Gitanos de papel. Un proyecto de Rogelio López Cuenca y Elo Vega

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De vinilo o celuloide, de barro o bronce, en 3D, al óleo, en
cuatricromía, virtuales en las pantallas: imágenes impactantes,
procedentes de películas, de pinturas, de grabados, de narraciones
escritas y orales, de cuentos y de canciones, de refranes y frases
hechas, de rumores, chistes, series de televisión, fotografías,
novelas, del teatro…


Las obras de arte generan ideas acerca del valor, la cobardía, el
bien y el mal, lo feo y lo bello, sobre héroes y villanos, el peligro, la
autoridad, lo justo… fantasías que acabamos asumiendo como si se
tratara de reflexiones realizadas a partir de nuestras propias
observaciones y razonamientos. La mayoría de las opiniones que
tenemos acerca del mundo se basan en narraciones repletas de
poderosas imágenes: fabricadas por la alta cultura o arraigadas en
las tradiciones populares, reproducidas insistentemente por los
medios de comunicación masivos.
Tendemos a dar crédito como irrefutablemente real a lo que vemos
«con nuestros propios ojos»: ver es creer. Y sin embargo no existe
tal percepción directa e inmediata de las cosas.Todo aquello que
somos capaces de ver viene condicionado por toda una serie de
historias e imágenes preexistentes que ejercen su gobierno sobre lo que vemos -y lo que creemos-; con la mayor eficacia cuando esto
se realiza a través de formas artísticas que actúan, no de manera
visible y evidente sino, y esto es lo más usual, de modo subliminal.
La realidad imita al Arte… lo que vemos y el modo en que lo
hacemos depende de las Artes que sobre nosotros hayan ejercido
su influencia. Mirar una cosa es algo muy diferente de verla
Oscar Wilde, The Decay of Lying

En torno al lugar común y el estereotipo gira casi todo cuanto se
dice y se muestra y se cree acerca de los gitanos: la mirada
moralista los condenará, severa, como vagabundos, sucios,
holgazanes, pendencieros, impúdicos, vengativos, crueles y
mentirosos, cínicos, abusadores, ladrones y siempre al límite o
fuera de la ley. Por otro lado, su idealización romántica los fabula en
libertad, «artísticos», «naturales», desprendidos, respetusos, y los
retratará bellos, pasionales, orgullosos, valientes e inteligentes,
como ingeniosos creadores.
Entre el amarillismo de los media y la interesada explotación
comercial del tópico, la excepcionalidad y la extravagancia se
convierten en la norma y el modelo, en el marco conceptual a través
del cual imaginamos todo lo gitano – de cuyos clichés no escapan ni
el más bienintencionado documentalismo ni, por supuesto, el propio
sujeto gitano puesto a sobre-representarse a sí mismo.
El reino de lo visible es una construcción, una sintaxis completa,
una retórica -un lenguaje, lo mismo que el que hablamos y leemos.
Sin embargo, las más populares formas de representación
capitalizan nuestra ingenua credulidad -sobre todo, la imagen en
movimiento: el cine y la TV y su apariencia de realidad. Ante esto,
las prácticas artísticas también son un instrumento formidable de
crítica cultural, para el cuestionamiento del reparto de roles entre
aquellos que gozan del derecho a ver y a hablar, y quienes no lo
tienen sino a ser narrados por las voces de los otros, mirados -o
admirados- en el gueto del espectáculo.
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