Fue ayer en el Círculo de Bellas Artes. Durante la reunión se confirmaron todos mis temores, a saber:
— Exaltación de la industria. Desde el diseño industrial, claro, se hablo sin ningún pudor de desarrollo del tejido industrial y el negocio.
— Las habituales quejas como «el empresario no entiende nada de diseño», con las que no comulgo.
— Tomar Barcelona, ciudad hiperdiseñada, como referente.
— Convenio con la Fundación Arte y Derecho para asesoría jurídica en cuestiones de propiedad intelectual, lo que cierra el paso hacia el copyleft y el procomún.
Ante mi oposición la junta se mantuvo abierta y dispuesta a integrar una perspectiva tan atípica dentro del gremio como la mía, así que quizá tenga un eco al fin y al cabo. Para empezar quiero hacerles llegar esta nota.
Hola a todos. Tras la reunión de ayer (29 de junio) y escuchar lo que allí se ha dicho quiero haceros llegar esta nota con la intención de aportar un punto de vista distinto que parece no estar aún representado en la asociación.
En general me considero un diseñador atípico. Me siento lejos de las posiciones habituales que mantienen los diseñadores aunque, quiero pensar, existe un sustrato cultural de cierta envergadura que se mantendría afín a mi relato. Lo más sorprendente que puedo ofrecer como diseñador es la perspectiva de que el diseño no es tan importante, que hay muchas ocasiones en las que es mucho mejor la no intervención de diseñadores, que una sociedad hiperdiseñada es fea y deshumanizada, y que la defensa a ultranza del diseño en todos los ámbitos sólo se sostiene con argumentos puramente comerciales. Bien está que exista el sector industrial, ampliamente representado en la reunión de ayer, pero en una asociación de talante plural ha de darse cabida también a un sector que prioriza el lado humano y social del diseño.
[Habitualmente se esgrimen argumentos de corte social para justificar la labor del diseño pero, a menudo, son engañosos. Por ejemplo, el recurrente caso de la señalética en el aeropuerto «para que no se pierdan los viajeros». Sí, para que no se pierdan, pero tampoco se debe perder de vista que no se señaliza un bosque o que no se señalizan unos grandes almacenes (interesa que uno se pierda en ellos). El aeropuerto se señaliza exhaustivamente, en primer lugar por cuestiones de seguridad y control. No interesa que se pierdan los viajeros para poder, como en cualquier frontera, mantener el entorno controlado].
Quisiera abordar ahora la cuestión ayer planteada que me parece más importante. El ejercicio de los derechos de autor se ha visto tensado por un conflicto de intereses entre la industria y el individuo (tanto el creador como el consumidor o usuario) debido a múltples factores.
Podemos destacar la diferencia entre los intereses de las personas de un mismo gremio, como el de diseñadores, en función del grado de consolidación de la persona que realiza un determinado trabajo. Es decir, al creador joven con escasa proyección le interesa la difusión de su trabajo mientras que al creador consolidado en el mercado y más imbricado con la industria le interesa más un uso restrictivo del copyright para poder así rentabilizar su trabajo (es discutible también, puesto que en una economía de la atención es más fácil obtener beneficios de la difusión que de la restricción, pero me extendería demasiado. Doy, al final, la referencia a un texo de divulgación de esta idea).
Desde un punto de vista teórico y también poco práctico podríamos decir que, aplicando un paradigma complejo a la distribución de la información, el creador no lo es de forma aislada, ya que siempre obtiene su trabajo desde su bagaje cultural y en un continuo diálogo con su entorno, en una red de interacciones recursivas entre todos sus individuos. Así, la responsabilidad de la obra quedaría distribuida entre un sector amplio e impreciso de la población.
Pero, en fin, abandonando esta idea más o menos inútil, lo que sí es importante es equilibrar los derechos de los productores y usuarios. El derecho a rentabilizar tu trabajo con el derecho a disfrutar las creaciones, copiarlas, interpretarlas o usarlas como referencia para otras nuevas (lo que redunda en riqueza cultural). También contemplar los intereses contrapuestos entre creadores nóveles y consolidados.
En la actualidad hay un debate intenso sobre este tema y, teniendo en cuenta el paso del capitalismo industrial hacia el capitalismo cultural, el asunto deviene en una prioridad política de primera magnitud. Uno de las principales frentes se centra en repensar la pertinencia o no de las entidades de gestión colectiva, una vez demostrada su afinidad unilateral hacia la industria y su interés desmesurado en la adquisición de poder.
El caso de los diseñadores gráficos, por ejemplo, la pertenencia a una entidad de gestión colectiva como Vegap es, casi siempre, inútil. Los diseñadores gráficos trabajamos habitualmente por encargo y Vegap no gestiona las remuneraciones de dichos trabajos. En mi caso particular quiero además mantener mi producción en el dominio público, es decir, quiero que mi trabajo sea reproducido con libertad bajo ciertas condiciones. Esta política es incompatible con las entidades de gestión colectiva y así se me hizo saber desde la dirección, con el lamentable resultado de mi obligada baja. Mi intención hubiera sido dar cabida a otras formas de hacer y de pensar en el seno de esta entidad, pero, por el momento, parece no ser posible.
Por tanto, sin menoscabo de las iniciativas que ya se están tomando, como el convenio con la Fundación Arte y Derecho, cuya utilidad no quiero poner cuestión, me gustaría que desde di_mad se ofreciera información alternativa a la que obtendremos desde FA+D. Cómo ejercer el derecho de autor de otra forma cuando uno así lo decida con libertad.
Este sano contrapunto al pensamiento habitual en el sector podría ser un incentivo para la reflexión y el debate en torno a nuestra labor profesional y nuestro papel en la sociedad.
Gracias por vuestro tiempo y atención.
Aitor Méndez.
LECTURAS RECOMENDADAS PARA PROFUNDIZAR
Free Culture.
Traducción al castellano del libro de divulgación, muy sencillo y directo, sobre la aparición del derecho de aautor y su papel en la sociedad contempoánea, escrito por Lawrence Lessig, abogado de enorme prestigio y autoridad internacional en regulaciones, fundador de Creative Commons.
Libros electrónicos: ni libros, ni electrónicos.
Un estupendo artículo de Cory Doctorow del que se desprenden conclusiones acerca de la influencia de las nuevas tecnologías en el derecho de autor. Una perspectiva sobre el libro electrónico y sus implicaciones sociales. Me gusta especialmente la atención que presta a los nuevos hábitos tanto de consumo (qué se lee, cómo y cuándo) como de uso (qué se hace con un libro, cómo se utiliza), importantes pilares sobre los que debería sostenerse la ley de propiedad intelectual, a la que dedica varios párrafos.
También una divertida comparación entre dos escenarios de crisis, la aparición de la imprenta y la aparición del libro electrónico. Muy recomendable.
Sobre economía de la atención:
1.
2.
3.
Vender vino sin botellas
En marzo de 2004 se cumplieron diez años desde que este artículo -absolutamente pionero y que fijó las bases para una crítica eficaz a la propiedad intelectual en la era digital- vio la luz en papel, en la revista Wired con el título ¬´The Economy of Ideas¬ª.1Desde entonces ha sido citado y reproducido innumerables veces y se ha convertido en una referencia imprescindible para una crítica cabal a quienes tratan de imponer el viejo modelo de la propiedad intelectual y del copyright a Internet y a toda obra digital. Muchas de sus previsiones han resultado asombrosamente certeras y, pese al tiempo transcurrido, el artículo conserva su vigencia en lo fundamental.
y
la web del procomún