ARCO no existe.

Parafraseando libremente a Jacques Lacan, podríamos afirmar que «ARCO no existe»; hay muchas ferias distintas agazapadas bajo el mismo nombre. En sus comienzos, el evento aterrizó en el páramo cultural madrileño como un alienígena en un planeta extraño y, quizá en parte por ello, adquirió un carácter espectacular, en ocasiones casi circense, del que todavía no ha conseguido liberarse del todo. En aquellos ochenta, y en parte de los noventa, el desconocimiento general convertía a la feria en sucedáneo de la píldora del conocimiento: nuestro analfabetismo artístico parecía poder curarse en un recorrido por sus pasillos y asistiendo a las conferencias y mesas redondas -abiertas entonces acertadamente para quien hubiera accedido al recinto; después, un injustificado elitismo ganaría la partida-. Y fue, quizás, esa falta de una contrapartida expositiva la que permitió que la confusión entre arte y mercado cruzara el límite de lo razonable. 

Extracto del artículo de Cabello/Carceller publicado en El Cultural

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