son vestidos que sientan mal, que disfrazan lo que está pasando bajo la superficie.»
Disfrazar, como sabe cualquiera, es un verbo que implica intención por parte del que lo hace: una cosa puede estar oculta o tapada por otra sin que nadie la haya tapado u ocultado, pero disfrazada exige una voluntad. Con ello se establece una cierta culpabilidad para aquellos ingenuos o ilusos por su comparación con el imperialismo.
4. Enseguida el autor nos abre los ojos, no proponiéndonos una licencia poética, creo yo, sino casi una verdad revelada:
«La auténtica repetición histórica¬Ö»
«¬Öuna repetición histórica mucho más importante: el golpe de estado (coup d¬íEtat) desde dentro del sistema».
¿La conclusión? Un nuevo 18 brumario.
Enseguida aclara a qué se refiere con golpe de Estado:
«la usurpación del poder desde el propio orden imperante por un elemento unilateral, monárquico, y la correspondiente subordinación a este de fuerzas multilaterales aristocráticas».
Bien, ya está establecida la comparación, la verdadera comparación. El autor jugará durante el texto con cierta ambig√ºedad en la que no me voy a cebar, acerca del golpe de Estado, y no estamos a veces seguros de si se refiere a un golpe de Estado en Estados Unidos por parte de los Bush o a un golpe de Estado de los Bush y EE.UU en la Comunidad Internacional.
Es a esto último a lo que se refiere, lo que es una pena, porque creo que resulta casi más interesante la comparación con el Golpe de Estado del Cónsul Napoleón y del presidente Luis Bonaparte en Francia con el que, en cierto modo, ha intentado dar Bush hijo en EE.UU (y que, parece, puede fracasar, afortunadamente). Con ello me refiero no al cese de la democracia en sí en el caso estadounidense pero si a la modificación de importantes leyes, derechos y libertades de los ciudadanos, con la excusa de una guerra exterior. Aquí, creo, hay terreno para una comparación muy jugosa.
Pero, siguiendo con la nuestra¬Ö
Habla del golpe de Estado de Bush padre, que no sabemos si se ha de comparar con el de Bonaparte o con el de su sobrino, pero enseguida descubrimos que tampoco está claro que sea comparable, porque ese supuesto monarca Bush necesita todavía de los aristócratas. Todas estas referencias a aristócratas y monarca hacen dudar mucho de a qué se refiere, puesto que Bonaparte es un producto, si se quiere deformado, no de la monarquía, sino de la República y aunque se puede decir que contaba con cierto apoyo, quizá, de los monárquicos exiliados, que podían ver en él un camino a la Restauración, estos aristócratas no le apoyarían en tanto que rey. El tema es complejo. Quizá ahora el autor se refiere a Luis Bonaparte, lo que tampoco soluciona plenamente el asunto.
En cualquier caso, la comparación ya queda establecida sin necesiadad de más demostración y sin que se sepa exactamente qué es lo que se compara. Se supone que Bush padre es comparable a un monarca (Bonaparte o Luis Bonaparte) y que hay unos aristócratas que le apoyan. Ya digo que la intervención de los aristócratas en el caso de los bonapartes no es tan clara, pero en fin: esos aristócratas son las potencias europeas y los organismos internacionales.
Establecido este primer punto, sea lo que sea lo que se establece (pues yo no lo sé) se continúa con la comparación: Bush hijo da otro golpe de Estado y en esta ocasión quiere convertirse en monarca absoluto, convertir a los aristócratas en vasallos sin importancia.
Entonces resulta que Bush hijo quiere ser «el joven Bonaparte». Yo confieso (lo digo con total sinceridad), que no sé a quien se refiere. Por el «joven Bonaparte» siempre habrá que entender: Napoleón Bonaparte, que, efectivamente era joven cuando el Consulado, pero que además es el único al que se llama Bonaparte sin más aclaración, por ejemplo a su hermano que reinaba en España se le llama José Bonaparte.
El sobrino no sé qué edad tenía al presentarse y ganar las primeras elecciones, creo que no era tan joven como Napoleón, pero no lo sé. Pero considerar a uno joven porque es posterior sería mucha confusión, sobre todo teniendo en cuenta que para entonces el Bonaparte original estaba muerto y no podía ser el «viejo Bonaparte».
No digo esto para ser tiquismiquis, sino para mostrar que la constante indeterminación del texto, al manera en que salta de una cosa a otra sin avisar, impide siquiera saber si la comparación es adecuada o no, a no ser que ya estemos convencidos de antemano o deseemos que nos convenzan: «Sea lo que sea estoy de acuerdo».
Pero aquí viene la sorpresa.
La flamante comparación se cae hecha añicos cuando de repente, sin previo aviso ni justificación, los aristócratas que colaboraron con Bush padre no sólo ya no colaboran con Bush Hijo (Francia y Alemania) sino que dejan de ser aristócratas. Ahora son burgueses: «se encuentran en la posición de los partidos parlamentarios de la burguesía francesa del siglo XIX, insistiendo en el multilateralismo frente al unilateralismo del Emperador».
De nuevo, la ambig√ºedad: ¿qué emperador? ¿Bonaparete o Luis Bonaparte?. Napoleón consiguió el consulado en 1799 y fue único cónsul, convirtiendo en comparsas a los otros dos, tres o cuatro años después. Es decir, los dos emperadores son del siglo XIX. Así que, ¿a quién se refiere el autor? Esta vaguedad, creo, tan constante, no puede ser casual, y si lo es, es un grave error.
Pero, dice el autor, aquí está la verdad:
«Esta es la verdadera repetición histórica».
A continuación lo explica de una manera pomposa y difícil de captar a la primera, pero que es sencilla: Bush hijo está intentando debilitar a las otras potencias y convertir a EE.UU en potencia hegemónica. Es sencillo y, creo yo, cierto, pero eso ya lo sabíamos perfectamente.
Ahora bien, una vez establecido esto, se olvida, y se pasa a enumerar las diferencias entre ambos procesos (¡¡Pero si apenas hemos empezado a ver las semejanzas!!).
En fin, no quiero ser ya más extenso, pero se podría decir muchas cosas más, por ejemplo observar que esos que en el párrafo anterior pasaron de ser aristóctratas a ser burgueses en este nuevo p`¬¥arrafo van a volver a ser aristócratas: «…la participación de nuemeros poderes aristocráticos»¬Ö «la concordia entre la ¬ëmonarquía¬í y la aristocracia¬í del Primer Imperio ha sido destrozada».
En cuanto a la conclusión, es interesante, aunque también es discutible. No lo trataré aquí.
Simplemente quiero decir que todo el texto abunda en ambig√ºedades y demostraciones etéreas que hacen muy difícil que el lector se oriente. Aitor dice que «Da miedo que un modelo político del XVIII explique tan claramente lo que ocurre ahora».
Yo me pregunto, dónde está esa claridad y dónde está el siglo XVIII, lo que creo, muestra lo confuso del texto, pues uno a menudo no se sabe si se trata de Napoleón, de Luis Napoleón, del 18 brumario (noviembre de 1799) de Napoleón, del «18 brumario» de Luis Napoleón , o del de Marx o del de Bush. Ni siquiera parece claro, que cualquiera de estas cosas sucediera en el siglo XVIII.
En cuanto a lo que dice Pablo acerca de la hegemonía de EE.UU y su intento de acaparar el poder mundial me parece cierto y exacto. También me parece correcto que califique mi opinión de «frivolidad». Lo era, pero eso no quiere decir que sea una idea errónea: Como decía Chesterton: «Divertido no es lo contrario de serio, sino lo contrario de aburrido». Podemos sustituir divertido por frívolo.
En cuanto al concepto de «multitud» y su supuesto interés, no diré nada aquí, puesto que, aunque en principio me parece innecesario (creo como Montaigne que es una vanidad buscar palabras nuevas para explicar cosas evidentes), no sé suficiente del asunto como para evitar convertirme no en alguien que dice frivolidades, sino en un frívolo integral.
Por centrar un poco la cosa y evitar sofismos mareantes. Hardt se refiere en su comparación al Segundo Imperio francés, por eso en el texto habla de «nuevo orden mundial 2».
El Segundo Imperio francés es establecido por Luis Bonaparte, es decir Bonaparte III, también conocido por Luis Napoleón Bonaparte.
Presidente de la república, disuelve con un golpe de estado la Asamblea Nacional y tras plebiscito se asegura poderes dictatoriales por 10 años (estamos en 1851). Hijo de Luis Bonaparte y sobrino de Napoleón Bonaparte.
Aitor habrá tenido un desliz con lo del XVIII, pues está claro que se habla del XIX
Para leer el texto de Marx «El 18 de brumario de Luis Bonaparte»:
http://www.politicasnet.org/marx.htm
Para más info sobre Napoleón III
http://www.artehistoria.com/frames.htm?http://www.artehistoria.com/historia/personajes/6498.htm
Perdón, en «El Segundo Imperio francés es establecido por Luis Bonaparte, es decir Bonaparte III, también conocido por Luis Napoleón Bonaparte». debería decir «El Segundo Imperio francés es establecido por Luis Bonaparte, es decir Napoleón III, también conocido por Luis Napoleón Bonaparte.»
Bueno es saber que Hardt se refiere al Segundo Imperio tan sólo, porque yo, sinceramente, pensaba que la comparación era doble (Bonaparte y su sobrino/ Bush y su hijo. Creo que todo el mundo entenderá eso, puesto que eso es lo que parece dar a entender casi siempre el texto y lo que Hardt dice textualmente:»un nuevo 18 de Brumario, esta vez de padre e hijo, no de tío y sobrino».
Espero que no se considere que esto es un nuevo sofisma. Sería bueno, por otra parte, saber cuáles son esos sofismas que he cometido.
me parece que han perdido demasiado tiempo hilando tan fino, analizando los «recursos literarios», de un texto cuya finalidad, me parece, es sencillamente tratar de abrirles un poco el cerebro….
tomen la moraleja (si es que les sirve) y si no es así no hagan tanto alboroto y polémica, no hece falta levantar tanto polvo del piso, basta con estar en desacuerdo y decirlo…
creo que hay cosas más importantes de que ocuparse
Siempre hay cosas más importantes de qué ocuparse, pero yo no me considero capaz de decirles a los demás de qué se debe y de qué no se debe hablar.
Sobre el comentario de Fernanda
Antes de estar de acuerdo tienes que saber con que estas de acuerdo, esta muy bien cuestionarse las cosas y no asimilar reflexiones que suenen a verdad. De hecho debemos dudar ante las cosas que tenemos mas claras.
estoy de acuerdo con Alice, hay que cuestionarnos, no dormirnos, sólo quiero repetir mi idea de que muchas veces nos perdemos lo esencial de las cosas y nos vamos por las ramas…
yo tampoco le digo a nadie lo que debe o no hacer, simplemente doy mi opini√≤n y mi opini√≤n es que el mensaje era mucho màs simple de lo que termin√≤ siendo (o por lo menos eso me pareci√≤ a mi)
Agradezco a Alice su comentario y me gustaría decirle a Fernanda que nunca quise ofenderla y que su opinión me parece ahora más razonable, aunque sigo sin estar de acuerdo con ella y con esa supuesta sencillez del mensaje original.
Estimados: he leído esta nota con mucha atención y concuerdo totalmente con este analisis. Soy astrólogo y hace ya algunos años que he podido ver junto a algunos colegas que los ciclos de la humanidad se repiten, aunque a diferentes niveles y en diferentes lugares geográficos. A decir verdad, la naturaleza interna humana a cambiado muy poco en los últimos 250 años y parece ser que siempre existe un precursor y alguien que lo sigue en sus ideas, como así también existen los impulsores y sus colaboradores vasallos. Si analizamos la historia de las sociedades secretas, nos damos cuenta que dentro de estas se mueven organizaciones oscuras como la de los Iluminatti,que son en realidad las que manipulan el destino del mundo a su gusto y con fines claramente egoístas.
Gracias por permitirme enviar este comentario, ya que estamos participando en un proceso de concientización de la gente, por lo menos desde internet.
QUE ME LO LEA LA COMPUTADORA