¿Legislaci​ón antiterror​ista? ¿y por qué no campos de exterminio​?


Gases lacrimógenos en el 29M. Barcelona.
¿Legislaci​ón antiterror​ista? ¿y por qué no campos de exterminio​?
Gerard Horta
La deriva totalitarista de los poderes económicos y políticos en las sociedades occidentales era previsible. Contra el estallido y la consolidación de formas de autoorganización social emancipadora y el arraigo de un bagaje político subalterno, en muchos casos basado en la precarización paulatina de las condiciones de vida de las clases populares, la receta del Estado se convierte en una cantinela oxidada: militarizar el conflicto social y hacer invisibles las causas.


En los Países Catalanes y en España, el circo mediático y político apela al concepto de violencia urbana para justificar el encarcelamiento de manifestantes. Paradójicamente, tanto los gobernantes como la oposición institucional hacen que sean invisibles las verdaderas dimensiones de una violencia estructural dirigida contra la mayoría social. Por la precarización de las condiciones de vida: imposibilidad de acceder a la vivienda -desahucios, alquileres altos, hipotecas del trabajo asalariado; aumento del coste de los servicios básicos -agua, gas, teléfono, electricidad-, reducción y / o supresión y / o privatización de los servicios públicos (educación-escuelas donde ya no sirven las comidas cada día, única comida de muchos alumnos-, sanidad, servicios sociales, transportes); trampas bancarias (participaciones preferenciales, etc.) -; desbaratamiento de los medios de integración de una sociedad abocada a la pobreza y a la exclusión, etc. Y también por la precarización de las condiciones laborales: desaparición de los convenios colectivos y de las mesas de negociación, reducción de salarios, despido libre, anulación práctica de derechos sindicales, etc. Son las gangas de la sociedad de clases.
Las autoridades se sorprenden de que eso que llaman ‘antisistemas ‘-porque la palabra ‘anticapitalistas’ debe tener connotaciones políticas demasiado explícitas- ya no sean doscientos, sino dos mil. Y, a continuación, tratan todos aquellos que estamos en la calle de paraterroristas peligrosos.
De los continuos casos de absolución de policías con sentencia condenatoria firme por malos tratos y torturas, de los muertos bajo custodia policial que se acumulan, las amnistías fiscales, la impunidad de la mafia política (tanto de la asociada directamente como indirectamente a los aparatos políticos y instituciones públicas) que pese a la sucesión escandalosa de robos de dinero público siguen rodando en libertad, de una desigualdad social que ha situado el umbral de la pobreza una cuarta parte de la sociedad y que en el caso de Cataluña resulta indisociable del hecho de que cerca del 70% de los asalariados cobran menos de mil euros mensuales, de todo ello no se dice violencia urbana. Y resulta que estos políticos que deberían investigar, reconocer, analizar, comprender y resolver cuáles son las fuentes de estas expresiones de violencia o de lucha en la calle, nos amenazan con años de cárcel por … ¿por qué? Por insultar, escupir, protegerse instintivamente, volcar un contenedor? Insultar a un hombre que afirma que no es policía secreta y que luego aparece en comisaría en calidad de secreta será tipificado como desacato y resistencia a la autoridad? Nos toman por esclavos, por imbéciles?
Y todo ello en nombre de qué? De este concepto tan poco jurídico nacido en la Alemania nazi de los años 1930 llamado ‘alarma social’, tan fácilmente instrumentalitzable desde cualquier concepción totalitarista del derecho jurídico y de la sociedad? Se aplicará quizás la legislación antiterrorista a los políticos que hace años que nos niegan el derecho de manifestación?
Los hechos del 29 de marzo se repiten, una y otra vez, hace años: mozos-agentes de calle y miembros de la Brigada Móvil infringiendo la ley del Parlamento de Cataluña de octubre de 2008 que los obliga a ir identificados visiblemente; usando armas ilegales (porras extensibles); lanzamiento indiscriminado de balas de goma dirigidas a la cabeza; vapuleados dentro y fuera de las furgonetas de transporte de los detenidos (dos bazos reventadas a patadas, huesos fracturados a raudales, ojos destrozados); informes médicos de policías heridos que, a diferencia de los otros países, nunca se hacen públicos. Impecable, sí.
Pero lo más grave, presidente Mas y consejero Puig, es cortocircuitar la marcha de cientos de miles de personas que bajaban por la plaza de Cataluña. ¿Qué pretenden, se han vuelto locos? Si quieren proteger contenedores, alinearse a sus policías y furgonetas en las aceras, frente a los escaparates, y dejen que la gente fluya por las calles. Porque bloquear la ronda de Sant Pere, la calle de Fontanella y la plaza de Cataluña es completamente delirante, lo que ningún medio periodístico no ha denunciado todavía. Convertir la plaza de Cataluña en un culo de botella, con una densidad extrema de gente con niños y personas mayores y de movilidad reducida cerradas por la policía y por la presencia multitudinaria de gente, ya la vez llevar a cabo cargas indiscriminadas ya no es incompetencia, es puro delirio. Ustedes saben qué son las avalanchas humanas huyendo de las balas de goma y los gases lacrimógenos? Sólo la capacidad de la gente de autogestionar el orden público evitó una tragedia mucho mayor que la de los cientos-cientos, sí de heridos. En democracia deberían dimitir y ser juzgados presidentes, ministros, consejeros, directores de operativos y todo el mundo implicado en esta catástrofe. La gente está harta. No se dan cuenta o no se quieren darse cuenta?
Construyan campos de exterminio, les será más barato. Y les vamos a pagar nosotros, no se preocupen. Pero no digan que es democracia, por favor, digan fascismo.
Articulo original en catalán publicado en el Blog de Manuel Delgado. Traducido por Rafael Sánchez Mateos.

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