En Cadena, un proyecto de Rubén Santiago.

Rubén Santiago presenta En Cadena, un proyecto realizado a lo largo de los 3.900 kilómetros que separan la ciudad griega de Olympia y Madrid. Justo un día antes de que el COI se pronuncie sobre qué ciudad será sede de las Olimpiadas de 2016 y entre las que se encuentra la candidatura de Madrid, que 400.000 personas apoyaron en sus calles el pasado domingo.
La exposición recoge el proceso desarrollado desde que el artista encendiera su particular antorcha ante el templo de Hera, empleando un sistema de espejos similar al que se usa cada cuatro años para dar inicio al ritual de los Juegos Olímpicos. Pero en esta ocasión, la antorcha encendida por los rayos del sol no fue una tea, sino un cigarrillo.
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Esta «antorcha» fue transportada en automóvil por Ruben Santiago a través de ocho países durante siete días. Durante este tiempo, el fuego original permaneció incandescente en una cadena contínua en la que cada nuevo cigarrillo era encendido con los restos del anterior, manteniendo una cadencia similar a la del relevo de atletas que el olimpismo moderno ha hecho universalmente reconocible.
El jueves 1º de octubre a las 20 horas, esta llama olímpica será depositada en el espacio de arte contemporáneo Off Limits de Madrid (Escuadra 11 bajo, Lavapiés) dando fin a su recorrido.
[Actualización aitor 3/10/09. Añadidas notas al pie en el texto de D. Villegas]


La muestra, que será inaugurada el día antes de que el COI (Comité Olímpico Internacional) haga pública la sede elegida para acoger los Juegos Olímpicos del 2016, propone una mirada crítica e irónica a los esquemas de poder y regulación de la sociedad contemporánea.
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En Cadena reflexiona sobre los mecanismos de construcción de la memoria colectiva y la dotación de valor simbólico a ciertos elementos y rituales establecidos por el paso del tiempo.
Además de ofrecer el fuego olímpico en su correspondiente pebetero, Ruben Santiago presentará su vídeo » Olympia 2009″, una inversión conceptual del film homónimo de Reni Riefenstahl «Olympia 1936», el primer documento cinematográfico en registrar unas olimpiadas, en este caso las celebradas en Berlín en el año 1936 auspiciadas por el gobierno de Adolf Hitler.
Así, En Cadena plantea la poco conocida relación que existe entre la llama olímpica y el régimen nazi, precursor en la utilización de este símbolo ahora considerado como elemento universal: la llama olímpica.
Por extensión, Ruben Santiago pone en evidencia las bases históricas del aparato propagandístico y geopolítico que se esconde detrás de la organización de unas Olimpiadas.
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Igualmente, el proyecto indaga en el origen histórico de las campañas estatales anti tabaquismo, impulsadas por vez primera desde el régimen nazi mediante la implantación de normas y prohibiciones similares a las que hoy en día han adoptado la mayor parte de paises occidentales.
Con motivo de esta exposición, se presentará una edición que recoge el proceso llevado a cabo en este proyecto y reflexiona sobre las intersecciones entre deporte y política, contando el presente texto de Daniel Villegas:

Anillos de humo

Daniel Villegas

Existe un prejuicio historiográfico-popular que sostiene que 1945, con el final de la Segunda Guerra Mundial y el hundimiento de los regímenes del Eje, supuso el acta de defunción de los elementos ideológicos constituyentes del espacio fascista-totalitario. El triunfo de la democracia liberal abría una nueva era en la que quedaba definitivamente extirpado aquel cáncer. Sin embargo, esta cuestión resultaría más compleja y problemática. En diferentes ámbitos –tecno-científico, empresarial, administrativo, social, político-propagandístico, deportivo o cultural entre otros– se puede rastrear la pervivencia departículas activas propias de estos sistemas aparentemente sepultados. 

La propaganda de los sistemas democrático-liberales se ha esforzado en desviar la atención de ciertos fenómenos de continuidad de aspectos provenientes del ámbito fascista-totalitario. En definitiva, su legitimación se basa en la derrota total de aquella aberración. Esta operación se artículo en una progresiva despolitización social y en la implantación del credo sin fisuras en la economía de mercado. Fin de la historia, alcanzado el horizonte histórico de expectativa, el capitalismo se instituye como formula única que garantiza la permanencia en el puerto de destino del progreso social en su perfectibilidad. Estas son las coordenadas que conforman nuestro hábitat contemporáneo y que la reciente crisis económica apenas ha perturbado, pese a la gravedad con la que los expertos económico-mediales la han calificado. Cualquier tentativa crítica ha sido atajada rápidamente debido a la liquidación de las alternativas, excepto las de consumo, que hasta tres décadas atrás todavía operaban aunque sólo fuera en el terreno crítico1.

La democracia liberal se ha encargado de borrar las huellas que los mecanismos propios de la ideología fascista-totalitaria ha impreso en la configuración de su supremacía, al tiempo queha calificado como perteneciente a tal estirpe política cualquier alternativa crítica, que se haya podido articular en las últimas décadas, con la finalidad de eliminar cualquier atisbo de desacuerdo y, como señala Slavoj Žižek, de pensamiento: «A lo largo de toda su trayectoria, el«totalitarismo» ha sido una noción ideológica que ha apuntado la compleja operación de «inhibir los radicales libres», de garantizar la hegemonía demoliberal; ha permitido descalificar la crítica de izquierda a la democracia liberal como el revés, el «gemelo» de las dictaduras fascistas de derechas […] en lugar de permitirnos pensar, y obligarnos a adquirir una nueva visión de la realidad histórica que describe, nos descarga del deber de pensar e incluso nos impide activamente que pensemos.»2 Nos encontramos ante un mecanismo de inversión mediante el cual la democracia liberal logra, por una parte, eliminar, o marginalizar al menos, cualquier opción que no sea la propia y, por otra, exorcizar, aparentemente [propaganda], ciertos elementos activos en su estructura provenientes de la incomoda pervivencia de la herencia fascista-totalitaria. Qué mejor manera de llevar a cabo esta operación que acusar de aquello que causa, en lo concerniente a los problemas de legitimación, incomodidad, acaso culpabilidad, a los oponentes ideológicos.

De este modo, es posible que se hayan naturalizado, en nuestro contexto demoliberal, determinados fenómenos cuya importancia central, en términos socio-políticos, encuentra su origenfundamentalmente en el fascismo y el nacionalsocialismo. Se tratarán aquí dos asuntos que pertenecen a esa genealogía de fenómenos persistentes que resultan determinantes en la construcción de la hegemonía de la democracia liberal. La incuestionable importancia medular y benignidad del deporte, en concreto la dimensión simbólica del olimpismo y sus ritos, y la mitificación de la salud, centrada esta cuestión en la erradicación del tabaquismo, constituyen los asuntos que anteriormente se han anunciado. Su elección, entre los muchos de esta clase que podrían ser analizados, viene sugerida por ser éstos los aspectos que trata [problematiza], mediante conexiones complejas, Rubén Santiago en su proyecto En cadena.

En lo relativo al deporte parece inconcebible, hoy en día, que nadie cuestione su valor3. Dejando de un lado los intereses mediático-económicos, que son muchos y poderosos, la institución deportivaha devenido incuestionable en las sociedades actuales, desde una perspectiva política y moral [pese a los esfuerzos por parte de los propagandistas del deporte de deslindar éste especialmente de lo político4]. Cualquier argumento en contra sería considerado como propio de un radicalismo que se enfrentaría frontalmente con uno de los valores más asentados de lo democrático. Pero ¿podría ser considerada esta postura totalitaria gracias al uso del instrumento de inversión antes descrito? Aquí la cuestión se torna más compleja, ya que el germen de la exaltación de lo deportivo, en términos modernos, se halla precisamente en el ámbito del fascismo italiano5, el nazismo e igualmente, pero en coordenadas distintas que difieren en asuntos esenciales con las condiciones en las que se produce el deporte actual, en la Unión Soviética6. En cualquier caso, de forma embrionaria los aspectos deportivos asociados al terreno político, en la órbita del nacionalismo7, se encuentran ya en la sociedad burguesa decimonónica con el nacimiento del concepto moderno de deporte. 

Los orígenes del deporte moderno se encuentran en Inglaterra, en el último tercio del siglo XIX, y en la difusión por parte de ésta al resto de la Europa continental primeramente, y al resto mundo con posterioridad, a través de asociaciones y clubes deportivos fundados en colonias e industrias implantadas en el extranjero, y en aquellos lugares donde los ingleses practicaron el comercio. En estos clubes y asociaciones: «En todos los casos, la competición encontró su justificación enel lamarquismo y el positivismo: tiene como objetivo mejorar la raza equina, la raza humana o la tecnología de las embarcaciones…8«. El mejoramiento dela raza, y por extensión la competencia racial-nacional por la supremacía, en relación con la práctica deportiva fue uno de los argumentos sostenidos de forma más insistente en el nacimiento y desarrollo del deporte moderno, cuestión amplificada por el fascismo y exacerbado por la política racial nazi. No obstante, existe otra razón que explica la creciente importancia de lo deportivo en regímenes políticos aparentemente opuestos como son las democracias burguesas decimonónicas, pese a la aparición en este ámbito ciertos recelos9 que frente a la práctica deportiva, y los sistemas fascistas y totalitarios. Dicha coincidencia se fundamentó, tal y como señaló Michel Foucault10 en relación con las instituciones del nuevo Orden, en el nacimiento de la sociedad disciplinaria. Es indudable las ventajas, en lo relativo al deporte, de articular un sistema de formación física disciplinaria, en los establecimientos de educación de la infancia y la juventud o en otro tipo de organizaciones sociales, y de regular el ocio creciente en las sociedades burguesas del siglo XIX al servicio del control social. En este sentido, siguiendo la terminología foucaultiana, la práctica deportiva acabó instaurándose como elemento disciplinario de primer orden con el objeto de construir cuerpos dóciles. Este extremo ha sido un engranaje fundamental en el desarrollo de lo deportivo, en términos instrumentales, como elemento de referencia en las diversas sociedades modernas. Sin embargo, la actual glorificación del deporte, aunque heredera de los mecanismos citados, responde a un esquema más complejo. Ciertos aspectos del fenómeno deportivo se han amplificado, como su dimensión espectacular en relación con la sociedad del ocio y el consumo, y, pese a las campañas de fomento de la actividad física, resulta más interesante, desde una óptica disciplinaria, el consumo pasivo del espectáculo deportivo que su práctica generalizada. 

El vehículo fundamental a través del cual el deporte fue alcanzando cotas de mayor relevancia, en las sociedades occidentales primero y más tarde en las del resto del mundo, fueron los Juegos Olímpicos. La carga simbólica de estos eventos, que ha representado la ritualización de lo deportivo a escala internacional, ha sido fundamental en la construcción de la actividad física como referencia de primer orden. Desde sus inicios, con la celebración de los Juegos Olímpicos de Atenas de 189611, el organismo promotor el COI12, que no es otra cosa que una organización empresarial y cuyo éxito comercial actual es evidente, tuvo muy claro, dejando aparte los principios humanistas recogidos en su Carta Olímpica, lo que propiciaban las relaciones deportivas internacionales en lo relativo al espectáculo y propaganda política13, dirigiendo éstas a: «un esfuerzo propagandístico: en este sentido, las victorias deportivas de un equipo nacional contribuyen a reforzar la imagen de identidad, la fuerza y la eficacia, incluso la legitimidad de un régimen político. En los años treinta del siglo pasado, la fascinación de una parte de la población francesa por los regímenes autoritarios senutrió de los éxitos de los atletas italianos y alemanes, ya que eran considerados como prueba palpable de cómo la voluntad política podía contribuir a la reconducción nacional y al mejoramiento de la raza.»14 Precisamente fue en el contexto de la Italia de Mussolini y en la Alemania de Hitler, en especial, donde estas directrices fueron cumplidas con tal eficacia que establecieron las bases de la futura significación del deporte como instrumento de propaganda y legitimación. 

Los Juegos Olímpicos de Berlín de 193615 supusieron el momento clave del proceso de exaltación y espectacularización de lo deportivo16, como quedo registrado en la película Olympia17 que sobre el evento realizó Leni Riefenstahl, y que desde entonces no ha dejado de crecer. El nacionalsocialismo se encontró con una designación olímpica previa a su ocupación del poder en Alemania. Existieron reticencias en el contexto ideológico del nazismo a la organización en Berlín de unos Juegos Olímpicos, especialmente por parte de los que defendían como deporte genuino alemán [asociado a esta ideología] los ejercicios gimnásticos «Turner», debido a que, en principio, los Juegos pretendían ser una celebración de la diversidad cultural y racial internacional, principios éstos recogidos en la Carta Olímpica. Sin embargo, el ministro de propaganda «[…] Josef Goebbels, se había dado cuenta de que los Juegos representaban una espléndida oportunidad para demostrar la vitalidad alemana y su capacidad organizativa.»18

Del mismo modo, existía una clara vinculación simbólica entre los Juegos, nacidos en la antigüedad clásica, y ciertos aspectos de la mitología nazi concernientes a la fascinación del Tercer Reich por la cultura griega19. Igualmente «hubo muchos [otros] elementos contenidos en el concepto olímpico susceptibles de ser tergiversados por la cosmovisión nazi. También el culto al cuerpo, iniciado a principios del siglo XX entre círculos nacionalistas e intensamente fomentado por el nazismo, halla una óptimaexpresión en la idea olímpica, mientras que la competición deportiva se quiso ver la representación de las ideas pseudodarwinistas de la lucha por la vida y la victoria del más fuerte.»20 Ciertamente, como indica Rosa Sala, el nacionalsocialismo tergiversó determinadas asuntos, pero no es menos cierto que contó con, al menos, la connivencia de personas y organismos que aparentaban defender otros principios, desde el espacio político democrático antecesor de las actuales sociedades demoliberales, siendo el caso más paradigmático el del fundador de los Juegos Olímpicos modernos Pierre de Coubertin21. Pero el barón no ha sido el único en la historia del movimiento olímpico que, de un modo u otro, ha establecido relaciones con el contexto ideológico fascista-totalitario. Ejemplo cercano lo constituye el que fue presidente del COI entre 1980 y 2001 Juan Antonio Samaranch22. Resulta revelador que lo que no consiguió la recién proclamada Republica Española23 lo consiguiera este personaje proveniente del fascismo franquista, décadas más tarde, en lo que serían al fin unos Juegos Olímpicos en Barcelona en 1992. 

Volviendo a Berlín 1936 existieron, de igual manera, reservas en el contexto internacional [especialmente en Estados Unidos y Francia donde se estuvo barajando la posibilidad de boicot e igualmente en España y en la Unión Soviética donde se hizo efectivo24] a la organización de unos Juegos Olímpicos por parte del régimen nazis. Dicha resistencia se basó en el desajuste de principios existente entre el movimiento olímpico y el sistema político nacionalsocialista, en general, y en particular en lo referente a la política racial nazi que perseguía a la comunidad judía25, incluyendo los deportistas de este origen. Fue en los Estados Unidos donde la idea del boicot tomo mayor cuerpo, debido a la importancia de la comunidad judía en aquel país. Los recelos fueron vencidos, principalmente, por la acción de Avery Brundage, presidente de la Asociación Olímpica Americana, que a partir de la celebración de los Juegos [y como recompensa a sus esfuerzos] fue nombrado representante de los EE.UU. en el COI. Éste convenció a las instituciones de no realizar el boicot mostrando, para tal fin, ciertos rasgos de perfil bajo en la órbita del antisemitismo, relativamente popular en los Estados Unidos de la época,pasando por alto la discriminación sufrida por los deportistas judíos del equipo nacional alemán. Cierto es que la campaña de terror contra los judíos no había comenzado aún, pero existían numerosas señales que lo auguraban como el eslogan aparecido en la prensa nazi con motivo de los Juegos: Wenn die Olympiade vorbei, schlagen wir die Juden zu Brei! [Es decir: «¡Cuando la Olimpiada termine haremos a los judíos picadillo!»]26.

Los Juegos Olímpicos de Berlín en1936 establecieron un modelo deportivo propagandístico27, articulado a través del incipiente espectáculo moderno, que en numerosos aspectos ha sobrevivido, e incluso potenciado, hasta la actualidad. El nacimiento, aunque ya existía el germen en las democracias burguesas en su apropiación del mito griego, de la figura del héroe deportivo nacional, corresponde a aquella época, donde se propagó gracias al aparato propagandístico nazi y, especialmente, a través de la película Olympia de Leni Riefenstahl. Esta imagen se ha amplificado desde entonces, y en el momento actual parece clara la importancia de este héroe en las sociedades demoliberales.En este contexto esta figura resulta incuestionable en su significación popular como representación del espíritu nacional. Tanto da, en términos de popularidad, que aquellos deportistas que forman parte de las mitologías nacionales tengan un comportamiento abiertamente insolidario, o fraudulento, con sus conciudadanos, desviando sus ganancias a paraísos fiscales, o que en el terreno de las organizaciones deportivas locales, particularmente en los equipos de fútbol, las grandes estrellas, que eventualmente se identifican sin fisuras con la tradición del club donde militan, resulten ser meros mercenarios.

   

Otro aspecto en el terreno de los ritos simbólicos y que quedó fijado como uno de los más queridos por el movimiento olímpico, perpetuado de forma acrítica hasta el momento presente,nació, asimismo, de la cosmovisión nazi en relación con los Juegos. Este no es otro que la ceremonia de encendido de la antorcha en Olimpia y el traslado de este fuego sagrado a la sede de los Juegos, en este caso Berlín, mediante relevos. Aún existiendo en la Grecia clásica algunos ritos en relación con el fenómeno de la llama olímpica y las carreras de relevos con antorcha [pero nunca en conexión con los Juegos Olímpicos] la instauración de la ceremonia en su versión contemporánea tiene su origen en la simbología nacionalsocialista. 

La antorcha fue un símbolo preferente en el nazismo, herencia de ciertas tradiciones germánicas, a tal punto que la celebración de la toma de poder de Hitler, el 30 de enero de 1933, consistió en un desfile de antorchas. De hecho, la antorcha fue usada con asiduidad en los actos de todo tipo del Tercer Reich. Éstos consistían en un espectáculo donde se reunían multitud de antorchas contrastadas habitualmente frente al cielo nocturno. «Estos impresionantes efectos visuales y propagandísticos eran completados con la extraordinaria riqueza simbólica que tenía la antorcha dentro de la cosmovisión nazi. Su simbolismo moderno como portadora de luz y progreso fue debidamente adaptado a los valores racistas del nazismo después de que, en 1842, el británico Thomas Arnold estableciera una perniciosa vinculación entre raza y progreso al afirmar que la antorcha de la civilización había ido pasando de raza en raza: primero habríaestado en posesión de las griegos, después de los romanos, y, finalmente, como cúspide de la cultura cristiana occidental, de los germanos, quienes, habrían preservado el legado de la Antigüedad y desarrollado la civilización medieval. La idea del relevo y de la herencia directa del legado griego que Arnold asociaba a la antorcha encontró su manifestación más palpable en las Olimpiadas de Berlín de 1936 […]»28

Resulta irónico que la invención de este rito, vinculado plenamente en lo simbólico a los principios raciales del nacionalsocialismo, fuera invención de Carl Diem quién, como ya se ha señalado, estaba casado con una mujer de origen judío. Asimismo, es paradójico que el olimpismo, que ocupa al igual que el deporte en general un papel simbólico central en las presentes democracias occidentales, haya mantenido y fomentado esta ceremonia sin autocrítica alguna. Quizá esto sea así «[…] en gran medida gracias a que en su escenificación se jugó con la duplicidad del nuevo ritual, pues, bajo la aparente recuperación de una tradición griega original, permitía infiltrar contenidos ideológicos fascistas en unos juegos que teóricamente glorificaban la concordia e igualdad de las naciones.»29

Retomando el segundo fenómeno, al que se ha aludido con anterioridad, perteneciente a esa estirpe relacionada con la pervivencia de elementos constitutivos del espacio fascista-totalitario, se abordará la mitificación de la salud. Este asunto está directamente relacionado con el deportivo, tratado anteriormente. La actual hipertrofia de la relevancia de la salud, tiene ciertos componentes cuyas raíces se hunden en el espectacular desarrollo científico-medico acaecido con el proceso de modernización, en las sociedades decimonónicas burguesas, y que encontró, al igual que con el deporte, su exaltación, de modo particular, en el contexto nacionalsocialista. Dejando a un lado las legitimas aspiraciones a eliminar, en la medida de lo razonable, las consecuencias no deseadas de la enfermedad, la salud y la higiene, como instrumento para su consecución, se fueron perfilando a lo largo del siglo XIX como otro sistema más de control y disciplina social siguiendo los argumentos, ya señalados, de Foucault. Esta situación se desarrolló hacia lugares que obedecían más a mandatos ideológicos y de ingeniería social que a términos netamente sanitarios, que encontrarían su máxima expresión en el nazismo. En este ámbito lo sanitario y lo higiénico se convirtieron en fórmulas eufemísticas para referirse a mecanismos de control basados en la exclusión y el exterminio30. Existen numerosas referencias a estas cuestiones en la política racial nazi, cuya herramienta fundamental fue la eugenesia cuyo uso, por otra parte, no fue privativo del Tercer Reich, ya que era un fenómeno que se venía larvando en el contexto de las democracias burguesas.31

Si bien es cierto que la democracia liberal contemporánea ha rechazado estas prácticas de forma frontal, la obsesión por la salud, fomentada entre otras instancias por los intereses de la industria farmacéutica, ha llevado a la ocultación social de la enfermedad, la deformidad, del propio proceso degenerativo del cuerpo y por extensión de la vejez en favor de un modelo de cuerpo joven y vital, en una sociedad que venera cierta imagen física y simbólica de la juventud, como sinónimo de buena salud y, de consuno, de ideal a seguir por los componentes de estas sociedades. Tal circunstancia permite vislumbrar la pervivencia de elementos simbólicos, que se traducen en consecuencias reales sobre las personas de un modo más o menos expeditivo, del entorno fascista-totalitario en el terreno de lo sanitario.

En esta situación se explican las campañas contra el tabaquismo, sin perder de vista los beneficios económicos que reportan respecto del gasto sanitario del sector de seguros de saludo del sistema sanitario público. A este último argumento se podría objetar que las influyentes compañías tabaqueras perderían parte de sus beneficios, lo que descartaría que fuera una iniciativa vinculada a lo económico [factor guía de la democracia liberal]. Sin embargo, desde hace años el mercado más importante de dichas empresas no lo forma el mundo occidental, practicando alguno de sus gobiernos una política comercial que podría calificarse de algo más que agresiva, en aquellas zonas del mundo donde la incidencia del tabaquismo en la población les trae sin cuidado, como señalaba Noam Chomsky32. Igualmente habría que mencionar que el mercado occidental dejó de ser interesante, entre otras cosas, por la creciente impopularidad del tabaco y por las indemnizaciones millonarias que las compañías tuvieron que abonar a fumadores afectados por cáncer, que habían interpuesto demandas contra las mismas en los Estados Unidos. Esta situación llevó a estas empresas a diversificar el negocio, como el caso de la inversión en la industria alimentaria de Philip Morris.

En cualquier caso, la obsesión higiénico-sanitaria contemporánea y, más concretamente, la lucha contra el tabaquismo, tiene en el nacionalsocialismo un indiscutible antecedente u origen en lo relativo al consumo de tabaco: «Se puede atribuir a la medicina del Tercer Reich el mérito de haber sido la primera en demostrar de manera fehaciente la existencia de una vinculación entre el tabaquismo y el cáncer de pulmón gracias a los estudios de Franz H. Müller (1939) y Eberhard Schairer (1943). Los resultados obtenidos por estos investigadores encajaban óptimamente en la concepción nazi de salud pública, centrada en las virtudes de la comunión con la naturaleza, los beneficios del deporte y la medicina natural y el rechazo de estupefacientes y estimulantes como el alcohol.»33 Desde luego gran parte de estos argumentos parecen bastante actuales, especialmente en la conexión entre el binomio salud-deporte. Los que quizá no lo sean tanto, son los que asociaban la lucha contra el tabaco con los principios de la política racial nazi, basada en una ciencia atravesada por mecanismos meridianamente teleológicos: «La creencia errónea desarrollada por científicos alemanes durante los años treinta, según la cual determinadas mutaciones cancerígenas eran hereditarias, favoreció que los peligros recién descubiertos del tabaquismo adquirieran dimensiones ideológicamente dramáticas en cuanto amenaza a la mismísima sustancia racial aria de los alemanes, muy en la línea del ansía de pureza de la cosmovisión nazi, siempre obsesionada por limpiaral pueblo de elementos perniciosos que pudieran corromperlo. Después de todo, también los judíos eran vistos significativamente en la retórica nazi como un cáncer que dañaba traicioneramente a la comunidad y que había que extirparlo a toda costa.»34

Estas circunstancias unidas a la notoria aversión de Hitler por el tabaco y el alcohol, dieron como resultado lo que Rosa Sala califica como la campaña más agresiva antitabaco de la historia moderna. En su desarrollo se prohibió fumar en todos los edificios públicos y el servicio de propaganda, según Sala, se encargó de que existiera un conocimiento general de la fuerte adicción al tabaco de Churchill y Stalin y, por el contrario, de la condición de no fumadores de Mussolini y Franco, entendido todo ello dentro del contexto de los valores morales asociados a estos últimos. No resulta complicado establecer relaciones con el movimiento antitabaco actual que impera, fundamentalmente, en las democracias liberales.

Tanto el mito deportivo como el higiénico-sanitario, en su sentido de agentes activos fundamentales en la construcción de la visión demoliberal del mundo,pese a hundir sus raíces en la sociedad burguesa decimonónica, se revelan, en cierto modo, como partículas, que son muchas y esenciales, que persisten en un cuerpo que pregona insistentemente haber derrotado al cáncer fascista-totalitario. ¿Resulta tan complejo extirpar este tumor, en el caso de que verdaderamente se desee? Quizá el problema se localice, como señalan Gilles Deleuze y Félix Guattari, en el territorio de la micropolítica. Es posible que subsistan en cada esquina del espacio social microfascismos35, que incluso aniden en el interior de cada uno de nosotros, y que como instrumento sean impagables, incluso, y a pesar de la argumentación de Deleuze y Guattari, para la articulación del sistema capitalista demoliberal donde se manifiestan los referidos elementos persistentes.  

NOTAS

1. En la actualidad serían inimaginables ciertos fenómenos de abierto desacuerdo con el sistema demoliberal, producidos antes de la década de los noventa del siglo pasado en el ámbito de los medios y la cultura. En este sentido y como ejemplo, hoy sería un verdadero escándalo ciertas posiciones que adoptaron responsables de programas de televisión y literatos dedicados al mundo infantil, teniendo en cuenta el valor educativo de sus producciones, en tiempos pasados. Así es difícil pensar que la Bruja Avería que aparecía, en los ochenta, en el programa de la televisión publica española La bola de cristal, pudiera asomarse a las pantallas actuales proclamando su eslogan: «Viva el mal, viva el capital». Del mismo modo, no parece que en la literatura infantil actual se viertan palabras semejantes a las escritas por Roald Dahl [efectivamente el mismo autor que publicó Charlie y la fabrica de chocolate que años más tarde Tim Burton convertiría en un fenómeno cinematográfico infantil]: 

«Así que, amigos, nunca os enredéis

Con hombres de negocios, si podéis.

Son todos de la misma vil calaña

y para desfalcar se dan maña.

Si tú fueses la Liebre y fuese yo

Don Tortuga, lo mismo que ocurrió

ocurriría. Aun con otra máscara,

Don Rata nos pelaría hasta la cáscara.» [Véase Roald DAHL, «Don Tortuga y la Liebre», en: Roald Dahl, Poemas y Canciones, Alfaguara, Madrid, 2006, pp. 60-71] 

2 .Slavoj ŽIŽEK, ¿Quién dijo Totalitarismo? Cinco intervenciones sobre el (mal)uso de una noción, Pre-Textos, Valencia, 2002, p. 13.

3 .No deja de ser sorprendente la unanimidad existente, con un favor popular aparentemente de más del 80%, en apoyo a la que ya parece eterna candidata a la celebración de unos Juegos Olímpicos Madrid la deseante, teniendo en cuenta que suelen acarrear grandes molestias, problemas asociados a la reificación de la ciudad sede [reducida mercantilmente a una marca], injusticias sociales en forma de procesos de gentrificacióne inversiones publicas, por lo general, innecesarias para el interés general. Contrasta con tal circunstancia los movimientos civiles contarios en ciudades candidatas, presunta y deseablemente, con muchas más posibilidades para albergar los Juegos de 2016 como son Chicago y Tokio, o la indiferencia de la población de Río de Janeiro.

4. Ejemplos de la inexistencia de autonomía deportiva pueden encontrarse en el contexto de la Liga Profesional de Fútbol española. Así la resistencia a la incorporación de jugadores foráneos [esto es, no vascos] a la plantilla de Athletic Club de Bilbao ha definido la seña de identidad clave de este club consecuente con los planteamientos ideológicos del nacionalismo vasco. Del mismo modo, el eslogan ya histórico del Fútbol Club Barcelona Mes que un club trataba, desde su instauración en tiempos del franquismo y acuñada en su versión castellana por Narcis de Carrera en su toma de posesión como presidente del Barcelona en 1968, de ampliar el ámbito de influencia de lo deportivo a lo político-social, que en tiempos recientes ha sido relacionado, de forma más abierta, con las aspiraciones nacionalistas de parte de la sociedad catalana. En este sentido, parece clara la estrategia seguida por su actual presidente Joan Laporta, de quién son públicamente conocidas sus inclinaciones políticas nacionalistas, en diferenciarse de su eterno rival el Real Madrid que políticamente representa el centralismo o nacionalismo español. Por un lado, con la inserción en la camiseta, hace ya algún tiempo, de publicidad de UNICEF como síntoma identitario, no sólo de la dirección del club sino de la propia sociedad catalana, frente a otros equipos que contratan su publicidad con fines exclusivamente mercantiles. Por el otro, con la controversia originada por el propio Laporta en relación con la política empresarial del Real Madrid de la nueva era Florentino. Esta se fundamentaba en el cuestionamiento de los costosísimos fichajes para la temporada 2009-2010, afirmando Lapota que este estilo, en contraste con el del Barcelona de carácter equilibrado, era de filiación imperialista. Lo que tanto recuerda a la tradicional, y por otra parte fundamentada, imagen del Madrid como equipo oficial del régimen franquista. En cualquier caso, la imagen que Laporta ha ayudado a construir del Barcelona hunde sus raíces en la responsabilidad empresarial propia de la tradicional autorepresentación de la clase burguesa catalana, sea ésta concordante o no con los hechos económicos de la entidad. 

5. La educación física en la Italia fascista tuvo una gran importancia en la conformación de un nuevo orden que requería un hombre nuevo, modelado física e intelectualmente por la disciplina deportiva. Muestra de esto lo constituyen las palabras escritas por Mussolini: «Las proezas en el deporte… aumentan el prestigio de la nación y habitúan a los hombres a la lucha leal en el campo abierto , por medio de la cual se mide, no solamente la fuerza física, sino también el vigor moral de los pueblos […]. Avanzar, caminar ¿No son éstas las expresiones del dinamismo fascista?» [Benito MUSSOLINI, «Marciare in nome d´Italia» citado en: Ángela TEJA, «Deporte y relaciones internacionales durante el fascismo en Italia», en: Teresa González Aja (ed.), Sport y autoritarismos. La utilización del deporte por el comunismo y el fascismo, Alianza Editorial, Madrid, 2002, p. 262.]

6. La diferencia fundamental a la que se alude, es que en la Unión Soviética la glorificación del deporte respondía a la instrumentalización de la misma como arma de la lucha de clases en una operación marcadamente internacionalista: «por primera vez un Estado de envergadura declaraba que el deporte era una institución política que jugaba un papel significativo en la guerra de clases entre los trabajadores y la burguesía, entre el nuevo estado socialista y el mundo capitalista.» [James RIORDAN, «La política exterior deportiva de la Unión Soviética durante el período de entreguerras (1917-1941)»,en: Ibíd., p. 103.] También consúltese: André GOUNOT, «Entre exigencias revolucionarias y necesidades diplomáticas: las relaciones del deporte soviético con el deporte obrero y el deporte burgués en Europa (1920-1937), en: Ibíd., pp. 281-310. 

7. A propósito de la relación entre nacionalismo y deporte señala Pierre Arnaud: «El nacionalismo deportivo, en definitiva, no es otra cosa que la exacerbación del chauvinismo, de la xenofobia o, de manera eufemística, de una «marcada preferencia» por el propio país. Es el estandarte de su «honor», de su «reputación», de su «identidad». Simple problema de orgullo de todos aquellos que pretenden «haber nacido en alguna parte» y, de este modo, ser los herederos de una Historia singular.»[Pierre ARNAUD, «El deporte, vehículo de las representaciones nacionales de los estados europeos», en: Ibíd., p. 17.

8. Pierre ARNAUD, «Deporte y relaciones internacionales antes de 1918», en: Ibíd., p. 29-30.

9. Cuando a finales del XIX se implanta en Francia el deporte organizado en asociaciones escolares y clubes civiles, este fenómeno se produce «a pesar de la hostilidad manifiesta del algunos médicos y educadores, preocupados por proteger a la juventud de los excesos del deporte […]» [Ibíd., p. 32]

10. Véase: Michel FOUCAULT, Vigilar y castigar, Siglo XXI Editores, México, 1976.

11. No parece casual que dos años antes, el 22 de abril de 1894, se inaugurará la primera edición de la Bienal de Venecia promovida por el entonces alcalde de dicha ciudad, Sevaltico, con el apoyo de un grupo de filántropos. Pese a que en aquel momento se concibió como una exposición de arte nacional italiano, con el paso del tiempo, y en paralelo con la internacionalización del deporte gracias a los Juegos Olímpicos, la Bienal de Venecia se fue configurando como un evento competitivo internacional [con la construcción en los Giardini di Castello, sede de la Bienal, de los pabellones nacionales de Bélgica en 1909 y más tarde de Francia, Hungría, Alemania y Gran Bretaña en 1914. Incorporándose en años sucesivos otros países] escenario de la pugna por la superioridad artística, en primer lugar, y cultural, con posterioridad, con la incorporación de otras disciplinas como el teatro o el cine. Dicha ampliación y la exacerbación de la competencia entre naciones corresponde, fundamentalmente, a la época fascista en relación directa con el tratamiento disciplinario y propagandístico de lo deportivo, en general, y del olimpismo, en particular, por parte del Stato fascista. En la actualidad, se puede rastrear la pervivencia de ese esquema en la Bienal de Venecia. Entendiendo ésta como olimpiadas del arte, con un carácter nacionalista más atenuado pese a mantener los pabellones nacionales y a que se han unido nacionalidades otras [sin estado] como Cataluña en 2009, se premia a los artistas con Leones de oro en diversas categorías: mejor artista participante en muestras internacionales, premio al artista joven, y a la mejor participación nacional. Los aspectos propagandísticos de la Bienal siguen, en la actualidad, vigentes; al parecer en la próxima edición, en 2011, el Vaticano tendrá su pabellón como una supuesta respuesta a la participación en esa muestra de dos países musulmanes: Emiratos Árabes Unidos y Abu Dabi.   

12. El COI (Comité Olímpico Internacional) es un organismo privado de carácter aristocrático e internacional. El promotor de los Juegos Olímpicos modernos y fundador del COI fue el barón Pierre de Coubertin.

13. Cfr. Pierre ARNAUD, «Deporte y relaciones internacionales antes de 1918», en: Ibíd., p. 36 

14. Pierre ARNAUD, «El deporte, vehículo de las representaciones nacionales de los estados europeos», Op. cit., p. 24.

15. Los miembros alemanes del COI habían intentado conseguir la organización de los juegos en 1908 y 1912 con el apoyo expreso del Kaiser. Los juegos de Berlín de 1936 fueron otorgados a dicha ciudad en 1931, todavía en tiempos de la Republica de Weimar, frente a la candidatura de Barcelona.

16. Así «en octubre de 1933 Hitler había dado todas las garantías para la celebración de unos Juegos grandiosos. El dinero no tenía ninguna importancia. Conjuntamente con Goebbels, su ministro de propaganda, quisieron ganarse a la opinión pública mundial valiéndose de los Juegos Olímpicos, organizando el mayor evento deportivo jamás celebrado en el mundo hasta aquellos momentos. Mientras que en Los Ángeles se había superado por primera vez el millón de espectadores, se pretendía que Berlín tuviera más de tres.» [Arnd KRÜGER, «El papel del deporte en la política internacional alemana (1918-1945), en: Ibíd., p. 136.]

17. Estrenada en 1938 con difusión internacional. Constaba de dos partes: Parte I. Festival de las Naciones y Parte II.Festival de la belleza.

18. Allen GUTTMAN, «Los «Juegos Olímpicos nazis» y el boicot americano. Controversia», en: Ibíd., p. 52.

19. En realidad el nacionalsocialismo redujo lo griego, como origen y guía, a Esparta y en especial a su carácter belicista y a sus prácticas de selección racial basadas en la costumbre espartana de eliminar a los recién nacidos más débiles o impedidos en algún sentido. Al considerar las Olimpiadas como una creación espartana la celebración de Berlín 1936 resultó ser coherente con sus principios.

20. Rosa SALA ROSE, Diccionario crítico de mitos y símbolos del nazismo, Acantilado, Barcelona, 2003, p. 189.

21.En este sentido, «el aparato de propaganda nazi desarrollo una labor más importante a favor de los Juegos que la mayor parte de los reportajes de prensa, y explotó hasta la saciedad los seniles comentarios de Coubertin referentes a esos Juegos «grandiosos», organizados con «la fuerza y la disciplina hitlerianas», que habían «servido magníficamente al ideal olímpico» (esta fue la última declaración pública de Coubertin).» [Allen GUTTMAN, Op cit., p. 76.] Insistiendo en este asunto «las autoridades alemanas […] se valieron de la persona de Pierre de Coubertin (1863-1937), fundador del movimiento olímpico. Éste, no sólo proporcionó direcciones deemisoras de radio para propaganda, sino que además dijo, en una entrevista de prensa, después de los Juegos, que, desde su punto de vista, los Juegos Olímpicos podían utilizarse tanto como medio de propaganda de lugares soleados para el turismo, como había sido el caso de Los Ángeles en 1932, o de propaganda de regímenes políticos, como en el caso de 1936. Para él lo más importante era que los Juegos estaban progresando claramente. Hay que señalar que Coubertin estaba entonces arruinado y financieramente mantenido por los nazis.» [Arnd KRÜGER, Op. cit., p. 143]

22.De Juan Antonio Samaranch es sobradamente conocida su relación con el franquismo. Ocupó diversos cargos políticos durante la dictadura. Cuando se produjo la muerte de Franco presidía la Diputación de Barcelona y por aquel tiempo valoró la importancia del dictador en una entrevista radiofónica en la que decía: «Considero que la figura y la obra realizada por el Caudillo se inscribirá en la historia como uno de los estadistas más grandes del siglo XX. Para España, el mandato durante 39 años de Francisco Franco ha supuesto la era de prosperidad y paz más larga que ha conocido nuestro país desde hace muchos siglos» y añadía en relación con el deporte, ya que por entonces formaba parte del movimiento olímpico, que los deportistas españoles debían de llorar especialmente la muerte del tirano, ya que éste dio un gran apoyo a esta actividad debido a que se percató de su valor como medio de formación de la juventud. Sin duda una fina inteligencia la de Franco para apropiarse del discurso de los que, en sus comienzos, fueron sus compañeros de viaje; Mussolini y Hitler. [La entrevista esta disponible en: http://www.rtve.es/mediateca/audios/20081112/juan-antonio-samaranch-valora-figura-franco-con-motivo-muerte/339010.shtml] Los vínculos de Samaranch con el falangismo y sus relaciones con «La Caixa» fueron tratadas por Hans Haacke en su proyecto de 1995 «Obra Social» [consúltese: catálogo de la exposición Hans Haacke «Obra Social», Fundació Antoni Tàpies, Barcelona, 1995] 

23. El gobierno de la Republica se opuso a la participación del equipo español en las Olimpiadas de Berlín de 1936. En cambio apoyó la Olimpiada de Barcelona de 1936 cuyos promotores eran organizaciones comunistas, socialistas y sionistas. Este evento deportivo de gran repercusión internacional [con 4500 atletas inscritos frente a los 4793 participantes de los Juegos de Berlín] no se llegó a celebrar ya que en las cercanías de la inauguración, en verano del 36, se produjo el golpe militar que iniciaba la Guerra Civil. 

24. No sólo se limitó al boicot sino que fundamentalmente en el caso de la Unión Soviética se construyó un sistema deportivo alternativo, con la celebración de eventos de corte proletario revolucionario surgidos como repuesta a las Olimpiadas, que consideraban de carácter burgués: los Juegos Olímpicos del mundo obrero organizados a partir de la década de los veinte, las Spartakiadas celebradas a partir de 1928 en Móscú o los Juegos Olímpicos Obreros internacionales cuya edición de Amberes 1937 supuso la contraversión de Berlín 1936, una vez fracasada la Olimpiada barcelonesa. Este tipo de celebraciones deportivas obreras tuvieron lugar incluso en los Estados Unidos, con el Carnaval atlético de los obreros del mundo entero que tuvo lugar en el verano de 1936 en la Isla de Randal, Nueva York. [en relación con los eventos deportivos en la esfera soviética véase: James RIORDAN, «La política exterior deportiva de la Unión Soviética durante el período de entreguerras (1917-1941)»,en: Op. cit., p. 103-121.]

25. Resulta paradójico que el presidente y el secretario del comité organizador, miembros del COI, Theodor Lewald y Carl Diem respectivamente, estuvieran relacionados con la comunidad judía. En el caso de Lewald por ser hijo de un abogado y funcionario berlinés judío, convertido al cristianismo y en el Diem debido a que su mujer era de origen judío. En un primer momento, y pese a la presión de la prensa nazi, se mantuvieron en el cargo con el advenimiento del nacionalsocialismo, debido al interés propagandístico que tenia el régimen por mantener la celebración de los Juegos de Berlín. Pese a las promesas de no discriminación de los deportistas judíos, en el equipo nacional alemán la única representante de origen judío, proveniente de una familia mixta, fue la tiradora de esgrima Hélène Mayer, residente en los EE.UU. donde había cosechado grandes éxitos deportivos. No obstante, su físico encajaba en el estereotipo ario y no se consideraba a sí misma judía, tal circunstancia quedo patente cuando subida al podio en Berlín, tras ganar el bronce, en la ceremonia de entrega de medallas realizó el saludo nazi alzando el brazo. El equipo alemán podía haber obtenido más medallas si hubiera contado con otros atletas judíos, que ya habían sido medallistas olímpicos. Sin embargo, el interés propagandístico del régimen de su ideología, especialmente en lo relativo a la política racial, sobre cualquier otra circunstancia, incluso la de resultados deportivos, lo hacia impensable. 

Sobre las cuestiones de los Juegos Olímpicos de Berlín y el antisemitismo consúltese: Allen GUTTMAN,Op. cit., pp. 49-77.

26. Citado en: Arnd KRÜGER, Op. cit., p. 143

27. Para los jerarcas nazis lo más importante fue, por encima de los resultados deportivos que aún así les fueron favorables [quedando Alemania la primera en el medallero], la demostración de una capacidad organizativa superior. En definitiva el asunto central era de carácter nacionalista, que no difiere demasiado de los motivos por los que actualmente las ciudades y países cursan su solicitud para organizar unos Juegos.

28. Rosa SALA ROSE, Op. cit., pp. 46-47.

29. Op. cit., p. 47.

30. El ejemplo más claro de esta práctica indudablemente lo constituyó el Holocausto, cuyo tratamiento por parte del aparato de propaganda nazi estuvo siempre ligado a la terminología higiénico-sanitaria. La depuración racial era entendida como el exterminio de una plaga de los considerados por el tercer Reich como infrahumanos [judíos, gitanos, homosexuales, comunistas o los que sufrían cualquier patología física o mental que pudieran corromperla raza o simplemente el espacio vital]. No sorprende entonces que para llevar a cabo lo que llamaron cínicamente La solución final emplearan el gas Ciclón-B, cuya finalidad comercial era la de desratizar. En relación con la enfermedad, o más bien con sus portadores, el nacionalsocialismo era inmisericorde como quedó patente en el tratamiento de la sífilis: «La Alemania de Hitler, después de 1935, recurrió a un método viable para los regímenes plenamente autoritarios. Bajo los nazis, antes del matrimonio ambas partes debían someterse a un test de Wassermann. Si una de las partes tenía sífilis, era esterilizada. Los que exhibían las características de la sífilis hereditaria (ya definidas por los Fournier, père et fils) eran enviados a campos de eutanasia. Cualquiera que infectara a otro a sabiendas sufría el mismo destino.» [Sheldon WATTS, Epidemias y poder. Historia, enfermedad, imperialismo, Editorial Andrés Bello, Santiago de Chile, 2000, p. 221.]

31. Ejemplo de esta afirmación lo constituye el programa queWinston Churchill diseñó hacia 1910, cuando ocupaba la cartera de Interior del Reino Unido, que consistía enesterilizar o recluir a 100.000 personas en campos de concentración que por diversos motivos eran consideradas «degeneradas mentales, incapaces y débiles» evitando así, que «contaminaran y llevaran al declive al resto de la raza británica». Véase E. GONZÁLEZ, «Churchill elaboró planes para ‘mejorar’ la raza», El País, Sección internacional, 21-06-1992. Estos planes eugenésicos, ya fueran de esterilización como de reclusión, tuvieron una gran implantación en todo el contexto occidental, en el primer tercio del siglo XX, como se infiere de las políticasque en este sentido fueron llevadas a cabo en distintos países como Estados Unidos o Suecia entre otros.

32. Chomsky comenta en el contexto de la guerra política, militar y mediática contra la droga que se produjo en la década de los ochenta en EE.UU.: «[…] el comitéde Comercio de los Estados Unidos, una rama del ejecutivo que vela por la corrección de las prácticas comerciales, se reunió para escuchar las quejas de las compañías tabaqueras sobre el hecho de que Tailandia se estuviera negando a aceptar las remesas de tabaco americano y estuviera imponiendo restricciones de diverso tipo sobre el tabaco y la publicidad del tabaco en un intento de evitar el consumo abusivo de estas sustancias en Tailandia. Lo que pedían era que el gobierno americano impusiera sanciones comerciales a Tailandia para obligarles a aceptar la publicidad de estos productos, La administración Reagan ya había impuesto sanciones comerciales similares a Japón y Corea del Sur con el fin de que aceptaran las remesas de tabaco americano.» [Noam CHOMSKY, Crónicas de la discrepancia, Visor, Madrid, 1993, p. 215.] 

33. Rosa SALA ROSE, Op. cit., p.364.

34. Ibíd.

35. Gilles DELEUZE y Félix GUATTARI, Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia, Pre-textos, Valencia, 1997, pp. 218-219. Aclarar aquí que Deleuze y Guattari diferencian lo totalitario, que opera en la escala macropolítica, del fascismo, que lo hace a nivel micropolítico. Igualmente consideran al capitalismo más cercano del totalitarismo estalinista que del fascismo que rechaza abiertamente. Sin restar importancia a tales circunstancias y teniendo en cuenta la transformación [flexibilización] que ha experimentado el capitalismo desde la publicación de estos argumentos en1980, la definición del microfascismo que realizan resulta de interés para exponer la conclusión del presente texto.

36. «El cine americano ha mostrado a menudo esos núcleos moleculares, fascismo de banda, de gang, de secta, de familia, de pueblo, de barrio, de automóvil, y del que no se libra nadie. Nada mejor que el microfascismo para dar respuesta a la pregunta global: ¿por qué el deseo desea su propia represión, cómo puede desear su represión? Por supuesto, las masas no sufren pasivamente el poder; tampoco «quieren» ser reprimidas en una especie de histeria masoquista; ni tampoco son engañadas por un señuelo ideológico. […] Las organizaciones de izquierda no son las últimas en segregar sus microfascismos. Es muy fácil ser antifascista a nivel molar, sin ver el fascista que uno mismo es, que uno mismo cultiva y alimenta, mima, con moléculas personales y colectivas.» [Ibíd. p. 219]

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