Al hilo del proyecto de Sin Estado, hemos recibido un correo de Salvador de los Arcos, en el que nos comenta lo siguiente:
¿Sin estado?
¿No es todo eso muy tópico y antiguo?
¿Por qué no nos planteamos en serio el Segundo Estado de Bienestar?
¿Para qué quiero ayudas por discapacidad, por paro, o para estudiar, para vivienda, si tengo un sueldo -renta básica universal- desde mi nacimiento?¿ Por qué no voy a seguir entonces mi vocación, tener hijos mientras estudio, casa propia desde los 18 años, si tengo un sistema financiero básico nacional que me lo facilita? ¿por qué no voy a rebajar mis horas de trabajo si hay gente en el paro, o voy a ayudar el tiempo que haga falta en caso socialmente necesario?
¿Se puede organizar una sociedad libre y democrática de una forma más eficiente que este desastre de Sistema que tenemos?
¿Por qué no estudiarlo seria, científicamente?¿ Como podríamos hacerlo?
La salida de la Crisis y el nuevo paradigma del Segundo Estado de Bienestar.
Parece increíble, pero lo que voy a decir a continuación no lo estoy oyendo ni leyendo en ningún sitio, lo que a mí al menos me hace pensar en hasta que punto la inteligencia pública de nuestras sociedades está en precario, y el debate público de fondo, el que debería haberse establecido democrática y abiertamente con esta crisis no se está realizando, o al menos no está llegando, entre el ruido y la furia de tanta miseria tertuliana que nos abruma, a ningún foro público.
Creo, pues, que hemos llegado a un punto en que todo lo que está pasando, y digo todo el sistema, incluidas las altas cumbres celebradas por nuestros príncipes electos, debería empezar a ser pasado por el filo de una nueva navaja de Ockham, tal vez como primera toma de contacto alternativa y civilizada a un filo diferente al de la guillotina.
Así pues, esta es mi tesis: la actual crisis internacional es el resultado del fin de la confrontación de dos sistemas, el de «Libre Mercado Capitalista» anglosajón y el representado por el «Socialismo Real» comunista. Ambas posiciones ante el mundo, tan inversamente simétricas, se han derrumbado ante nuestros ojos, y creo que de forma definitiva hay que llevarlas a enterrar, como crueles sardinas que son, y a poder ser muy poco después de la cuaresma en que nos han metido.
Es en este punto dónde quisiera introducir el concepto básico del ideal humanista del que formamos parte: su nombre es democracia. La democracia entendida no sólo como la posibilidad de poner el voto libremente en una urna, sino como sistema que garantiza los derechos humanos y las libertades públicas de los iguales, de lo que esa acción de votar a representantes no es más que una institución. Lo importante de la democracia está en que todos podamos participar en el consenso social que nos establece como sociedad de iguales ante la Ley común, y esto implica, como se ha puesto de manifiesto de manera reiterada desde hace al menos 200 años, aunque costosamente, la necesaria puesta en marcha de los mecanismos sociales que lo permitan. Me refiero a la plenitud en el desarrollo humano de cada persona, que es la preocupación fundamental de todo pensamiento emancipador, no al hecho de convertir a los siervos en proletarios «libres», que es contra lo que se rebelan los ideales humanistas y democráticos a lo largo de todo el siglo XIX, etc. Y hoy llegamos a la idea de que no se puede llamar democrática a ninguna sociedad que no preserve y estimule dos principios irrenunciables: el de la Libertad individual y social y el de la Equidad colectiva y personal. Creo que al menos sabemos algunas cosas que no se deben volver a repetir o hacer.
Quisiera recordar a este respecto a todo el que lea esto que también la Seguridad Social (salud y pensiones, etc.) y la Educación han estado al albur de la caridad hasta que la gente se plantó democráticamente tras la segunda escabechina de millones de personas, en el 1945, y estableció el Primer Estado de Bienestar, que es lo que marca el comienzo de una sociedad realmente democrática en la parte del mundo en la que nos encontramos. Es decir: como desarrollo del ideal humanista al que he hecho referencia mas arriba se fueron instituyendo en Europa Occidental a lo largo de la segunda parte del Siglo XX políticas que han ido conformando lo que vengo en llamar el Primer Estado de Bienestar: sistemas para la universalización de la Educación y las prácticas de Seguridad Social, sanidad, pensiones, seguro de desempleo, vacaciones. Este proceso democrático en Europa Occidental, que se ha visto limitado intelectualmente por las teorías del socialismo real por un lado y por el capitalismo salvaje de nuestros tan admirados amigos anglosajones en el otro lado, de hecho ha supuesto el mayor acercamiento al ideal democrático de cualquier sociedad moderna.
Pues bien, en mi opinión y yendo al grano, lo que esta crisis ha puesto de manifiesto es la auténtica estupidez, desde el punto de vista democrático, de que el Sistema Financiero esté íntegramente en manos privadas.
Mi tesis es que en esta mesa que es nuestro sistema democrático la tercera pata es un Sistema Financiero Nacional y la cuarta el Sistema Nacional de Cultura. Así que ya no vale con propuestas como la «nacionalización » de la banca, y mucho menos con seguir dando billones de euros públicos a unos piratas privados que han dejado en la miseria y la desolación a millones de personas (entre las que me incluyo) sino que debemos ir a un sistema de renta básica universal garantizada y a que las necesidades financieras básicas de derechos recogidos en la Constitución (sueldos, créditos básicos como la hipoteca) formen parte de un Sistema Financiero Nacional. Y lo mismo con la cultura: si hay polideportivos públicos donde ejercer el deporte, ¿por qué no centros culturales públicos donde poder HACER cine o música, o teatro, o comics? Y, desde luego trabajar menos si hace falta que más gente trabaje. Una Renta Básica Universal que garantice los derechos básicos puede hacer una sociedad muchísimo más flexible y estable, y desde luego, sería mucho más democrática que el actual mercantilismo de lo que bien puede llamarse Plutocracia.
Democracia: el ejercicio del poder del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Sé que lo que estoy diciendo puede extrañar, pero la sociedad que empiece a marcar este camino, la que empiece a investigar en una mayor plenitud democrática y a desarrollar por tanto los mecanismos sociales que la hagan posible será la que marque el futuro, la que cree el nuevo valor añadido, político, social y económico. Y en un mundo global como el que ya tenemos lo que se vende a otros es cultura (plástica, industrial, material) en fin, la forma de vida.
Creo que puede y debe hacerse, y si nó, que me digan por qué no. Pero, al menos, exijo que estas ideas, las de la implantación del Segundo Estado de Bienestar, formen parte del muy necesario democráticamente debate público sobre la crisis. Yo, al menos, estoy harto de los que solo contienen insultos y descalificaciones.
Salvador de Los Arcos
Navarra