Santiago Sierra dice NO al Premio Nacional de Artes Plásticas

Madrid, Brumaire 2010
Estimada señora González-Sinde,
Agradezco mucho a los profesionales del arte que me recordasen y evaluasen en el modo en que lo han hecho. No obstante, y según mi opinión, los premios se conceden a quien ha realizado un servicio, como por ejemplo a un empleado del mes.
Es mi deseo manifestar en este momento que el arte me ha otorgado una libertad a la que no estoy dispuesto a renunciar. Consecuentemente, mi sentido común me obliga a rechazar este premio. Este premio instrumentaliza en beneficio del estado el prestigio del premiado. Un estado que pide a gritos legitimación ante un desacato sobre el mandato de trabajar por el bien común sin importar qué partido ocupe el puesto. Un estado que participa en guerras dementes alineado con un imperio criminal. Un estado que dona alegremente el dinero común a la banca. Un estado empeñado en el desmontaje del estado de bienestar en beneficio de una minoría internacional y local.
El estado no somos todos. El estado son ustedes y sus amigos. Por lo tanto, no me cuenten entre ellos, pues yo soy un artista serio. No señores, No, Global Tour.
¡Salud y libertad!
Santiago Sierra
Aquí: La carta original


English translation:
Dear Ms Gonzalez-Sinde,
I am very grateful towards the remembrance and the process of
evaluation by which the art professionals have acted. However, in my
opinion, prizes are given to those who have provided a service, such as
the employee of the month.
It is my wish to express at this time that art has given me a freedom
which I am not willing to resign. Consequently, my common sense compels
me to reject this award. This award manipulates the prestige of the
winner on behalf of the state. A state that cries out for legitimacy
with contempt over the mandate to work for the common good regardless
of which party is in charge. A state participating in demented wars in
alliance with a criminal empire. A state that happily donates our
common money to the banking system. A state determined to the
dismantling of the welfare system for the benefit of an international
and local minority.
The state is not all of us. The state is you and your friends.
Therefore, don’t count me with them. I am a serious artist. No sirs,
No, Global Tour.
Health and freedom!
Santiago Sierra.
(Gracias a Pascual Sisto por la traducción)

408 responses to “Santiago Sierra dice NO al Premio Nacional de Artes Plásticas

  1. @anonimo A quien ofrece reflexión Santiago Sierra?… a los mismos que le otorgan el premio. Su arte es capricho, diversión y perversión de los mismos agentes sociales que el mismo dice rechazar. El público de su arte no es el bien común, ni el estado = pueblo que reivindica, sino todo lo contrario. Seamos consecuentes y asumamos lo que somos, Sierra.

  2. Enhorabuena Santiago muchas gracias por to coherencia y por tu valentia de decirle lo que la mayoria, entre los que me incluyo, pensamos.
    Evidentemente, el aceptar dicho premio hubiese
    hipotecado tu prestigio, pues no hacen nada gratis.

  3. Este es un gran gesto…..Sobre el financiamiento hay que recordar que existe una institucionalidad que lo permite gracias a una posición política clara de la concertación al respecto, lo ganamos los artistas en 20 años de trabajo unidos de arica a punta arenas en los cabildos para tener un financiamiento del estado más allá de las coyunturas políticas……Es otra cosa querer comprar con un premio a los artistas, que bien habla este gesto de tu parte Santiago Sierra, al menos por un momento se me va el rojo de mi cara….

  4. Si, faltan infinidad de cosas, que seguro deseaba decir. Es un discurso escueto pero válido, en donde nos demuestra que no le gusta que insulten a su inteligencia. Los que no rechazan este tipo de premios bien no les importa que insulten a su inteligencia o bien es que no la tienen.

  5. Si no te importa que insulten a tu inteligencia, entonces yo diría que si, a no ser de que andes muy mal económicamente, en cuyo caso hay formas de cobrar la pasta y luego declarar que en realidad lo rechazas, pero lo mismo te hacen devolverla, luego puedes decir que es mentira y volver a negarlo; sería una forma de cachondearte bien de ellos que al fin y al cabo es lo que se merecen y es lo que ellos hacen con nosotros.
    Salud

  6. y a todas estas ( que ya la rae permite escribir estos usos pronominales sin tilde¡¡¡¡¡¡).ayy..alguien me puede indicar por qué la carta original está en inglés?????

  7. ¿Demagogia es denunciar las prácticas corruptas de los gestores estado en nombre de los ciudadanos? Bienvenida en cualquier momento que falta nos hace.
    Tú ¿cómo colaboras en su denuncia?, ¿o no colaboras en ninguna forma?, ¿duermes?, ¿atacas? o ¿colaboras en sentido inverso?.

  8. Yo cogería el dinero, daría las gracias y nos vemos..lo repartía entre los pobres como Robin Hood, o un taller de artes libre con entrada libre y libertad de expresión y que él pague el material ya que es tan solidario…porque él paga a la gente que hace sus obras y a veces las obraaaas…pues dan que hablar… pero..cuánto les paga? y…les paga la Seguridad Social de ese día de perfomance?

  9. lo que es es un desfasado…los santones ya no existen ni en el baticano y sino que sea él el que pose en la foto «Los penetrados» ya que es tan solidario

  10. Menuda payasada,Tito tiene ,toda la razón, a sierra ademas le va bien trabajar tanto con, los de derechas y con los de izquierdas, como utilizar a las prostitutas o a los drogadictos para sacarse unos dinerillos.comercia con las desgracias de otros para hacerse artista y con este gesto lo único que le interesa es intentar darle algo de interés a esa obra absurda y tonta que es su NO global…por cierto, cuanto te pago arco por hacer esa gillipollez Santiago?

  11. Menuda payasada,Tito tiene ,toda la razón, a sierra ademas le va bien trabajar tanto con, los de derechas y con los de izquierdas, como utilizar a las prostitutas o a los drogadictos para sacarse unos dinerillos.comercia con las desgracias de otros para hacerse artista y con este gesto lo único que le interesa es intentar darle algo de interés a esa obra absurda y tonta que es su NO global…por cierto, cuanto te pago arco por hacer esa gillipollez Santiago?

  12. Artista español Santiago Sierra afirma que no renuncio al Premio Nacional
    Madrid, 6 nov. (EFE).–El español Santiago Sierra dijo ayer que la carta en la que renuncia a recibir el Premio Nacional de Artes Plásticas 2010 es falsa y que se trata de un texto que él nunca escribió y que fue publicado inicialmente en contraindicaciones.net, un blog de arte español.
    Adujo que recibirá el dinero del premio más no asistirá a la ceremonia de premiación y afirmó que usará los 30.000 euros (42.600 dólares) del galardón para donarlos a Burocracia Cultural, una ONG española dedicada a investigar el uso de dineros públicos en propósitos culturales. Sierra afirma que renunciar al premio habría permitido que esos recursos retornaran al Estado y que está dispuesto a que “su imagen como artista sea instrumentalizada” con tal de que esos dineros puedan llegar a manos de quienes tienen el poder para fiscalizar la entrega de esos mismos subsidios estatales.
    “El mío sera un sacrificio menor comparado con el trabajo que esta ONG está en capacidad de hacer para revelar como el Estado, sus burócratas y el mundo del arte interactuan”. El artista afirmó que su desición es coherente con su práctica. Recientemente Sierra sometió al público que asistió a un simposio en el Instituto Cervantes en Berlín a una práctica de segregación donde los que tenian “rentas inferiores a mil euros brutos” terminaban sentados a un lado de la sala donde no podían ver lo que estaba sucediendo en el foro.
    “Yo no estoy en contra del dinero, solo trato de mostrar lo que esconde cada transacción”. Al ser cuestionado sobre sus ingresos como artista, Sierra dijo: “En cuanto a mi ganancia, pues mire, no trabajo desde hace más de diez años y eso es maravilloso, créame. No tengo que ofertar mi cuerpo en el mercado a beneficio ajeno. Ni pido jamás prestado. Como podrá entender, he ganado mucho en el arte: mi libertad, incluso puedo jugar con mi propia imagen, la prueba es que puedo recibir el premio”.

  13. ¿Este concurso va de arte conceptual?. Yo quiero participar. Ahí va mi obra:
    «Halagadores: no beséis la mano de la mente que os utiliza»
    Firmado: Anónimo del siglo XXI

  14. Una obra más de Sierra. En su línea: totalmente contradictoria, efectista. Queda patente que el jurado no ha entendido el trabajo de Sierra y se ha equivocado al otorgarle este premio. ¿El Estado instrumentaliza su prestigio? No. El artista está instrumentalizando el prestigio de este premio.
    Sierra es un «profesional del arte», sí. Con mucho ego, según podemos apreciar en su misiva. Tiene la capacidad, además, de poder ser «amigo» del Estado en ocasiones, y, en otras. su «enemigo». Puede definirse como «artista» y al mismo tiempo afirmar que no lo es. Puede colocarse fuera y dentro del Estado. Aunque en esta ocasión se colocar por encima de él.
    Si se dedicara a la política profesional, le iría muy bien.

  15. Cierto Iñaki
    Lo mejor es agachar el testuz y pasar por el aro de los oropeles, no vaya a ser que te acusen de chulo
    Y la interpretosis que te marcas con lo de ser artista o no o desmarcarse de la profesión, es de traca

  16. ¿Pero cuando se desmarca? deja muy claro que es artista (serio ademas) y simplemente da las gracias a los profesionales (que estan en el jurado). No se de donde coño sacais que se sustraiga de pertenecer a la «comunidad artística».
    Os estais pasando de interpretosis, lo digo y lo repito. Mucho prejucio es lo que veo. Lo importante es el NO, a un premio que no tiene sentido alguno, y a un estado. Cosa que muchos agradecemos que diga públicamente. Y ademas nos reconocemos en ese NO.
    por otro lado a los salonkritikos que se apoyan en Jose Luis Brea (qepd) para sus desbarres, solo una pregunta ¿es el mismo JLB que premio a Doris Salcedo, no?
    Salud!

  17. Yo compararía a este premiado con el que lo fue en 2007, los dos son conceptuales, del segundo, no tengo constancia que devolviera el premio, este me puede gustar o no, pero veo un gran coherencia, y creo que honestidad en su trabajo. En el primero, solo mercantilismo del momento y la dignidad humana.

  18. Valcarcel Medina no solo aceptó el premio, sino que desde entonces camina de la mano de su patrón con el pantalón a la altura de los talones.
    Una pena muy grande…

  19. El –No– de Santiago Sierra: un pequeño ejercicio para el análisis del discurso – María Virginia Jaua
    Así que -pierdan cuidado- no se trata aquí de abrir fuego indiscriminado contra el “arte político” o las “estéticas de lo pseudo” […] De lo que se trata es de, enfrentar sin complacencias, complejos o complicidades el análisis de las prácticas simbólicas también allí donde éstas han hecho del «antagonismo», «la resistencia» y/o lo radical su principal coartada discursiva y propagandística […]»Retóricas de la Resistencia: una introducción» José Luis Brea
    Hace una semana hacíamos el acostumbrado envío semanal de nuestra columna Domingo Festín Caníbal con un texto reflexivo de Miguel Á. Hernández Navarro en el que cuestionaba la falta de tiempo que los críticos y los interesados en el análisis de los productos culturales, se dan a sí mismos para hacer su trabajo.
    El viernes leimos no sin cierta sorpresa la noticia del Premio Nacional de Arte a Santiago Sierra. Pero eso no quedó ahí. No habían transcurrido sino unas pocas horas cuando circuló una misiva del propio artista en la que rechazaba dicho premio. Curiosamente, tras el anuncio del premio se hizo un silencio expectante; sin embargo, el comunicado del rechazo de inmediato convirtió el mutismo en un hervidero de comentarios y opiniones a favor y en contra. Han abundado las denostaciones y las descalificaciones hacia unos y otros: hacia la institución artística, hacia el artista, hacia los premios incluso se han levantado voces para vitorear o sacrificar a personalidades del pasado que han recibido o rechazado algo tan, pero tan banal, para un artista. Tampoco han faltado los elogios. Pero poco tiempo se ha dado para una lectura un poco más pausada.
    Estoy de acuerdo con esa necesidad de darse el tiempo de leer con atención ambos discursos: el de la institución y el de su contraparte la de la “supuesta” resistencia. Leer para desentrañar lo que sus palabras y gestos dicen, pero también y sobre todo lo que callan. Solo así será posible ver en qué aciertan (si lo hacen) y en qué no -o mejor –en qué ambos son indiferenciados, contradictorios y codependientes.
    En primer lugar, hay que revisar la decisión del ministerio. Como todo el mundo sabe el Premio Nacional de Arte existe desde hace años y como es costumbre se le da a un artista “nacional” al que se le considera merecedor por su calidad -no importa si éste ha vivido más de la mitad de su vida en otro país y haya sentado ahí las bases de su trabajo artístico. Para muchos hasta hace relativamente poco, Santiago Sierra era considerado un “artista mexicano” pero Sierra es español y como tal se le invitó a representar a España en la Bienal de Venecia, “reconocimiento” bastante oficial y remunerado que en su momento No supo o no quiso rechazar.
    Siguiendo con el análisis, la decisión de la institución cultural de otorgar el premio al artista parece que busca paliar varias carencias. Por un lado, quiere llenar un cierto vacío en el arte español actual a nivel internacional y la sombra que –según algunos- le hace el arte latinoamericano en la escena artística. En ese sentido Sierra representaría una figura “extraterritorial” idónea que posee lo mejor de “ambos” mundos: está provisto de un dni y cuenta con la “potencia” discursiva de los conceptualismos emergentes.
    Por otra parte, está la naturaleza del trabajo del artista premiado. Esas “retóricas de la resistencia” que se manifiestan en la obra de Santiago Sierra cuadran perfectamente con la voluntad “rebelde” de ciertas políticas gubernamentales; sirven tal y como él mismo apunta en su carta “a la legitimación” de su discurso. La institución-arte a través des Ministerio decide apropiarse estas retóricas, porque están de «moda» sin tomarse la molestia de leer un poco al respecto, como el último número de la revista Estucios Visuales en el que hubieran podido preveer algunos de los escollos a los que terminarían exponiéndose: la incompatibilidad en la relación entre imaginarios “dominantes” y “antisitémicos” y la fragilidad de las máscaras bajo las que éstas se ocultan.
    La decisión del Ministerio de Cultura de otorgar el premio a un artista como Santiago Sierra en sí misma no tiene nada de reprochable. Todo lo contrario, puede ser loable, pues atiende a las exigencias de una institución cultural: por un lado, promover y reconocer el trabajo artístico -más aún cuando este es arriesgado y crítico, desmantelador… y por otro, tiene la obligación de ejercer el presupuesto que se le ha asignado y que tantas batallas supone.
    Sin embargo, esta actitud “antisistémica” al interior del sistema mismo resulta aberrante y termina pasándole factura. Pues, con el rechazo del premio, por parte de Sierra la institución cae en su propia trampa y queda “expuesta” por el artista como un mal jugador del monopoly del capitalismo “antiehegemónico” obligándole a contemplar cómo el plato del premio se le regresa como un boomerang revolucionario.
    Pero ¿qué decir del desaire del artista?
    Si algo ha habido de admirable en el trabajo artístico de Santiago Sierra es la enorme capacidad que tiene para hacer evidentes las fallas del sistema, y una vez más consigue dejar al descubierto sus contradicciones, sus falsas morales, sus hipocresías y todas las tergirversaciones de las reglas del juego que -como sociedad- todos jugamos.
    En la obra de Santiago Sierra -incluso en sus piezas más ingenuas- reside una fuerza desmanteladora muy potente; o por lo menos, siempre hay en ellas una posibilidad de derrumbe de la corrección política siempre en estado latente. Sin embargo, tanto en su obra, como –ahora- en su negativa también subyacen profundas contradicciones.
    Leamos con atención el primer párrafo de su carta. Tras agradecer a los profesionales del arte, de los cuales se excluye voluntariamente (detalle notorio el de marcar esta diferencia, un artista cuya bandera democrática debería partir de la igualdad) afirma que los premios se conceden como reconocimiento a un servicio (el arte para él está excluido de esta categoría bien que cuando conviene, se le reclama «sus servicios»). Es por ello que resulta bastante curioso que su rechazo parta de este distanciamiento y de desmarcarse de una condición que le parece inferior: el artista es un ser superior que se sirve de la condición humana inferior que está eso sí al servicio del Arte: lo afirma fechando su misiva desde un marxismo intemporal y brumoso.
    Más interesante y rico en alusiones resulta el segundo párrafo. En el que afirma que el Arte (en abstracto) se le apareció (cual holly spirit) para concederle la Libertad de Artista. Para Sierra (quien se ha afanado en mostrar -y vender por todas partes- las condiciones de la miseria económica y moral del hombre dentro del capitalismo) el Artista acepta la Libertad como una «gracia» y no se ensucia nunca las manos, la libertad es un “don” divino que lava todas las acciones «artísticas» por las que gana el pan que lo alimente a él y a su familia. Pero aún va más allá y en su discurso apela a un “sentido común” que le dicta desmarcarse del Estado que pretende “usufructuar” su prestigio de artista.
    Pero veamos ¿quién utiliza a quién? ¿No se trata una relación simbiótica? Sierra fue el artista “oficial” en la Bienal de Venecia y su “polémica” pieza exigía un dni español (en todo caso un poquito más creíble y radical y menos oficialista habría sido que obstaculizara a los nacionales entrar, prohibiéndose la entrada a sí mismo o mejor que rechazara como lo hace ahora representar a un gobierno que es tan descarado que saca provechoso del prestigio que le hace ganar (enviándole y subvencionándole el prestigio que reclama para él solo). Piensa que alguien puede creerle cuando afirma que el Estado son los otros. Sí los otros, todos los españoles y residentes en España que con dni o sin él pagan los impuestos y que hacen posible que exista un presupuesto para el Arte inmaculado del que viven: los empleados de la cultura, pero también los curadores, los críticos, los funcionarios y los artistas iluminados por la Libertad como él. La carta no tiene desperdicio y llega al momen to cumbre cuando afirma que el Estado actúa en beneficio de una minoría pero omite decir que él forma parte de esa minoría.
    Así como la decisión del Ministerio de otorgar el premio, posee razones que se sustentan en unarriesgadísimo sentido común: calidad, nacionalidad del artista, oportunismo político; también, los motivos del artista para rechazarlo tienen sustento: es verdad que la política del Estado es errada en muchos aspectos y busca legitimación, es cierto que su política económica trabaja en beneficio de algunos y es legítimo hacer el análisis y la crítica de dichas políticas. Pero el artista, por más que se empeñe en no quererlo, forma parte de ese Estado y es su instrumento, por lo que su trabajo desmantelador tendrá que ser más riguroso e incluirse a sí mismo en el ejercicio analítico.
    Porque cuando Santiago Sierra paga un poco de dinero a un trabajador para que se deje tatuar una línea en la espalda revela una condición a la que él mismo no escapa cuando se le paga (un poco más de dinero) para que exponga las fotos o el vídeo de esos mismos “empleados” suyos y que lo convierten a él mismo en trabajador tatuado por una remuneración. Pues aunque ponga todo su empeño en negarlo –y en hacerse ciego- él tampoco escapa a su borgiana, escalonada e infinita pesadilla de penetrados.
    Si en lugar de ponerse por encima de todo, el artista hubiera asumido de manera más humilde una condición a la que nadie –ni él mismo- escapa, la negativa a aceptar el premio sería congruente. Si en lugar de argumentar el rechazo con el autoelogio, esgrimiera la condición humilde de todos aquellos seres anónimos que han trabajado para él y para su “lucrativo” proyecto “desmantelador” de la condición de “esclavitud y servidumbre”, rescataría algo de la dignidad y de la credibilidad que perdió desde que su “negativa” “adornara el hall de entrada de la última feria de las vanidades galerísticas.
    En este «juego» el único ganador ha sido el premio mismo: un boomerang solitario que ha cortado dos cabezas de tajo: que tienen más rasgos en común de los que se animan a reconocer. Pues, si la institución a caido en la propia trampa de su contradicción política, el ego le jugó una mala pasada al artista y nos lo ha mostrado como un ser incapaz de la autocrítica y de la puesta en duda de su propio ejercicio artístico que se cree elevado por encima de todo lo humano –incluso de la materia con la que ha moldeado algunas de sus obras más escatológicas.
    Resulta penoso y triste que un artista con tanto talento y brío para llevar a cabo proyectos tan arriesgados no haya sabido encontrar una manera de rechazar el reconocimiento que ayudara a reforzar su trabajo “desmantelador” o que por lo menos no lo dejara como un emperador vestido con las galas de un palidísimo traje de carne ególatra.
    Poco importa si la carta fue o no enviada al Ministerio de Cultura, si es o no oficial. Aunque se trate de una estrategia o una broma del artista: supone una puesta en evidencia. Y tanto el premio como su rechazo resultan una materia invaluable para el análisis y la crítica de las grietas por las que se precipitan tanto las formaciones discursivas del arte como sus políticas y en donde todos -quiérase o no- jugamos un papel.

  20. El –No– de Santiago Sierra: un pequeño ejercicio para el análisis del discurso – María Virginia Jaua
    Así que -pierdan cuidado- no se trata aquí de abrir fuego indiscriminado contra el “arte político” o las “estéticas de lo pseudo” […] De lo que se trata es de, enfrentar sin complacencias, complejos o complicidades el análisis de las prácticas simbólicas también allí donde éstas han hecho del «antagonismo», «la resistencia» y/o lo radical su principal coartada discursiva y propagandística […]»Retóricas de la Resistencia: una introducción» José Luis Brea
    Hace una semana hacíamos el acostumbrado envío semanal de nuestra columna Domingo Festín Caníbal con un texto reflexivo de Miguel Á. Hernández Navarro en el que cuestionaba la falta de tiempo que los críticos y los interesados en el análisis de los productos culturales, se dan a sí mismos para hacer su trabajo.
    El viernes leimos no sin cierta sorpresa la noticia del Premio Nacional de Arte a Santiago Sierra. Pero eso no quedó ahí. No habían transcurrido sino unas pocas horas cuando circuló una misiva del propio artista en la que rechazaba dicho premio. Curiosamente, tras el anuncio del premio se hizo un silencio expectante; sin embargo, el comunicado del rechazo de inmediato convirtió el mutismo en un hervidero de comentarios y opiniones a favor y en contra. Han abundado las denostaciones y las descalificaciones hacia unos y otros: hacia la institución artística, hacia el artista, hacia los premios incluso se han levantado voces para vitorear o sacrificar a personalidades del pasado que han recibido o rechazado algo tan, pero tan banal, para un artista. Tampoco han faltado los elogios. Pero poco tiempo se ha dado para una lectura un poco más pausada.
    Estoy de acuerdo con esa necesidad de darse el tiempo de leer con atención ambos discursos: el de la institución y el de su contraparte la de la “supuesta” resistencia. Leer para desentrañar lo que sus palabras y gestos dicen, pero también y sobre todo lo que callan. Solo así será posible ver en qué aciertan (si lo hacen) y en qué no -o mejor –en qué ambos son indiferenciados, contradictorios y codependientes.
    En primer lugar, hay que revisar la decisión del ministerio. Como todo el mundo sabe el Premio Nacional de Arte existe desde hace años y como es costumbre se le da a un artista “nacional” al que se le considera merecedor por su calidad -no importa si éste ha vivido más de la mitad de su vida en otro país y haya sentado ahí las bases de su trabajo artístico. Para muchos hasta hace relativamente poco, Santiago Sierra era considerado un “artista mexicano” pero Sierra es español y como tal se le invitó a representar a España en la Bienal de Venecia, “reconocimiento” bastante oficial y remunerado que en su momento No supo o no quiso rechazar.
    Siguiendo con el análisis, la decisión de la institución cultural de otorgar el premio al artista parece que busca paliar varias carencias. Por un lado, quiere llenar un cierto vacío en el arte español actual a nivel internacional y la sombra que –según algunos- le hace el arte latinoamericano en la escena artística. En ese sentido Sierra representaría una figura “extraterritorial” idónea que posee lo mejor de “ambos” mundos: está provisto de un dni y cuenta con la “potencia” discursiva de los conceptualismos emergentes.
    Por otra parte, está la naturaleza del trabajo del artista premiado. Esas “retóricas de la resistencia” que se manifiestan en la obra de Santiago Sierra cuadran perfectamente con la voluntad “rebelde” de ciertas políticas gubernamentales; sirven tal y como él mismo apunta en su carta “a la legitimación” de su discurso. La institución-arte a través des Ministerio decide apropiarse estas retóricas, porque están de «moda» sin tomarse la molestia de leer un poco al respecto, como el último número de la revista Estucios Visuales en el que hubieran podido preveer algunos de los escollos a los que terminarían exponiéndose: la incompatibilidad en la relación entre imaginarios “dominantes” y “antisitémicos” y la fragilidad de las máscaras bajo las que éstas se ocultan.
    La decisión del Ministerio de Cultura de otorgar el premio a un artista como Santiago Sierra en sí misma no tiene nada de reprochable. Todo lo contrario, puede ser loable, pues atiende a las exigencias de una institución cultural: por un lado, promover y reconocer el trabajo artístico -más aún cuando este es arriesgado y crítico, desmantelador… y por otro, tiene la obligación de ejercer el presupuesto que se le ha asignado y que tantas batallas supone.
    Sin embargo, esta actitud “antisistémica” al interior del sistema mismo resulta aberrante y termina pasándole factura. Pues, con el rechazo del premio, por parte de Sierra la institución cae en su propia trampa y queda “expuesta” por el artista como un mal jugador del monopoly del capitalismo “antiehegemónico” obligándole a contemplar cómo el plato del premio se le regresa como un boomerang revolucionario.
    Pero ¿qué decir del desaire del artista?
    Si algo ha habido de admirable en el trabajo artístico de Santiago Sierra es la enorme capacidad que tiene para hacer evidentes las fallas del sistema, y una vez más consigue dejar al descubierto sus contradicciones, sus falsas morales, sus hipocresías y todas las tergirversaciones de las reglas del juego que -como sociedad- todos jugamos.
    En la obra de Santiago Sierra -incluso en sus piezas más ingenuas- reside una fuerza desmanteladora muy potente; o por lo menos, siempre hay en ellas una posibilidad de derrumbe de la corrección política siempre en estado latente. Sin embargo, tanto en su obra, como –ahora- en su negativa también subyacen profundas contradicciones.
    Leamos con atención el primer párrafo de su carta. Tras agradecer a los profesionales del arte, de los cuales se excluye voluntariamente (detalle notorio el de marcar esta diferencia, un artista cuya bandera democrática debería partir de la igualdad) afirma que los premios se conceden como reconocimiento a un servicio (el arte para él está excluido de esta categoría bien que cuando conviene, se le reclama «sus servicios»). Es por ello que resulta bastante curioso que su rechazo parta de este distanciamiento y de desmarcarse de una condición que le parece inferior: el artista es un ser superior que se sirve de la condición humana inferior que está eso sí al servicio del Arte: lo afirma fechando su misiva desde un marxismo intemporal y brumoso.
    Más interesante y rico en alusiones resulta el segundo párrafo. En el que afirma que el Arte (en abstracto) se le apareció (cual holly spirit) para concederle la Libertad de Artista. Para Sierra (quien se ha afanado en mostrar -y vender por todas partes- las condiciones de la miseria económica y moral del hombre dentro del capitalismo) el Artista acepta la Libertad como una «gracia» y no se ensucia nunca las manos, la libertad es un “don” divino que lava todas las acciones «artísticas» por las que gana el pan que lo alimente a él y a su familia. Pero aún va más allá y en su discurso apela a un “sentido común” que le dicta desmarcarse del Estado que pretende “usufructuar” su prestigio de artista.
    Pero veamos ¿quién utiliza a quién? ¿No se trata una relación simbiótica? Sierra fue el artista “oficial” en la Bienal de Venecia y su “polémica” pieza exigía un dni español (en todo caso un poquito más creíble y radical y menos oficialista habría sido que obstaculizara a los nacionales entrar, prohibiéndose la entrada a sí mismo o mejor que rechazara como lo hace ahora representar a un gobierno que es tan descarado que saca provechoso del prestigio que le hace ganar (enviándole y subvencionándole el prestigio que reclama para él solo). Piensa que alguien puede creerle cuando afirma que el Estado son los otros. Sí los otros, todos los españoles y residentes en España que con dni o sin él pagan los impuestos y que hacen posible que exista un presupuesto para el Arte inmaculado del que viven: los empleados de la cultura, pero también los curadores, los críticos, los funcionarios y los artistas iluminados por la Libertad como él. La carta no tiene desperdicio y llega al momen to cumbre cuando afirma que el Estado actúa en beneficio de una minoría pero omite decir que él forma parte de esa minoría.
    Así como la decisión del Ministerio de otorgar el premio, posee razones que se sustentan en unarriesgadísimo sentido común: calidad, nacionalidad del artista, oportunismo político; también, los motivos del artista para rechazarlo tienen sustento: es verdad que la política del Estado es errada en muchos aspectos y busca legitimación, es cierto que su política económica trabaja en beneficio de algunos y es legítimo hacer el análisis y la crítica de dichas políticas. Pero el artista, por más que se empeñe en no quererlo, forma parte de ese Estado y es su instrumento, por lo que su trabajo desmantelador tendrá que ser más riguroso e incluirse a sí mismo en el ejercicio analítico.
    Porque cuando Santiago Sierra paga un poco de dinero a un trabajador para que se deje tatuar una línea en la espalda revela una condición a la que él mismo no escapa cuando se le paga (un poco más de dinero) para que exponga las fotos o el vídeo de esos mismos “empleados” suyos y que lo convierten a él mismo en trabajador tatuado por una remuneración. Pues aunque ponga todo su empeño en negarlo –y en hacerse ciego- él tampoco escapa a su borgiana, escalonada e infinita pesadilla de penetrados.
    Si en lugar de ponerse por encima de todo, el artista hubiera asumido de manera más humilde una condición a la que nadie –ni él mismo- escapa, la negativa a aceptar el premio sería congruente. Si en lugar de argumentar el rechazo con el autoelogio, esgrimiera la condición humilde de todos aquellos seres anónimos que han trabajado para él y para su “lucrativo” proyecto “desmantelador” de la condición de “esclavitud y servidumbre”, rescataría algo de la dignidad y de la credibilidad que perdió desde que su “negativa” “adornara el hall de entrada de la última feria de las vanidades galerísticas.
    En este «juego» el único ganador ha sido el premio mismo: un boomerang solitario que ha cortado dos cabezas de tajo: que tienen más rasgos en común de los que se animan a reconocer. Pues, si la institución a caido en la propia trampa de su contradicción política, el ego le jugó una mala pasada al artista y nos lo ha mostrado como un ser incapaz de la autocrítica y de la puesta en duda de su propio ejercicio artístico que se cree elevado por encima de todo lo humano –incluso de la materia con la que ha moldeado algunas de sus obras más escatológicas.
    Resulta penoso y triste que un artista con tanto talento y brío para llevar a cabo proyectos tan arriesgados no haya sabido encontrar una manera de rechazar el reconocimiento que ayudara a reforzar su trabajo “desmantelador” o que por lo menos no lo dejara como un emperador vestido con las galas de un palidísimo traje de carne ególatra.
    Poco importa si la carta fue o no enviada al Ministerio de Cultura, si es o no oficial. Aunque se trate de una estrategia o una broma del artista: supone una puesta en evidencia. Y tanto el premio como su rechazo resultan una materia invaluable para el análisis y la crítica de las grietas por las que se precipitan tanto las formaciones discursivas del arte como sus políticas y en donde todos -quiérase o no- jugamos un papel.

  21. La renuncia de Santiago Sierra
    http://hiebra.blogspot.com/2010/11/la-renuncia-de-santiago-sierra.html
    (…)
    Muchos besan sus pies y aplauden su desplante con devoción fanática; no menos lo tachan de incongruente, hurgando en la llaga: si Santiago Sierra es un artista crítico con las estructuras de poder, ¿por qué actúa, desde hace años, como una de las referencias del sistema artístico, alimentando el mercado que dice aborrecer? ¿Por qué ha trabajado, directa e indirectamente, para el Estado que dice denostar? Es mera «pose de artista», afirman.
    Todo puede ser… Aunque el argumento es ciertamente endeble, a la luz de la pobreza conceptual y la inocuidad política de la inmensa mayoría de las propuestas que llenan las salas de los centros y museos de arte contemporáneo; a su lado, el gesto de Sierra parece mesiánico.
    En el fondo, la duda es lógica (y necesaria). Es tan difícil saber dónde termina la crítica y dónde comienza el espectáculo… Pero el juego de Sierra es muy viejo: contra el sistema desde el sistema. La institución es necesaria, incluso para ser refutada: Duchamp y Beuys lo tenían muy claro.
    ¿Cuál es la capacidad crítica del silencio? Ninguna. Tal vez Sierra habría tenido las manos más limpias -es un decir- si hubiese vivido sus días como un eremita, pero en ese caso su voluntad crítica habría resultado absolutamente estéril, y hoy ya habríamos olvidado el nombre del nuevo Premio Nacional de Artes Plásticas. Un nombre más, uno de tantos, incapaz de arrancar una sola palabra; una nota marginal en un diario prescindible, a medio camino entre el café y las tostadas.
    Sierra ha hecho lo que siempre exigimos a quienes tienen la potestad de obrar a su antojo, a aquellos que no tienen que comulgar con el credo establecido para sobrevivir (en el sentido más literal de la palabra): decir no, provocar, anteponer el exabrupto a la hipocresía, entorpecer la producción espectacular de la realidad.
    Toda institución busca reafirmar su legitimidad, y el trabajo de Sierra es más que apropiado para conseguirla. Si se le invita a exponer, se le da la oportunidad de hablar -como ocurrió en la Bienal de Venecia de 2004- y tiene lugar un enfrentamiento real. Un galardón, sin embargo, es una forma mucho más taimada y sutil de domesticación: su aceptación es siempre pasiva. El rechazo no era la mejor opción, sino la única.
    Sierra no es un profeta, ni aspira a serlo; es un artista que, pese a moverse en los circuitos establecidos -esto debe quedar claro-, conserva cierta capacidad epatante. Articula un discurso rotundo y consigue generar un debate relativamente efectivo, incluso más allá del ámbito del arte contemporéno, ese espacio que cuanto más habla del mundo real más se aleja de él.
    Y no es de extrañar ni el tono zafio de muchos de sus mensajes ni su vocación polémica y mediática. Santiago Sierra también se ríe de quienes le aplaudimos, de quienes transigimos, de quienes consentimos. Se ríe del espectador, cómplice de la institución y responsable de la desigualdad social que critica desde la complacencia. Se ríe incluso de sí mismo: todos estamos en el mismo barco.
    Cierra Nietzsche:
    La palabra más soez y la carta más grosera son mejores, son más educadas que el silencio.

  22. Bueno Valcárcel Medina camina a sus «ytantos» años de la mano de quien sea, aunque yo creo que la pauta general de su carrera ha sido el ser discreto, hacer su trabajo y no salir tanto en el periódico como otros que aman esa parte. Pero si nos ponemos escrupulosos, el señor Sierra ha caminado siempre cara al sol, de la mano de esos pocos de los que habla en su carta de chaval de 17 años, con buenos «escuderos macroeconómicos» como el señor Logsdail y la señora de Alvear. Hay diferencia abismal entre uno y otro… al menos el señor Valcárcel Medina tiene más integridad. No, que este tío va criticando todo lo que él mismo es el primero en hacer… Yo empiezo a pensar que es tonto. Deben ser los 17 años, que todavía está con ellos a cuestas.

  23. me parece lamentable este desvio que está tomando la discusión, que si Valcarcel que si Sierra.
    A mi me parecen dos artistas a tener en consideración. Y lo de aceptar o rechazar premios es algo secundario.
    Si alguien se merece un premio asi es Valcarcel por lo que ha supuesto toda su carrera, pero creo que no se debe entrar si se es mejor o peor por coger un premio.
    En cuanto al rechazo de Santiago, pues creo que en cuatro lineas lo dice todo muy clarito, quizas para no parecer de 17 tendria que haber escrito un ensayo, pero claro eso no es una carta de rechazo
    Agradezco a Santiago el gesto que creo que en definitiva viene a animar el cotarro y tambien a elevar el discurso, espero que eso se vea reflejado en nuestro pacato contexto nacional.

  24. http://infoenpunto.com/not/2631/santiago_sierra_en_busca_de_titulares_rechaza_el_premio_nacional_de_artes_plasticas
    Santiago Sierra, en busca de titulares, rechaza el Premio Nacional de Artes Plásticas
    El Ministerio de Cultura concedió días atrás a Santiago Sierra el Premio Nacional de Artes Plásticas 2010, pero el activista, que ha crecido amamantado en las ubres del Estado, desde sus distintas administraciones, renuncia al galardón y a su dotación señalando: “es mi deseo que en este momento el arte me ha otorgado una libertad a la que no estoy dispuesto a renunciar… Este premio instrumentaliza en beneficio del Estado el prestigio del premiado”. Y para redondear el rizo, Santiago Sierra mezcla churras con merinas al indicar: “Un Estado que participa en guerras dementes alineado con un imperio criminal. Un Estado que dona alegremente el dinero común a la banca. Un Estado empeñado en el desmontaje del Estado del Bienestar en beneficio de una minoría internacional y local. El Estado no somos todos. El Estado son ustedes y sus amigos. Por lo tanto no me cuenten entre ellos, yo soy un artista serio”. Y se despide de la ministra de Cultura, con saludo anarco: “Salud y Libertad”.
    Que Santiago Sierra sea artista es una cuestión discutible, tan discutible como su falta de seriedad y hasta de coherencia. Más bien el texto contiene una actitud tan pedante como totalitaria, descubriendo lagunas en el conocimiento del mundo en que vivimos. Si seguimos el hilo de su texto nos parece que se autovalora –a la altura que ha llegado- creyendo que premiándolo a él se beneficia el Estado. Delira. Y acusa al Estado de participar en guerras dementes con el imperio del mal. Para este artista de no sabemos que concepto ético, es posible que las guerras no fuesen dementes si el Estado se aliase con los Castros, la monarquía norcoreana, la China capitalista o los bolivarianos, muy en acordes todos ellos con la dictadura iraní…
    Y asegura que el Estado dona alegremente el dinero de todos a la banca. Pero, ¿cuáles son los grandes grifos que aportan los recursos a las Administraciones Públicas?. Sumando las plantillas y los jubilados de los dos grandes bancos -que por cierto no se han beneficiado de nada, porque no solicitaron ayudas- con Telefónica y media docena de grandes empresas, el Estado se beneficia de esos factores de coste de personal por los impuestos directos y los indirectos, es decir más de la mitad de la cuantía dedicada a Personal revierte en el Estado; porque son los emprendedores, con los que ahorran e invierten, los que suministran los activos del sector público. Un dinero que alimenta, entre otras muchas cosas, un arte oficial que beneficia a artistas con propuestas innovadoras y otros que montan su teatro para denunciar cualquier cosa. El Estado no somos todos; porque éste es sólo el instrumento que administra la cosa pública, el que establece un orden necesario en toda sociedad libre. Pero al Estado unos pagan mucho y otros se benefician bastante por múltiples meandros.
    Este artista serio, según él, que desprecia a los que fueron galardonados en ediciones anteriores, tan ácrata él, fue quien exigía el pasaporte para contemplar su desinstalación, o algo así, en la Bienal de Venecia del año 2003, cuando era el artista representante del Estado… El que en 2006 pretendía gasear una sinagoga; el que en 2007 construyó 21 módulos utilizando excrementos humanos; y en 2008 puso en escena un no sabemos qué llamado “Los penetrados”, performance tan artística como divertida, sí señor. Nació en Madrid en 1966; ha residido varios años en México, y ahora vuelve a Madrid, al parecer en olor de santidad artística… por eso no quiere que el Estado se beneficie de la fama, y renuncia al premio, y a la dotación, porque es más importante la publicidad que su rasgo le ocasiona…

  25. Los textos anónimos de 5,19 y 5,29, están muy bien escritos, si no son de críticos, estudian para ello. Yo no escribo tan bien como ello, es más reconozco que escribo fatal, pero me atrevo ha hacer una pequeña crítica, y para ello voy a comparar su obra global tour con la magnífica película «Plácido». En este filme, aparece un moto carro con una estrella de belén, el cual hace un tour por la ciudad. Ahora al estar en un mundo globalizado y moderno, Sierra utiliza un camión que se pasea por el mundo. La película da un mensaje muy claro: la hipocresía de la sociedad con los desheredados. Parece ser que la obra del señor sierra gira en torno a este tema. Comparemos ambos casos: En el filme vemos a una sociedad pudiente que utiliza a un pobre hombre que tiene que trabajar para pagar las letras del moto carro e incluso a causa de esta acción, se expone a perderlo por no poder pagar una letra. Aquí nos presenta Berlanga entre otras cosas, la doble cara de esta sociedad, que quiere dárselas de buenos ciudadanos, acogiendo a un pobre, aunque para ello utilizan la explotación de otros pobres.
    A mi parecer el señor Sierra con sus obras,se pone en la posición de esa burguesía hipócrita que presenta este film, utilizando la desgracia de los desheredados de la tierra, a nivel global, ya que así amplía más su negocio, y a los cuales de una manera u otra explota.
    Lo que nos cuenta el señor Sierra, lo vemos cada día en las noticias televisivas, y si con su «arte» lo que quiere es ayudar a erradicar la miseria, hay otros medios que pueden ser algo eficaces y que lo están haciendo cada día personas anónimas, pues el arte como se ha visto en la historia jamás ha cambiado la sociedad. Lo que según parece ser el dice que consigue, es la libertad, y yo le digo que esa misma libertad que consigue el es comparable a la libertad que consigue cualquier capitalista, especulador, etc. etc. mediante el aprovechamiento del esfuerzo y la libertad de los demás.
    A mí me da igual que rechace o acepte un premio, eso es su problema, lo que me repugna, es que consiga su libertad mercantilizando el sufrimiento ajeno.

  26. Me parece que lo único que busca el Sr. Sierra con ese rechazo es notoriedad. No aporta ninguna alternativa, va de alternativo, pero bien encantado que está cuando su obra se lleva a Bienales y entra en museos ¿qué diferencia hay? Nos quedamos en la superficie. No entiendo tanto problema con la mercatilización del arte, siempre ha sido así y debe ser así, para que los artistas no tengan que depender de premios, ni de becas, pero no se es más «político» por rechazar un premio, me parece, sencillamente absurdo, pero efectivamente parece muy feliz por ello, por ser más protagonista que el premio. ¿Quién se acordará de Santiago Sierra dentro de 20 años?

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