Matar al dibujante

Tras la conmoción por el asesinato de los dibujantes de Charlie Hebdo, se están produciendo múltiples reacciones, muchas de ellas contradictorias. La crema de la radicalidad viene a decir que más o menos los dibujantes se lo tenían merecido por racistas, islamófobos y sexistas, y que la revista ya no hacia mucha gracia, olvidando aquello de que «la única iglesia que ilumina es la que arde» (cambien iglesia por mezquita o sinagoga o el templo de la confesión que ustedes gusten), pero sobre todo obviando que el humor de Charlie Hebdo pretendía resultar ofensivo y blasfemo a todo el mundo por igual: hombres y mujeres, católicos y protestantes, judíos y musulmanes, izquierdas y derechas… Pero sin duda la palma se la lleva el ministro de este gobierno (Alfonso Alonso) que ha declarado que hay que seguir ejerciendo la libertad de expresión «sin ningún tipo de complejos» porque «no hay nada que irrite tanto a los terroristas», cuando aquí se ha secuestrado El Jueves o se ha llegado a cerrar un periódico como Egin (llevando a la cárcel a su director y subdirectora), quizás incluso haya que recordarle al señor ministro que en 1977, en este mismo país, un grupo terrorista llamado la Triple A (Alianza Apostólica Anticomunista, apostólica sí) puso una bomba al Papus, semanario satírico como el Charlie Hebdo, acto por el cual no se condenó a nadie y que analiza este documental:

6 responses to “Matar al dibujante

  1. Las potencias del cristiano Occidente lleva los últimos años asesinando impunemente a MILLONES de musulmanes, sin más razón que ampliar su poder en el mundo, continuando con su mentalidad colonial con los países más pobres. ¿Y ahora nos vamos a escandalizar por haberse tomado ellos una mínima revancha?

  2. Carlo Frabetti, que fue guionista del Papus, ha escrito lo siguiente sobre el asunto Charlie Hebdo:

    YO NO SOY CHARLIE

    En la Alemania nazi y en la Italia fascista, millones de judíos perseguidos y desamparados buscaron refugio en su religión. ¿Habría sido muy progresista, en aquel momento, escarnecer o tan siquiera ridiculizar el judaísmo?

    Pues bien, tras las masacres perpetradas en el mundo islámico por el neofascismo occidental, tras los holocaustos de Palestina y el Sáhara, de Irak y Afganistán, de Libia y Siria, que han llevado a millones de musulmanes desesperados a buscar refugio en el Corán, para burlarse de sus creencias desde los privilegios del autodenominado primer mundo hay que ser un idiota moral o un idiota a secas.

    Y para convertir en bandera de la libertad de expresión a quienes escarnecen en su desesperada fe a los oprimidos y los masacrados, hay que ser tan canalla como los políticos occidentales y los medios de comunicación a su servicio.

    Si un comando de rabinos ultraortodoxos se hubiera dedicado a poner bombas en el Berlín de Hitler, hoy serían recordados como héroes (aunque hubieran matado a algún humorista alemán poco respetuoso con el judaísmo), y seguramente tendrían un monumento en Tel Aviv y Spielberg les habría dedicado una emotiva superproducción.

    No nos extrañemos de que los nuevos perseguidos consideren héroes o mártires a quienes se inmolan luchando contra los nuevos perseguidores, por cruentas o absurdas que sean sus acciones.

    Extrañémonos más bien de que gentes y organizaciones supuestamente de izquierdas llamen “terrorismo” a la desesperación de los pobres y “guerra humanitaria” al terrorismo de los ricos. Ni Al Qaeda ni Estado Islámico: la única multinacional del terrorismo digna de ese nombre es la Organización Terrorista del Atlántico Norte, y los únicos estados terroristas son los que la integran.

    Lamento profundamente la absurda muerte del genial Wolinsky y sus compañeros, y defiendo sin reservas el derecho de Charlie Hebdo a reírse de cualquier dios y de sus profetas; pero yo no soy Charlie, como rezan las estúpidas pancartas esgrimidas por los estúpidos manifestantes franceses y su séquito de políticos corruptos (responsables últimos del supuesto “terrorismo islámico”).

    Yo no soy Charlie, porque me indignan quienes cifran la libertad de expresión en el escarnecimiento de los desesperados, de su ingenua fe en un más allá que les devuelva lo que nosotros, los cultos y acomodados seudodemócratas occidentales, les hemos arrebatado.

    Texto completo en: http://www.lahaine.org/yo-no-soy-charlie

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