El IVAM hace aguas con "Fuentes"

Ayer la prensa hablaba de la muestra «Fuentes» en el Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM) de Valencia. Esta exposición pretende mostrar, según se nos contaba: «La poética de la fuente como arquitectura publica decorativa recreada por seis escultores de la contemporaneidad» . Un sudor frío recorrió mi frente mientras pensaba en tamaño despropósito y en la pulsión acomodaticia de los artistas que podrían haber tomado parte en tal dislate…


La nota de prensa seguía así: «Al mismo tiempo, la parte posterior de la fachada principal del museo acoge una instalación de esculturas donde una veintena de buzos tratan de sumergirse en un inhóspito, sorprendente e inexistente fondo marino. El espectador no puede ocultar su admiración al observar en el exterior del IVAM seis grandes esculturas metálicas y de piedra de los artistas Juan Asensio, José Manuel Ballester, Miquel Navarro, Gerardo Rueda, Esther Pizarro y Mar Solis, que constituyen el corpus principal de la muestra «Fuentes», cuyo protagonista principal es el agua.
Pero su sorpresa se acrecienta al ver en el techo del museo una veintena de esculturas de poliéster de dos metros de altura, que tratan de lanzarse al agua de un imaginario océano, y que configura el contenido de la instalación «Buceando en el territorio del IVAM», del artista toledano DEMO.
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La exaltación de la fuente pública como elemento de la arquitectura urbana centró el contenido de la rueda de prensa que ofrecieron la directora del museo, Consuelo Ciscar, y Rafael Sierra, comisarios de la muestra.
Acompañada por los artistas Juan Asensio, José Manuel Ballester, Miquel Navarro, Esther Pizarro y Mar Solis, Consuelo Ciscar consideró que «el arte público contemporáneo debe dialogar con su entorno y de esta manera fortalecer la identidad del lugar, articulando los trazados urbanos y ofreciendo una mayor diversidad visual que permita completar o mejorar la tendencia pragmática del urbanismo de nuestra época».

Consuelo Ciscar explicó a los informadores que «las propuestas de fuentes diseñadas por escultores de nuestra contemporaneidad elevan el atractivo social y cultural de nuestra ciudad en beneficio de la cohesión ciudadana y una identificación de los ciudadanos con las actuaciones de mejora de la relación arte y sociedad».
Total que me fui a dar una vuelta por el IVAM para confirmar mis prejuicios: sin lugar a dudas este proyecto es uno de los más estúpidamente autosatisfechos, idiotas, y banales de los que he tenido oportunidad de ver en los últimos años.
Tantos años discutiendo sobre el papel del arte público, desmontando el concepto de monumento y de rotonda, buscando esos ámbitos donde el arte puede hibridarse (o disolverse) con lo social y lo político, tantas quejas y enfrentamientos por la «oportunidad» o el «oportunismo» de realizar un determinado trabajo en el espacio público, tantas charlas, tantos «laboratorios» de arte público comprometido con el entorno donde se inserta (Calaf, Alcorcón, Space Invaders, Ardearganda…) para que ahora nos desvelen «la poética de la fuente como arquitectura pública decorativa». ¿Qué puedo decir? Solo que esto es una tomadura de pelo, un gasto inútil de dinero, y una muestra más de la falta de rigor de las instituciones que malgastan el dinero público, ¿esto no es malversación de fondos públicos o algo así?
¿Cómo pueden los artistas prestarse al papanatismo e idiotez que destila esta propuesta? ¿No son conscientes de que están decorando la ciudad, prestando su trabajo a un proyecto que además es ideológicamente confuso, con el propósito de «elevar el atractivo social» de la ciudad, es decir, abundar en su carácter de parque temático para turistas?
Ciscar señaló que «este tipo de esculturas, que hoy se presentan en forma de fuentes con agua, esconden una semiótica de lo cotidiano y una constante vindicación social». ¿Quién le ha escrito esta payasada a Consuelo? ¿Donde está la vindicación social cuando lo que se hace es contribuir al embellecimiento acrítico de la ciudad con fuentes? ¿Dónde está la semiótica de lo cotidiano? Por favor, no es que me haga reír, es que me asquea profundamente como se puede distorsionar el lenguaje, nombrando lo que no existe para justificar lo que no tiene justificación. Esto es fascismo. El fascismo amable de las fuentes que decoran y embellecen «la ciudad ideal» y el fascismo del lenguaje que nombra el vacío para llenarlo de un significado que no tiene. Cuando desde el imperio se habla de libertad duradera para justificar la guerra, desde el aparato cultural se habla de vindicación social para justificar la decoración: fascismo es lo que define el vaciamiento del lenguaje, la mentira absoluta que nos venden como libertad y como arte.
El hecho de que los artistas participantes sean absolutas mediocridades o grandes talentos no tiene ninguna importancia, simplemente muestran su servilismo al aparato institucional que es capaz de embarcarlos en un proyecto, que si estuviéramos en un país mínimamente serio, acabaría con su prestigio para siempre si es que aún les quedase algo.
No obstante sí veo aquí una virtud en la metáfora: en la España de las peores sequías, los artistas azuzados por las conveniencias políticas y culturales juegan alegremente como niños despreocupados con el líquido elemento, planeando fuentes en el país de las restricciones de agua.
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